Artículos

01.04.15

Camporitas

(Diario Río Negro) Fueron los crueles totalitarismos del siglo XX -nazifascistas y comunistas- los que descubrieron antes que nadie que había que movilizar a toda la sociedad sin dejar ningún resquicio, y esto incluía especialmente explotar la energía de los jóvenes y la inocencia de los infantes. En un país en el que casi no podemos acordar en nada, al menos pongámonos de acuerdo en algo: los pibes no deben ser manipulados por ninguna fracción que lucha por el poder.
Por Antonio Camou

(Diario Río Negro) No hay caso. Pese a que a veces hago el esfuerzo, no logro ponerme de acuerdo con la Sra. presidenta. Allí donde ella se entusiasma, yo me inquieto; donde ella se regocija, yo me preocupo; cuando ella festeja, yo me alarmo.

Nuestro último desencuentro se desencadenó por la reciente movilización a Plaza de Mayo el Día de la Memoria, el 24. Luego del acto la Sra. Cristina Fernández de Kirchner compartió una serie de fotos por las redes sociales. En una de ellas se observa marchar a una fila de niños con las remeras de la agrupación liderada por su hijo Máximo, La Cámpora. Después de destacar que se trata de "jóvenes organizados", escribió: "El futuro, irreversible. La prueba irrefutable: los chicos. Mirá los camporitas de Mar del Plata".

Frente al drama urgente de la niñez sumida en la pobreza (que el gobierno se niega a documentar) o ante los chicos trágicamente reclutados como "soldaditos" del narcotráfico (que el oficialismo se empeña en ignorar), la perspectiva de ver desfilar contingentes de "camporitas" puede ser juzgada un hecho menor. Pero creo también que corresponde estar en guardia frente a estas manifestaciones antes de que haya que lamentar impredecibles consecuencias.

Niños nazis

Como soy un poco mal pensado, la imagen me hizo recordar lo obvio: fueron los crueles totalitarismos del siglo XX -nazifascistas y comunistas- los que descubrieron antes que nadie que había que movilizar a toda la sociedad sin dejar ningún resquicio, y esto incluía especialmente explotar la energía de los jóvenes y la inocencia de los infantes. Pero ese recuerdo me llevó también a releer una lúcida y desgarradora reflexión de Héctor R. Leis acerca de la incorporación de menores de edad a estructuras subordinadas a organizaciones guerrilleras: "La ley protege a los menores precisamente porque conoce su fragilidad, sabe la facilidad con que se motivan en una dirección o en la opuesta... La ley sabe también que los jóvenes no miden correctamente las consecuencias de sus actos, no tienen control pleno de su voluntad, viven en un tiempo eterno donde todo les parece posible. Por eso la ley manda al Estado que proteja a los menores y criminalice a los adultos que los utilizan para realizar actividades que puedan representar riesgos para su salud física y mental. Aun el consentimiento de los menores no elimina la responsabilidad de los adultos. En otras palabras, la ley protege a los menores de sí mismos". Pero Leis no hablaba sólo del pasado, también estaba denunciando un presente en el que "militantes kirchneristas van a las escuelas para fomentar en los jóvenes decisiones políticas que deberían venir mucho más tarde". Por eso, concluía: "Cuando vemos que desde el gobierno o desde cualquier otro lugar se convoca a los jóvenes en nombre de utopías de antagonismo, sepamos que hay un riesgo, que alentar en los jóvenes una cultura cívica de insultos y agresiones puede llevarnos otra vez a la violencia".

No quisiera exagerar las similitudes entre aquella tragedia y esta farsa, pero tampoco querría subestimar sus parecidos, hijos de una misma matriz política. Aunque en este punto vale una aclaración: lo que cada quien hizo, o dejó de hacer, en los años 70 es harina de otro costal, pero el "setentismo" enarbolado desde el presente es -entre otras cosas- una vindicación de la absorción total de los individuos por un proyecto de poder que no reconoce límites morales o institucionales y que perfora cualquier esfera de autonomía (se trate de la Justicia o de la provisión de información objetiva sobre la realidad social). Como aquella herencia simbólica no es estática, su legado viene tamizado hoy por el cinismo cortoplacista que campea en la política criolla desde hace ya muchos años y que autoriza a decir o hacer cualquier cosa para lograr un interés coyuntural y en la vuelta siguiente hacer o decir todo lo contrario.

Sobre ese deletéreo trasfondo no me extrañaría que algún fanático o un obsecuente decidiera ejecutar sistemáticamente uno de los últimos estropicios que a la política argentina le falta por perpetrar: el encuadre político-partidario de niños y niñas.

En un país en el que casi no podemos acordar en nada, al menos pongámonos de acuerdo en algo: los pibes no deben ser manipulados por ninguna fracción que lucha por el poder. Ellos tienen ese derecho. Nosotros, la obligación de protegerlos.

Fuente: Diario Río Negro (Río Negro, Argentina)