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25.11.14

Scioli puede ganar en primera vuelta o no pasar a la segunda

(TN) La apuesta de Scioli es llegar bien a la primera vuelta, pero parece pasar por alto, igual que hicieron los adversarios de Cristina en 2011, el impacto que van a tener los resultados de las PASO: si en ellas uno de los candidatos de oposición logra despegar, aunque no sea por mucha diferencia, tendrá grandes chances de generar una ola de adhesiones a su favor en la primera vuelta de octubre.
Por Marcos Novaro

(TN) El kirchnerismo no es consecuente en sus ilusiones, pero mientras las abraza lo hace con entusiasmo. La última es que el hasta hace poco odiado Daniel Scioli les asegure seguir si no ejerciendo la suma del poder al menos una parte sustancial del mismo, ganando en primera vuelta con el 40% frente a una oposición dividida.

Tan entusiasmados están los seguidores de Cristina con la idea, que hasta se muestran dispuestos a hacer con el motonauta lo mismo que con el Papa Francisco, borrar todos los improperios que les mereció hasta hace pocos días, fotografiarse hasta el cansancio agarrados a sus faldones y llenarlo de elogios.

LA ILUSIÓN OFICIAL

La ilusión oficial parece avalada por algunos datos que hablan más del pasado que del presente y del futuro. En primer lugar, una tendencia de los últimos años a que los gobernantes salientes logren colocar a sus sucesores. Habilidad que fue más bien una excepción que una regla en la política argentina y que necesitó de un contexto económico y fiscal que ya no existe.

Duhalde puso a Néstor, con dificultades pero lo puso, Néstor puso a Cristina con muchos menos problemas, y Cristina directamente se puso a sí misma por otros cuatro años.

Pero en todas esas ocasiones la economía crecía a un ritmo de entre 6 y 10% anual, el gasto público y los salarios subían bastante más rápido que la inflación, y las cuentas nacionales eran, aunque decrecientemente superavitarias, más o menos solventes. Tres cosas que hace ya tres años que se han perdido.

Segundo, es cierto que Cristina retiene una popularidad considerable, pero en ella se expresa más una valoración nostálgica de lo que fue y ya no es, que una apuesta a futuro.

Más todavía: las simpatías hacia ella parecen alimentarse más que nada de un extendido temor a lo que se viene, y no por la razón que da el oficialismo, que “la derecha” está por hacerse del poder y echar a perder la “década ganada”, sino porque se estima que cualquieras sean las intenciones del futuro gobierno va a tener que pagar una fiesta tan irresponsable como insostenible, de la cual a la gran mayoría sólo han llegado migajas.

Estos temores pueden alimentar un voto conservador a favor de Scioli. Pero sólo a condición de que nadie sea capaz de movilizar otras expectativas y sentimientos. Y nadie hasta aquí ha ganado una elección presidencial basándose sólo en el temor.

LOS NÚMEROS DE DANIEL

Veamos entonces algunos números. Los sciolistas calculan su piso cerca de los porcentajes obtenidos por el oficialismo tanto en 2009 como en 2013, entre 30 y 32 puntos. Y estiman que con ampliar el festival de bonos ya hoy en curso (mejor todavía si va acompañado de un arreglo con los holdouts) se podrá financiar una mínima recuperación económica, que haga que el año 2015 se parezca un poco menos que el actual a aquellos momentos de crisis. 

Si a eso sumamos la fragmentación de la oposición entre al menos tres fórmulas, y el plus que ofrece el perfil propio que Scioli ha construido para sí en estos años, no le faltaría mucho para llegar bien instalado como la opción de menos riesgo. Y ganar en primera vuelta.

Por otro lado, bastaría con que los peronistas crean en esa posibilidad para que se detenga la sangría hacia el massismo, y por tanto se polarice en alguna medida la votación de las PASO entre el bonaerense y Macri, con lo cual las chances del primero de ganar en octubre serían aún mayores.

