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03.03.15

Nemtsov y Nisman: Rusia y Argentina y una misma percepción internacional

Argentina forma parte hoy de la misma categoría de naciones que Rusia, Venezuela, Ecuador, Nicaragua, y se ubica apenas por encima de Irán y Egipto en la consideración internacional. Se trata de populismos autoritarios en naciones emergentes.
Por Pablo Díaz de Brito

El asesinato brutal del opositor Boris Nemtsov en Moscú se interpreta universalmente como otro crimen mafioso del Kremlin de Vladimir Putin, sin margen serio de dudas. Los argentinos deberían tener conciencia de que "afuera" el crimen del fiscal Alberto Nisman se interpreta de manera similar, sino idéntica. Porque Argentina forma parte hoy de la misma categoría de naciones que Rusia, Venezuela, Ecuador, Nicaragua, y se ubica apenas por encima de Irán y Egipto en la consideración internacional.

Se trata de populismos autoritarios en naciones emergentes. Esta percepción puede considerarse exagerada, porque, efectivamente, en Argentina hay mayores márgenes de libertad que en Venezuela o Rusia. No por mérito del kirchnerismo, que acumuló todo el poder que pudo, sino de la sociedad, que le puso límites. Y este año el kirchnerismo se termina por imperio del voto popular. Una alternativa que no existe en Venezuela, ni mucho menos en Rusia.

Pero ahí está esa percepción internacional, firmemente instalada a partir de la conducta esperpéntica de un gobierno que, en plena retirada, parece decidido a acentuar sus peores costumbres autoritarias. Esa mala imagen ya existía mucho antes de la muerte de Nisman y desde esa fecha fatal quedó plenamente ratificada. Será toda una tarea para el futuro gobierno intentar cambiarla.

La nueva embestida de CFK contra el fiscal muerto en su discurso de apertura del año legislativo ("es un escándalo, un bochorno para los argentinos"), no sirve precisamente para cambiar ese juicio universal sobre un gobierno del Tercer mundo al que desde hace años se lo ve acostumbrado a comprar aliados y cubrir de agravios amenazantes a adversarios, que recurre rutinariamente a expedientes ilegales (los temibles "carpetazos", de los que el periodismo local ya habla sin escandalizarse, analizándolos como un dato más del juego político). Un gobierno que se mueve al mismo nivel de ejercicio bestial del poder crudo del Estado que Putin, Maduro, Evo Morales, Rafael Correa.

La súbita fama de Argentina como país "narco" refuerza esa imagen sórdida y violenta. Otro crimen que está en la misma línea es el encarcelamiento ilegal del alcalde de Caracas, Antonio Ledezma. Por ahora, Ledezma está vivo. Los tres gobiernos, o regímenes, se defienden con el gastado argumento del complot, del "golpe blando" (un discurso creado, o al menos puesto a circular, por Hugo Chávez a propósito de la ola de protestas populares de la Primavera Árabe de 2010-11, que había puesto en riesgo o hecho caer a varios de sus mejores aliados, como el genocida sirio Assad y el también genocida Khadaffy, a los que el coronel venezolano defendía enfáticamente).

Ahora, Maduro repite esa cantilena. Como se sabe, CFK ha retomado ese débil argumento defensivo-ofensivo. Sólo convence a los ya convencidos, un reducido círculo de militantes que no alcanza para cubrir la Plaza de Mayo.

Ocurre que en Argentina, envueltos en las furiosas discusiones diarias propias de los estertores del kirchenirsmo, no damos suficiente atención al "afuera". Basta enumerar la cobertura que recibe la muerte violenta de Nisman: New York Times, CNN, The Washington Post, Wall Street Journal, y las demás cadenas de TV y grandes diarios de Estados Unidos; The Guardian, BBC, los mayores diarios de España, Italia y Francia (Corriere della Sera, La Stampa, Le Monde, Le Figaro), hasta en Medio Oriente, Haaretz (el más influyente diario progresista de Israel); y por supuesto, todos los medios que forman opinión en América Latina, desde Folha de Sao Paulo a El Mercurio de Santiago. Así que ya casi no importa si Nisman fue asesinado o no (la impresión general es que lo fue, y por mano del gobierno).

Pero lo que cuenta es el juicio que se ha formado, tanto en la sociedad argentina como, para este análisis, "afuera", a partir de la abrumadora secuencia: denuncia contra el gobierno seguida de la muerte violenta horas antes de declarar ante el Congreso. Vino luego el pésimo manejo judicial del caso y el igualmente pésimo manejo político y comunicacional del gobierno. El fallo, con estilo de libelo, del juez Rafecas, no hizo sino confirmar esa impresión inamovible de Tercer mundo violento con débil cobertura institucional que hoy flota sobre la Argentina. "Afuera" ven a un gobierno de rasgos objetivamente populistas y autoritarios en retirada que reacciona con furia ante un fiscal que era "suyo" y de pronto lo denuncia por un gravísimo delito, encubrimiento de un crimen de lesa humanidad. De fondo, un oscuro acuerdo con Irán, cuyo régimen clerical ni siquiera se muestra muy interesado. Porque, a diferencia de la Bolivia de Evo o la Venezuela de Maduro, la alianza de

Argentina con Irán no se ve ni se siente, no queda claro si realmente existe. Lo que sí existe es la voluntad del gobierno argentino de mostrar un viraje neto de su política respecto a Irán, en un contexto de alejamiento de Occidente y acercamiento igualmente brusco a sus adversarios (China) y enemigos jurados (Rusia, Irán).

Queda claro también el alto costo político del memorando, de su terrible imagen internacional, de los aliados locales de Irán puestos bajo los focos por las escuchas de Nisman. Se trata de una banda de marginales antisemitas a sueldo, no se sabe si del Estado nacional o de un régimen extranjero. Más allá de la suerte judicial que corra la denuncia de Nisman contra CFK, el daño de la fatal secuencia mencionada está hecho. Es terrible, y no afecta solamente al crepuscular gobierno kirchnerista. Como el caso Petrobras en Brasil, el daño principal es para la imagen del país, mucho más allá del gobierno. Ratifica y remacha esa imagen-juicio de país de Tercer mundo violento, ilegal, sórdido, venal y una larga lista de adjetivos que las naciones desarrolladas y serias asocian con estos escenarios lejanos y esperpénticos.