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11.05.17

¿Desconfianza total?

El Edelman Trust Barometer se realizó en 28 países, y representa un 13% de la población mundial total. Hubo 500 encuestados en Estados Unidos y China y 200 en los demás países. Los encuestados fueron personas con educación universitaria entre 25 y 64 años. Los grandes temores que surgen del estudio tienen que ver con corrupción, globalización, pérdida de valores sociales, inmigración e innovación tecnológica.
Por Hugo Machín Fajardo

Acceso a la salud y a la cultura, creciente respeto hacia los derechos humanos, menores índices de violencia, mejor calidad de vidas, son logros que en el presente se ubican por encima de cualquier época que analicemos en la historia humana. 

Paradojal y lógicamente, esos avances elevan las exigencias de la sociedad civil en todos los órdenes y por momentos el panorama se pinta con la paleta de la desconfianza, el desaliento, o la convicción de que es inútil esperar un mundo mejor. 

Gobiernos, medios de comunicación, empresas y ONGs, en ese orden sufren en 2017 los mayores índices de desconfianza ciudadana desde que Edelman Trust Barometer, compañía estadounidense especializada en marketing y comunicaciones estratégicas, inició sus mediciones mundiales en estos segmentos en 2012. 

La mayoría de los encuestados para el estudio de Edelman no cree en el sistema democrático, lo que abre paso a líderes populistas instigadores de un discurso nacionalista y generador de enfrentamientos irreconciliables en el tejido social de los países.  

El estudio detecta una “profunda desilusión tanto a la izquierda como a la derecha, que comparten la oposición a la globalización, la innovación, la desregulación y las instituciones multinacionales” según Richard Edelman, presidente de la consultora. 

Solamente un 15% de la población general cree que el sistema democrático funciona, mientras que el 85% de los encuestados no cree en el sistema.  

Para el 50% de los encuestados la globalización es una ruta equivocada y el 69% reclama prioridad para los intereses nacionales por encima de los del resto del mundo. 

Los gobiernos, con un 41% de fiabilidad, son percibidos como instituciones incompetentes, corruptas y divididas. La caída de confianza se inició hace cinco años en el Primer Mundo por la incapacidad de la Unión Europea para hacer un compromiso sobre los préstamos de Grecia y Portugal. En los países en desarrollo la confianza en los gobiernos se derrumbó en los últimos cuatro años a raíz de los escándalos de Brasil, México y Sudáfrica. 

Los medios de comunicación tradicionales siguen a los gobiernos en su pérdida de confianza. Les cree un 43% de los encuestados. Se les cuestiona su politización, sensibilidad ante las presiones económicas y su seguimiento de las redes sociales, más que crear una agenda propia, son los cuestionamientos recogidos en el 80% de los países encuestados.  

Una advertencia para las empresas periodísticas: “De hecho, el 59 por ciento de los encuestados le creería a un motor de búsqueda sobre un editor humano”.  

Los medios de comunicación deben retomar su papel de perros guardianes, si quieren recobrar credibilidad. 

Las empresas se ubican algo mejor con el 52% de aceptabilidad, pero deberán ir más allá de su rol tradicional de negocios e implementar vías de protagonismo e innovación si quieren mejorar esa percepción en la sociedad civil. 

Las ONG con apenas un punto más, 53%, también han perdido credibilidad como instituciones de conciencia social en el mundo y en los casos de EEUU, China, Japón, Alemania y Reino Unido la confianza de la ciudadanía está incluso por debajo del 50%. “Se centran en las cuestiones de los más vulnerables, pero son defensores ineficaces de la clase media desposeída”, advierte Edelman. 

El estudio se realizó en 28 países, y representa un 13% de la población mundial total. Hubo 500 encuestados en Estados Unidos y China y 200 en los demás países. Los encuestados fueron personas con educación universitaria entre 25 y 64 años. 

Los grandes temores que surgen del estudio tienen que ver con corrupción, globalización, pérdida de valores sociales, inmigración e innovación tecnológica. 

Son legítimas expresiones de la sociedad civil inmersa en esa relación contradictoria entre los extraordinarios avances de la humanidad y los horrendos escenarios como Siria, o la obscena corrupción en que Odebrecht sumió a Latinoamérica hasta poner en riesgo las inversiones en infraestructura que necesita la región.  

Como anota Stephanie Hessel, la historia está hecha de conflictos sucesivos y aceptación de desafíos. De ahí surge el progreso y es el Estado democrático el ideal a alcanzar. Hessel, corredactor de la Declaración de los Derechos Humanos de 1948, también advierte que hay otra concepción de la historia, aquella que entiende que la humanidad marcha de catástrofe en catástrofe, visión que llevó a su compatriota el filósofo alemán Walter Benjamín a suicidarse en 1940 ante el advenimiento del nazismo. 

“Indignaos” como convocó Hessel para resistir, para dotar a la esperanza de confianza y a esta de la no violencia; o “Insumisos”, como propone Tzvetan  Todorov, aferrándose al legado de Vasili Grossman, Margarite Beber-Neumann, David Rosset, Primo Levi, Romaní, Gary Germain Talión, quienes “están ahí para ayudarnos a no desesperar”.