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04.09.15

En la vida hay que seguir adelante

(El Líbero) Ahora que no tiene nada que perder —ya tiene el récord de ser la Presidente más impopular en el Chile post Pinochet—, Bachelet debe sentir con fuerza la tentación a polarizar la agenda política y forzar un realineamiento del electorado entre los que quieren reformas y los que están determinados a bloquearlas.
Por Patricio Navia

(El Líbero) Ahora que su desaprobación ha vuelto a marcar un récord, la Presidenta Bachelet sentirá la tentación de polarizar la agenda política para recuperar la confianza de la base electoral de centro izquierda. Sabiendo que no tiene espacio para abandonar sus ambiciosas promesas de campaña sin pagar altos costos en su sector, y anticipando que la derecha irá por su capitulación total si ella comienza ahora a retroceder y mostrar señales de debilidad, Bachelet debiera apostar por afianzar su apoyo en el sector más fuertemente identificado con la izquierda.

Los presidentes siempre deben decidir entre gobernar para todo el país o gobernar para el sector que constituye su base de apoyo. Si aspiran a ser presidentes de todos los chilenos, los mandatarios inevitablemente deben tomar medidas que decepcionarán a sus bases más leales. En el Chile de hoy, eso significaría renunciar a la retroexcavadora. Si en cambio apuestan por satisfacer a sus bases de apoyo, eso llevará a imponer reformas radicales (como una reforma electoral o tributaria, sin los votos de la oposición).

En los próximos días, Bachelet deberá anunciar cuál es el procedimiento que ha escogido para impulsar el proceso constituyente cuyo inicio la Mandataria prometió para el mes de septiembre. En marzo, cuando arreciaba el caso Caval, la Presidenta nombró un Consejo Asesor para que hiciera propuestas contra la corrupción. Al presentar al país el informe de la comisión Engel, en cadena nacional a fines de abril, Bachelet incomprensiblemente contaminó el anuncio de la agenda de probidad con la promesa de que el proceso constituyente se iniciaría en septiembre. Esta fecha límite autoimpuesta obliga ahora a Bachelet a tener que decidir, una vez más, entre la agenda de reformas refundacionales (no hay nada más refundacional que una nueva constitución) y la estrategia de moderación y gradualidad que le ha querido imponer la clase política y que, desde el cambio de gabinete en mayo, personifica su ministro del interior Jorge Burgos.

Como Bachelet ya lleva varias semanas sin poder explicar qué significa el “realismo sin renuncia”, crece la presión para que la Presidenta opte por alguna de las estrategias. Ahora que debe estar pensando en qué hacer, la Presidenta Bachelet puede sacar lecciones de lo que ha ocurrido en Argentina, donde la Presidenta Cristina Fernández también atravesó por un periodo de profunda impopularidad. En vez de retroceder y construir grandes acuerdos con una oposición que aparecía más interesada en derrotarla que en sentarse a negociar, Cristina Fernández optó por polarizar el debate, articulando un discurso que distinguía entre buenos y malos, entre aliados y enemigos. El polarizado ambiente no le hizo bien al país, pero sí ayudó al gobierno, que logró mejorar su aprobación. Hoy, a meses de dejar el poder, la Presidenta de Argentina goza de una respetable aprobación y el principal candidato de oposición se esmera en no criticarla abiertamente. Después de todo, el principal abanderado opositor, Mauricio Macri, ya tiene asegurada la votación de los detractores de Cristina. Para ganar, necesita el voto de gente que ve con buenos ojos el desempeño del gobierno.

En Chile, Bachelet no ha necesitado polarizar el discurso. Después de todo, la oposición ha estado más interesada en negociar que en destruir a Bachelet. Ha habido espacio para negociar y construir acuerdos.  Pero a medida que se acerque el nuevo ciclo electoral —con las primarias en junio de 2016 para las municipales de octubre—, la derecha también comenzará a ver los beneficios electorales de la polarización. Como ya sufrió un revés en las municipales de 2012 —y como tiene pocos nombres atractivos de candidatos para recuperar comunas que hoy están en manos de la Nueva Mayoría—, la derecha buscará convertir la elección en un plebiscito sobre la gestión de Bachelet. Por eso, el espacio para la negociación y los acuerdos se reducirá a medida que se acerque el nuevo ciclo electoral. Por eso mismo, por todos lados aumentan los incentivos para que Bachelet polarice el discurso.

Respondiendo a esos incentivos, en una declaración el miércoles 2 de septiembre, la Presidenta aseguró que “en la vida hay que seguir adelante… Y no importa ni las trampas que nos pongan en el camino…”  Aunque hubiera sido más honesto reconocer que el gobierno se ha tropezado por su propio apresuramiento y desprolijidad, la frase clave en la declaración de la Presidenta está en su determinación a seguir adelante.

Ahora que no tiene nada que perder —ya tiene el récord de ser la Presidente más impopular en el Chile post Pinochet—, Bachelet debe sentir con fuerza la tentación a polarizar la agenda política y forzar un realineamiento del electorado entre los que quieren reformas y los que están determinados a bloquearlas. Aunque no sea lo mejor para Chile, un escenario de polarización será mejor para el gobierno que el mayoritario rechazo ciudadano que hoy experimenta.

Fuente: El Líbero (Santiago, Chile)