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29.08.16

¿Macri se equivocó con Gómez Centurión?

(TN) Si Gómez Centurión no logra disipar las sospechas, aunque no se demuestre tampoco su culpabilidad, el Presidente habrá enviado el mensaje, tanto a la sociedad como a sus colaboradores, de que será inflexible y no le temblará el pulso cada vez que uno de ellos se meta en terreno resbaladizo y comprometa al resto del gobierno.
Por Marcos Novaro

(TN) Es lo que piensa al menos Elisa Carrió, que se reunió con el exdirector de la Aduana y se ocupó de que los medios la fotografiaran abrazándolo, en un explícito esfuerzo por incorporarlo al altar de los “luchadores contra las mafias”, en el que ella oficia de suma sacerdotisa.

Y son cada vez más los que comparten esa idea: otros referentes del oficialismo y varios periodistas bien informados han ido sumándose a esta ola de simpatía por el desplazado, estimando que la grabación en que el ahora exfuncionario parece involucrarse en un negocio oscuro fue editada para que parezca decir lo contrario de lo que él estaba comunicandoa quienes maquinaron la edición, y precisamente estaban siendo afectados por su decidido esfuerzo por terminar con tanta oscuridad. Que como se sabe en la Aduana es ama y señora desde hace décadas y lo ha sido cada vez más en los últimos tiempos.

La situación generada es bastante curiosa. Supone un nuevo problema para el gobierno, en un contexto en que ya tiene demasiados entre manos. Y se suma encima así uno autogenerado, por apurarse demasiado, o por ser excesivamente desconfiado hasta con los propios, o por ambas cosas a la vez.

Esto puede ser cierto, aunque en principio no se trata de una situación a resultas de la cual él necesariamente vaya a cargar con más costos: a diferencia de, digamos, las tarifas, el Presidente podría salir ganando incluso habiéndose equivocado.

Si Gómez Centurión no logra disipar las sospechas, aunque no se demuestre tampoco su culpabilidad, el Presidente habrá enviado el mensaje, tanto a la sociedad como a sus colaboradores, de que será inflexible y no le temblará el pulso cada vez que uno de ellos se meta en terreno resbaladizo y comprometa al resto del gobierno. Dejará claro no sólo que no es igual a Cristina, su gobierno no será un aguantadero, sino que prefiere pecar por exceso que por defecto y mejor atenerse a esa regla.

Podrá decirse que puede así desalentar a algunos de entrar a su gobierno, o debilitar la solidaridad de grupo, pero el mensaje de “no sólo hay que ser honesto sino también parecerlo”, si hace escuela, compensará esos problemas.

Del otro lado, si Gómez Centurión prueba que lo suyo fue sólo desprolijidad o descuido y que fue víctima de una operación montada por quienes se sentían amenazados por su celo y son parte del verdadero problema que sufre la Aduana, el Presidente podría todavía rehabilitarlo, dejando sentado cuál será de aquí en más su método: primero hacemos a un lado a los sospechosos y después separamos la paja del trigo, digamos.

En suma, aunque a los apurones y sin buena información para fundar sus decisiones, Macri podría salir indemne del brete en que se metió, y hasta usarlo para validar un método, que le permitirá ganar por un lado o por el otro en esta y futuras situaciones semejantes.

Aunque hay un par de inconvenientes para que esto funcione. El primero y más importante, que el escándalo no se extienda a otras áreas de la gestión y se revele que hay otros funcionarios tan o más importantes que el ex jefe de la Aduana a los que debió aplicarse el método señalado, por ejemplo, de la Agencia Federal de Inteligencia. Si es cierto como se rumorea que algunos capitostes de la nueva gestión de la AFI están detrás de negocios turbios con el comercio exterior Macri corre el riesgo quedar no solo como un líder mal informado y apresurado sino comprometido en un aspecto esencial, el papel que desea cumplir en la lucha contra las mafias.

Además está la cuestión no menor de que para la clarificación de lo sucedido con Gómez Centurión el Ejecutivo vuelve a depender una vez más de los tiempos y los criterios que desee manejar la Justicia Federal. El juez Lijo puede dar largas al asunto y no hacer nada, o puede ampliar las pesquisas, tanto hacia abajo en la cadena de mandos de la Aduana como hacia otras reparticiones del gobierno. Y es poco lo que éste, a través de la Oficina Anticorrupción o quien sea, están haciendo para evitar que esa dependencia sea total.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)