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24.02.17

La cubanización de la política chilena

(El Líbero) No está claro cuál será finalmente la decisión que tome el PDC. Pero lo cierto es que sería mucho más honesto transparentar que esto no se trata ni de las violaciones a los derechos humanos en Cuba ni de la condición dictatorial del Gobierno de la isla. Esto tiene mucho más que ver con qué tan roja va a ser la bandera que enarbole la Nueva Mayoría en las elecciones de 2017.
Por Patricio Navia

(El Líbero) La polémica gatillada por la negación de ingreso que hizo Cuba a Mariana Aylwin ha despertado viejos fantasmas en la coalición centro-izquierdista de Gobierno en Chile. Porque Cuba siempre retrotrae a la centroizquierda a las causas que evitaron que la Concertación incluyera al PC durante los primeros 20 años de democracia, la prohibición de ingreso a Aylwin a una ceremonia organizada por la oposición al régimen castrista constituye una oportunidad inmejorable para aquellos que quieren poner fin a la unión de la Concertación y el PC.  Aunque para algunos este hecho también refleja el doble estándar de muchos en la centroizquierda sobre su tibio rechazo a las violaciones a los derechos humanos que cotidianamente ocurren en la isla, la disputa tiene más que ver con el futuro de la Nueva Mayoría que con las víctimas en Cuba.

Mariana Aylwin viajaba a Cuba para recibir un premio a nombre de su fallecido padre, el ex Presidente Patricio Aylwin. La organización convocante, la Fundación Oswaldo Payá, es una de las pocas instancias de oposición que existen en el país. Ya que promueve la democracia y el respeto a los derechos humanos, la fundación efectivamente aspira a desestabilizar al régimen cubano, impulsando una transición pacífica a la democracia. Y es que aunque haya diferencias entre ellas, las dictaduras se parecen en su temor a que la oposición se organice, así como en su rechazo a la visita de líderes democráticos extranjeros que busquen apoyar a los disidentes.

Es verdad que las democracias también prohíben ocasionalmente el ingreso al país de personas que buscan subvertir el orden. Pero no prohíben a líderes reconocidamente democráticos que vienen a promover la democracia y los derechos humanos. De ahí que las prohibiciones que realiza Chile al ingreso de extranjeros que irrespetan los valores democráticos no sean comparables con la decisión del Gobierno cubano.

Pero nadie en su sano juicio —o al menos nadie que presuma de defender la democracia— puede justificar la prohibición del ingreso de Aylwin ni la falta de democracia en Cuba. La razón por la que muchos líderes en la izquierda han criticado a Aylwin, y otros se han abstenido de demostrarle su apoyo, está en la sospecha de que ella tiene un motivo ulterior para reclamar a viva voz que una dictadura se haya comportado como lo hacen las dictaduras. Los críticos de Aylwin dicen que la ex ministra busca generar una tensión artificial en la Nueva Mayoría para inducir el quiebre de esa coalición.

Esos críticos están en lo correcto en señalar que ella aspira a terminar con la alianza Concertación-PC. La propia Aylwin y varios otros líderes DC han explicitado esa intención. Pero los críticos se equivocan en que la tensión sea artificial. La valoración de la democracia que hacen distintos partidos de la Nueva Mayoría es diametralmente opuesta. En sus viajes a Cuba, la Presidenta Bachelet nunca ha intentado reunirse con la oposición cubana ni ha explicitado un compromiso con la defensa de los derechos humanos. Esas diferencias al interior de la Nueva Mayoría no son nuevas. Pero como el objetivo de las coaliciones políticas es sumar fuerzas para alcanzar el poder, los partidos de la centroizquierda han preferido dejar esas diferencias de lado y concentrarse en los asuntos que los unen. Por eso nació la Nueva Mayoría, para llegar al poder y para implementar un programa de gobierno que todos los partidos miembros suscribieron.

Casi cuatro años después de su creación, algunos de los partidos de la Nueva Mayoría tienen dudas sobre la conveniencia de proyectar la coalición hacia el futuro. El PDC es el partido que más dudas tiene.  Aunque la falange también tenía dudas en 2013 sobre algunas de las posturas más estatistas, las altas probabilidades de que Bachelet ganara la elección convencieron al partido de que más valía subirse al carro de la victoria, aunque estuviera pintado un poco más rojo de lo que ellos hubieran querido. Pero ahora que las chances electorales de la Nueva Mayoría parecen menores, y que hay muchas dudas sobre qué tan rojo resultará ser Alejandro Guillier —el candidato que hoy lleva la ventaja en esa coalición—, muchos democratacristianos quieren buscar el camino propio. Más que condicionar su permanencia en la Nueva Mayoría a la expulsión del PC, los separatistas del PDC quieren usar la presencia comunista como excusa para emprender nuevos rumbos electorales.

No está claro cuál será finalmente la decisión que tome el PDC. Pero lo cierto es que sería mucho más honesto transparentar que esto no se trata ni de las violaciones a los derechos humanos en Cuba ni de la condición dictatorial del Gobierno de la isla. La cubanización de la política al interior de la Nueva Mayoría tiene mucho más que ver con qué tan roja va a ser la bandera que enarbole esa coalición en las elecciones de 2017.

Fuente: El Líbero (Santiago, Chile)