Todo esto parece razonable y viable. Pero supone que la sociedad es un campo más o menos inerte y que se comportará en adelante como se vino comportando en el pasado; que, como dijimos más arriba, dado que se acomodó hasta aquí a los parámetros del proyecto kirchnerista, se acomodará a lo que se presenta como su continuación, por temor a alternativas fragmentarias.

El cálculo sciolista da por supuesto también que volver a hacer que la economía crezca sin un ajuste del gasto público y sin generar una mínima confianza en la economía privada es algo sencillo. Y lo cierto es que aun mediando un arreglo con los holdouts, las chances de reactivación son escasas.

LA SITUACIÓN ECONÓMICA EN LA MIRA

Salvo los economistas que asesoran a Scioli, hay un consenso bastante generalizado de que en el mejor de los casos la situación cuando se llame a las urnas será de estancamiento, en niveles bastante más bajos que cuando se votó en 2013. Y la economía entonces recordemos todavía algo crecía, la soja estaba a 550 dólares y la inflación no llegaba al 30%. 

Para no hablar de los avances en las investigaciones de la corrupción oficial, desde Amado Boudou a la propia Presidente, y de los desastres cada vez más visibles que dejó una década larga de políticas ineficientes en seguridad, transporte, educación, etc.

Supone por último que los opositores no mueven sus fichas, ni hacen apuestas estratégicas.

Lo que es cierto que algunos desaguisados de FAUNEN parecen confirmar, pero no habría que generalizar. Al menos no después de las muestras que han dado tanto los radicales en el interior, como Macri y Massa a nivel nacional, de saber aprovechar sus escasos recursos institucionales y organizativos para volverse competitivos.

Y lo cierto es que ellos tienen a la mano un recurso muy útil para superar la fragmentación que los afecta, y que en alguna medida podrán utilizar sus votantes aun cuando los dirigentes se vean impedidos de cooperar.

La apuesta de Scioli es llegar bien a la primera vuelta, pero parece pasar por alto, igual que hicieron los adversarios de Cristina en 2011, el impacto que van a tener los resultados de las PASO: si en ellas uno de los candidatos de oposición logra despegar, aunque no sea por mucha diferencia, tendrá grandes chances de generar una ola de adhesiones a su favor en la primera vuelta de octubre.

Uno de los datos de las encuestas que en las visiones simplistas sobre los “pisos electorales” se desestima es la gran labilidad de las adhesiones: el porcentaje de gente que dice estar dispuesta a cambiar de opinión de aquí al momento de la votación es muy alto, entre un 40 y un 50%; lo que es acorde con un escenario de alta competencia entre candidatos que se parecen bastante, y prueba la fuerte disposición a emitir un voto estratégico, más allá de identidades o preferencias fijas.

Así las cosas, mientras Scioli sueña con cómo va a llegar a octubre, los opositores podrían concentrarse en la votación de agosto, a sabiendas de que lo que definirá el resultado final será su situación relativa en el campo que comparten, y donde se ubica ya hoy alrededor del 60% del electorado.

El PANORAMA SEGÚN EL RIVAL

Consideremos ahora lo que resultaría según cuál de los opositores con más chances, Massa o Macri, tomen ventaja en las PASO.

Si es Massa, muchos más peronistas igual que no peronistas tendrán motivos para subirse a su carro triunfal y por tanto el famoso piso de Scioli podría rápidamente perforarse, si no es que ya desapareció antes por efecto del mal clima económico.

Si es Macri el que sale aventajado en agosto, bien podría suceder que el voto de Massa se divida entre seguir al jefe del PRO o volverse al PJ; pero también puede pasar que la previsión de un triunfo macrista quite incentivos para mantener la adhesión oficial de todos aquellos kirchneristas más convencidos que sólo toleran a Scioli si puede ganar, así como de muchos peronistas que, puestos a perder podrían preferir hacerlo con alguien pueda ofrecer un nuevo liderazgo.

Por ahora todos los pronósticos son especulativos. Pero a la hora de especular, conviene por lo menos tener en cuenta lo que puede suceder, y no sólo lo que ha venido sucediendo.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)