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01.02.16

La cumbre de CELAC en Ecuador

(Infolatam) Esta Cumbre de CELAC ha tenido lugar en un momento de transición en las relaciones intraregionales. Lo viejo, la hegemonía bolivariana, está en claro retroceso, al tiempo que lo nuevo, cuya verdadera identidad aún se desconoce, no ha terminado de aflorar. Mientras unos insisten en seguir mirando fijamente a la estatua de Néstor Kirchner que preside la entrada a la sede de Unasur, otros esperan a los que todavía no han llegado.
Por Carlos Malamud

(Infolatam) El pasado 27 de enero se reunió en Quito la IV Cumbre de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) en un entorno festivo y costumbrista diseñado por el anfitrión Rafael Correa. Llama la atención el lugar del encuentro, la sede de Unasur (Unión de Naciones del Sur), un esquema de integración regional de ámbito distinto al de la CELAC.

Muchos insisten en que desde la perspectiva de la integración latinoamericana CELAC y Unasur no son proyectos antagónicos, incluso podrían convivir perfectamente al punto de reforzarse el uno al otro. Sin embargo, al abarcar áreas geográficas diferentes, en algún momento habrá que responder la pregunta esencial de qué se quiere integrar: ¿América Latina o América del Sur?

Para minimizar las contradicciones se abunda en las diferencias organizativas de ambas instituciones, con una CELAC carente de la más mínima estructura, sólo una presidencia pro tempore, que después de la Cumbre de Quito recayó en República Dominicana. Desde esta perspectiva se dice que la CELAC es sólo una instancia de concertación política, aunque para muchos actores regionales relevantes es algo más o debería ser algo más.

Telesur, una de las principales herramientas de la propaganda bolivariana en el continente, recordó el protagonismo de Chávez en la creación de CELAC y su mensaje de que esta “unión tiene como principal objetivo definido la integración regional sin exclusiones”. Nicolás Maduro apuntó en la misma dirección: “la CELAC está en vías de su consolidación, comienza a ser una comunidad de iguales, entre América Latina y el Caribe, donde hemos venido fundando una doctrina de integración”.

La Cumbre giró en torno a los cinco puntos trazados durante la presidencia ecuatoriana para el quinquenio 2015 – 2020: 1) pobreza extrema y desigualdad; 2) educación, ciencia, tecnología e innovación; 3) medio ambiente y cambio climático; 4) financiación para el desarrollo; y 5) infraestructuras y conectividad. En esta ocasión y tras la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU sobre el proceso de paz en Colombia, se discutió el potencial respaldo de la CELAC en la verificación del desarme. También se incluyó en la agenda la epidemia del virus del zika, que está alcanzando niveles alarmantes en algunos países americanos.

En su calidad de anfitrión el presidente Correa dio la bienvenida a sus colegas. Su alocución estuvo trufada de sus tópicos usuales y de las obsesiones que han modulado su discurso en los últimos años. Aludiendo directamente a la OEA, una institución “que jamás funcionó adecuadamente, pero que es más anacrónica que nunca”, se preguntó “¿Por qué tenemos que discutir nuestros asuntos en Washington?”, para concluir que la CELAC “debe reemplazar” a la OEA.

Tras recordar a Chávez y Néstor Kirchner, “impulsores esenciales de la integración de nuestros pueblos”, aludió al neocolonialismo y al protagonismo de las ONG en la política, al peso del capital y del mercado en la economía, a la vez que defendía el intervencionismo estatal y la propiedad pública de los recursos naturales y sectores estratégicos o al sistema interamericano de derechos humanos. Correa volvió a insistir en el Banco del Sur, sin mencionarlo explícitamente, como si el paso del tiempo no hubiera dado cuenta de su fracaso: “Estamos trabajando en una nueva estructura financiera regional, compuesta por un banco de desarrollo, un fondo común de reservas y un sistema de compensaciones para el comercio internacional”.

También resultó llamativa su alusión a Cristina Fernández en presencia de la nueva vicepresidente argentina. Es como si no quisiera reconocer que las cosas han cambiado en la región y que el peso que tenía el ALBA cuando Chávez vivía ha comenzado a declinar. Buena prueba de la transformación que está teniendo lugar fue el pedido de Maduro de “hacer un plan táctico anti-crisis económica”, que en realidad encubre su demanda de ayuda ante las serias dificultades que padece Venezuela.

En la misma línea que las Cumbres anteriores, la Declaración Final y las 20 declaraciones especiales que la acompañaron, insistieron en ciertas cuestiones recurrentes como “el bloqueo económico comercial” de EEUU a Cuba, la recuperación de las Islas Malvinas, la lucha contra la corrupción o el tratado de prohibición de ensayos nucleares. Esto no impidió que estallaran fuertes divergencias entre los gobiernos allí presentes.

Las dos más importantes involucraron a Bolivia contra Chile y a Venezuela contra Argentina. El vicepresidente boliviano Álvaro García Linera denunció a Chile por pretender bloquear su eventual candidatura a la presidencia pro tempore de la CELAC y señaló que en el caso de ejercerla “la voz de América Latina tendría mucho más peso” y su gobierno utilizaría toda su “influencia en el continente para hacer conocer el derecho de Bolivia a una salida soberana al océano Pacífico”. Por su parte, Maduro pidió que Argentina no se involucre “en los asuntos internos del Estado venezolano”, al tiempo que Gabriela Michetti, en clara alusión a Venezuela, afirmó que “es necesario superar algunas prácticas de gobierno contrarias a la defensa de los Derechos Humanos”.

En algunos sectores políticos y mediáticos colombianos había preocupación acerca del carácter partidario que podría tener una misión de verificación del proceso de paz en manos de la CELAC. En realidad, la institución como tal carece de las estructuras necesarias para garantizar un proyecto de esa naturaleza y deberían ser algunos de los estados miembros quienes lo ejecutasen.

Esta Cumbre de CELAC ha tenido lugar en un momento de transición en las relaciones intraregionales. Lo viejo, la hegemonía bolivariana, está en claro retroceso, al tiempo que lo nuevo, cuya verdadera identidad aún se desconoce, no ha terminado de aflorar. Mientras unos insisten en seguir mirando fijamente a la estatua de Néstor Kirchner que preside la entrada a la sede de Unasur, otros esperan a los que todavía no han llegado. En el camino sigue dominando la retórica, a tal punto que la pregunta por los logros concretos de la CELAC desde el momento de su creación mantiene todo su vigor.

Fuente: Infolatam (Madrid, España)