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06.03.15

Terremoto y Tsunami Penta

(El Líbero) Así como los terremotos y tsunamis son parte de nuestra historia y solo podemos prepararnos para minimizar las pérdidas cuando vuelvan a ocurrir, los partidos también deberían prepararse para reducir al máximo posible los costos de los escándalos por financiamiento de campaña que se producirán en el futuro.
Por Patricio Navia

(El Líbero) Así como las muertes producidas por el tsunami de 2010 fueron más dolorosas que las causadas por el terremoto (en tanto se pudieron haber evitado), el efecto del tsunami Penta que recién se comienza a dar en la derecha también pudo haberse evitado si la UDI hubiera reaccionado de mejor forma cuando las revelaciones de Hugo Bravo gatillaron el sismo inicial.

Así como los países sísmicos saben que los terremotos son inevitables, los partidos políticos deben estar preparados para enfrentar escándalos por el financiamiento ilegal de las campañas. Después de todo, el costo de hacer campaña aumenta exponencialmente cuando los países se desarrollan. Mientras menos pobreza hay, más difícil es ganar votos con entrega de regalitos. A mayor ingresos de las personas, más difícil es llegar a ellos a través de la publicidad. Más aun, cuando hay voto voluntario, los costos de campaña implican también el acarreo de votantes para que cumplan con su derecho cívico. A sabiendas que un gasto superior al permitido ayuda a mejorar la posibilidad de ganar, los candidatos pueden caer en la tentación de violar la ley para optimizar sus chances. Por eso, aunque se sepa solo de algunos que aparecen pidiendo ayuda —un raspado de la olla— para enfrentar sus campañas, es innegable que existe la tentación de gastar más allá de lo que permite la ley, sin necesariamente reportar ese gasto o permitiendo que los donantes rebajen impuestos a través de la emisión de boletas y facturas ideológicamente falsas.

Porque es parte de la geografía, los partidos debieran estar tan preparados para enfrentar escándalos producidos por políticos que no respetan las reglas como los países sísmicos se preparan para hacer frente a los inevitables terremotos.

En 2010, en general, Chile salió bien parado del terremoto. Hubo algunos edificios que no resistieron, pero en general el país demostró estar preparado para enfrentar un terremoto de esa magnitud. En cambio, Chile estaba pobremente preparado para enfrentar un tsunami. A diferencia de los terremotos, que golpean sorpresivamente, siempre hay valiosos minutos para tomar precauciones que minimicen el costo en vidas que producen los tsunamis. Lamentablemente, la lenta e insuficiente reacción del gobierno y de las instituciones responsables de enfrentar la crisis coadyuvó a que aumentara el número de víctimas fatales.

El caso Penta también puede ser analizado como un terremoto seguido de un tsunami. El golpe inicial sorprendió a todos. Si bien existían rumores sobre la participación de Penta en el financiamiento de campañas de la UDI, no había razón para sospechar de posibles delitos tributarios. Cuando estalló el escándalo, la UDI fue el principal partido afectado. Las revelaciones de correos electrónicos que involucraban a los senadores Iván Moreira y Ena Von Baer, al diputado y presidente del partido Ernesto Silva, al ex subsecretario Pablo Wagner y al ex senador Jovino Novoa produjeron un daño innegable a la credibilidad del partido. Como fue sorpresivo, parece difícil imaginar que la UDI pudo haber hecho algo para evitar que ese escándalo golpeara fuertemente el ánimo de sus militantes y la reputación del partido.

Pero hoy, varios meses después de que estallara el escándalo, es incomprensible que el tsunami de la audiencia de formalización de los involucrados en el Caso Penta esté causando estragos adicionales a la reputación de la UDI. Habiendo tenido meses para prepararse para este tsunami —cuya fecha se conoció hace varias semanas—, la UDI optó por la misma estrategia de negación y voluntarismo que tuvo el gobierno de Bachelet en los minutos y horas posteriores al terremoto de 2010.

Si bien la UDI separó formalmente del partido a Pablo Wagner, los senadores Moreira y Von Baer siguen como militantes activos. Moreira es vicepresidente del partido. Es más, Von Baer ni siquiera ha reconocido culpa. Lo suyo, dijo, fue un error involuntario. Pese a haber sido socio de Wagner en una empresa que participó del escándalo— y estar familiarmente involucrado con uno de los controladores de Penta, el Presidente de la UDI se obstinó en no dar un paso al costado. Incluso en el día de las formalizaciones, el diputado UDI Gustavo Hasbún envió un mensaje de texto expresando su respeto a Carlos Délano, uno de los principales involucrados en el escándalo y quien ya ha pagado millones de pesos al fisco con el fin de corregir sus declaraciones tributarias de los últimos años.

Así como los terremotos y tsunamis son parte de nuestra historia y solo podemos prepararnos para minimizar las pérdidas cuando vuelvan a ocurrir, los partidos también deberían prepararse para reducir al máximo posible los costos de los escándalos por financiamiento de campaña que se producirán en el futuro. Frente al tsunami de la formalización en el caso Penta, la UDI demostró estar tan mal preparada como el gobierno de Bachelet cuando debió enfrentar el tsunami post terremoto de 2010.

Fuente: El Líbero (Santiago, Chile)