Artículos

31.05.17

El informe Ineed y los caminos de la reforma educativa

(El Observador) No puede haber ningún cambio de fondo sin un compromiso de los partidos. La oposición está claramente comprometida con un cambio estructural. No tengo claro, en cambio, qué piensa sobre los caminos de la reforma de la educación el Frente Amplio.
Por Adolfo Garcé

(El Observador) El Ineed, de acuerdo al artículo 116 de la Ley de Educación que lo instituyó, tiene la obligación de elaborar cada dos años y diseminar ampliamente un “informe sobre el estado de la educación”. El primer informe se publicó en diciembre de 2014 y el segundo acaba de darse a conocer. Como el anterior, es un ejemplo de profesionalismo y ponderación en la construcción y análisis de la información.

El texto destaca “los avances logrados en materia de recursos asignados a la educación, incremento de la cobertura de la educación inicial, disminución de repetición en primaria y tasa de egreso en educación media básica. Asimismo, señala que no se han verificado mejoras sustantivas en materia de aprendizajes, egreso de la educación media superior –obligatoria desde la Ley General de Educación de 2008– ni en la reducción de la desigualdad de los logros de aprendizaje de los estudiantes”. Uruguay “aún se encuentra lejos de llegar a cumplir el mandato legal de universalizar 14 años de escolaridad”. En definitiva: aunque hay algunos avances concretos, los resultados de la enseñanza se caracterizan por el “estancamiento y la inequidad de resultados”.

Seguramente durante las próximas semanas los datos publicados ayuden a incentivar y calificar el debate público sobre los problemas y desafíos de la educación. Es clave, desde luego, avanzar en la comprensión de cuál es la entidad de los problemas que enfrentamos. Pero, al mismo tiempo, es imprescindible seguir discutiendo cuáles son los caminos para reformar la educación uruguaya. Hasta ahora, identifico tres propuestas: (i) incrementalismo, (ii) “by pass”, y (iii) reforma estructural. Paso a presentarlas.

El enfoque incrementalista es el que predomina en el partido de gobierno y las autoridades de la educación pública. Se apuesta a que el sistema educativo mejore gradualmente su desempeño global, por un lado, asignando más recursos, y por el otro, multiplicando programas ad hoc para resolver los problemas más salientes (rezago, deserción, inequidad). No se apuesta a un cambio de paradigma. Aunque, cada tanto, se menciona el “cambio de ADN”, no existe una propuesta de reforma estructural. En verdad, el oficialismo parece creer que la sociedad no valora suficientemente los avances que se vienen realizando. Por eso, desde el gobierno se insiste en intentar mostrar el hipotético medio vaso lleno.

Le llamo “by pass” a la ambiciosa propuesta que viene impulsando Ernesto Talvi desde Ceres. De acuerdo a este enfoque hay que concentrar los esfuerzos reformistas en el principal fracaso del sistema: malos resultados en términos de retención y aprendizajes en los barrios más pobres de todo el país. Para eso propone una política de shock: construir 136 liceos replicando el modelo de los centros educativos como Impulso o Jubilar que, en contextos críticos, han logrado buenos resultados educativos. Para eludir las restricciones burocráticas y escapar a la tiranía de ANEP, Talvi propone que estos nuevos liceos operan bajo la órbita del plan Ceibal.

El tercer camino para la reforma educativa es el que viene elaborando desde Eduy21. Aunque conoceremos los detalles de esta propuesta recién a fin de año, cuando sus autoridades den a conocer el “libro blanco” del cambio educativo en el que vienen trabajando, está claro que se trata de la propuesta de una reforma global. El sistema educativo precisa, según este enfoque, cambios de fondo en todos los niveles. Entre otras innovaciones se requiere: i) cambiar el esquema de gobierno de la enseñanza (dándole poder al MEC); ii) modificar la carrera docente (para terminar de una buena vez con el multiempleo y el profesor “taxi”); iii) descentralizar la gestión de los centros educativos (empoderando a las comunidades educativas y favoreciendo la innovación pedagógica). Según Eduy21 es conveniente que estos cambios de fondo se realicen siguiendo una secuencia previamente definida en un plan de mediano plazo.

Cabe formularse, llegados a este punto, dos preguntas. La primera refiere a cuál de los tres caminos reformistas es el más conveniente. No es preciso negar que algunos de los programas ad hoc que han venido llevándose a cabo durante la última década son innovadores y útiles. Un ejemplo notable, en este sentido, es el Programa Maestros Comunitarios, nacido en la ONG “El Abrojo” y adoptado (y potenciado) más tarde por el sistema público. Pero estoy convencido que precisamos mucho más que parches por bien inspirados que estén. Hay que atreverse a ir mucho más a fondo. Se precisa mucha más audacia, como argumentan Ceres y Eduy21. Me inclino a pensar, incluso, que sus respectivas propuestas son complementarias.

La segunda refiere al liderazgo político. No puede haber ningún cambio de fondo sin un compromiso de los partidos. La oposición está claramente comprometida con un cambio estructural. No tengo claro, en cambio, qué piensa sobre los caminos de la reforma de la educación el FA. Desde mi punto de vista, José Mujica intentó liderar un cambio de fondo, pero terminó cosechando mucho menos de lo que sembró. Tabaré Vázquez insinuó en la campaña electoral de 2014 estar dispuesto a liderar el “cambio de ADN”. Renunció rápidamente a hacerlo. El FA puede llegar a ganar la próxima elección nacional. Me parece muy importante que, como partido, se pronuncie sobre qué cambios estaría dispuesto a emprender. Igualmente explícitos, cristalinos, deberían ser en esta materia sus eventuales “presidenciables”.

Fuente: El Observador (Montevideo, Uruguay)