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23.03.16

Palabras memorables de Obama en Cuba

(Cubanet) Barack Obama utilizó la posibilidad de manifestarse sin censura ni intermediarios no para justificar las políticas de su nación, sino sobre todo para comunicar ideas universales de libertad y respeto a los derechos humanos. Se basó en el ejemplo de su patria —y en su propia experiencia vital— para demostrar cómo las instituciones democráticas abren el camino al verdadero progreso.
Por René Gómez Manzano

(Cubanet) Entre las actividades realizadas por el presidente de Estados Unidos durante el último día de su histórica visita a Cuba —la primera de un mandatario de ese país en casi noventa años—, resalta el discurso que pronunció el martes 22 en el Teatro Nacional. Creo que esa pieza oratoria y sus implicaciones bien merecen algunas consideraciones.

La disertación puso de manifiesto una vez más la extraordinaria facilidad de palabra de su autor. Esto no constituye una novedad para quienes hemos tenido la ocasión de escuchar diversas alocuciones del señor Obama. Pero sí ha despertado la admiración de los cubanos en general, que en su gran mayoría es primera vez que escucharon un discurso del prominente hombre público.

La barrera del idioma y la consiguiente necesidad de traducción (muy buena, por cierto, igual que las de la conferencia de prensa y el encuentro con los emprendedores) fueron factores que estuvieron presentes. Pero es fácil comprender que la experiencia de escuchar a un dirigente político improvisar con elocuencia —algo inusitado para quienes residen en la Isla—, ha resultado impactante para la generalidad de nuestros compatriotas.

El discurso del presidente norteamericano merece una comparación más: Otros líderes occidentales que nos han visitado en tiempos recientes, no han podido o no han querido dirigirse de manera directa al pueblo cubano. Entre éstos se destaca el presidente galo François Hollande. Pese a la enorme importancia que posee su país —tanto por sí mismo como por su condición de uno de los estados que encabeza la Unión Europea—, nada comparable se produjo durante su visita a Cuba.

Esa posibilidad de dirigirse en vivo por radio y televisión a nuestros ciudadanos la ha disfrutado no solamente Obama como mandatario en funciones. Bajo el imperio del “Comandante en Jefe”, la tuvo también Jimmy Carter, siendo apenas un expresidente. Surgen las preguntas: ¿Se trata de un privilegio que los dirigentes castristas sólo conceden a los representantes del “imperialismo yanqui”? ¿O es que la voluntad política de transmitir un mensaje directo al pueblo cubano existe en un caso y falta en el otro?

En su discurso, Obama repitió la respuesta —diplomática y aun subliminal— que durante la conferencia de prensa dio a la pregunta sobre por qué no iba a visitar a Fidel Castro: Debemos mirar al futuro, no al pasado. Citó casos de emprendedores que, incluso en medio de las limitaciones de todo tipo que existen en Cuba, tratan de materializar sus sueños. “Los jóvenes deberían tener esperanza en el futuro”, dijo.

Explicó por qué, aun si en los próximos días el Congreso de Washington eliminase las medidas discriminatorias contra nuestro país, sería difícil que eso se tradujera en beneficios inmediatos para la economía de la Isla y para su pueblo: “Aunque levantemos el embargo mañana, los cubanos no van a alcanzar su potencial sin hacer cambios aquí en Cuba”, expresó.

El hecho cierto es que el orador extranjero utilizó la posibilidad de manifestarse sin censura ni intermediarios no para justificar las políticas de su nación, sino sobre todo para comunicar ideas universales de libertad y respeto a los derechos humanos. Se basó en el ejemplo de su patria —y en su propia experiencia vital— para demostrar cómo las instituciones democráticas abren el camino al verdadero progreso.

La concurrencia —seleccionada al máximo, como es obvio— aplaudió cuando el orador mencionó los sistemas de educación y salud de nuestro país, o la labor que realizan los médicos cubanos en el extranjero. Pero no reaccionó cuando Obama citó la sentencia lapidaria del Apóstol Martí: “Libertad es el derecho que todo hombre tiene a ser honrado y a pensar y hablar sin hipocresía”.

Para mí, esa supuesta apatía del público no posee mayor trascendencia. Por encima del aparente sectarismo del selecto auditorio, lo importante es que el ilustre visitante transmitió a todos los cubanos —no sólo a los presentes en el teatro, sino también a los televidentes— un mensaje de democracia, libre empresa y derechos humanos, y subrayó el valor universal de estos últimos.

Debido al control totalitario que ejerce el régimen castrista sobre los medios masivos de comunicación, nuestro pueblo no suele contar con la posibilidad de escuchar ideas como ésas. Por eso estimo que todos debemos agradecer sus palabras al presidente norteamericano.

Fuente: Cubanet, Estados Unidos