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29.09.04

EL SÍNDROME DEL AÑO Y MEDIO

Por Carlos Fara

Cuando Alfonsín cumplía un año y medio de gobierno, y la inflación empezaba a cerrarle todos los pasos, salió adelante con el Plan Austral. Cuando Menem llevaba unos 20 meses y los precios de las góndolas volvían a escaparse, pone a Cavallo de ministro y empieza su época de esplendor. De la Rúa a los 15 meses cambia a Machinea por López Murphy y Cavallo, sucesivamente, aunque en esta oportunidad sin éxito.

Kirchner a los 15 meses, prácticamente sin cambios de gabinete, y no siendo la crisis económica lo que obliga a pegar un golpe de timón por primera vez en 20 años, ha hecho algunos cambios tácticos que frenaron su deterioro. Su gestión había caído del 60 % de imagen positiva en diciembre, según nuestras mediciones de la zona metropolitana, al 40 % en mayo cuando cumplió un año. Ahora se ubica en el 42 %, lo cual significa que estadísticamente frenó la caída y quizá recupere algo de lo que perdió por el camino.

Pareciera que entre los 15 y 20 meses de gestión los presidentes caen en la cuenta de que efectivamente hay cosas que no funcionan. Es lógico: cuesta adaptarse a otra geografía, otra lógica, otra dimensión y otra magnitud de desencantos.

Por suerte, ya no es la inflación lo que obliga a reaccionar. Sin embargo, dominar la inseguridad, la pobreza y la desocupación requerirán mucho más tiempo y esfuerzo que frenar los aumentos exacerbados de precios.

Dijimos en esta misma columna que el gobierno al cumplir un año estaba sufriendo un fuerte desgaste producto de dos cuestiones: la persistencia de problemas en la gestión y el conflicto político inducido desde el propio oficialismo. ¿Por qué el gobierno se estabiliza? Porque modifica cuestiones en esos dos aspectos. Deja la confrontación como política permanente, sellando una paz con Duhalde, bajando el perfil del propio presidente y de sus voceros habituales, administrándolo con inteligencia. Cambia de actitud con respecto a los piqueteros, hace cambios en seguridad, aumenta las jubilaciones, sube el salario mínimo.

Sobre todo llama la atención el aprendizaje en el plano comunicacional. El gobierno parece haber encontrado el manual de la buena comunicación política. La actitud frente a la marcha de Blumberg fue todo un acierto. La respuesta del jefe de gabinete a la mamá de Nicolás había sido demasiado. El presidente empezó a comprender que salir a poner la cara sistemáticamente y con fuerza no siempre es un buen negocio.

Hay muchos dirigentes que siguen estrictamente el principio de que todo debe ser contestado, porque lo importante es tener la última palabra en un intercambio de declaraciones. Sin embargo, en política no siempre es cierto que el que calla otorga. Sí, algo otorga. Pero el costo que se paga es más barato que la respuesta encendida.

Resultado de todo esto: crece la aprobación de la política económica, de la negociación de la deuda, sube la cantidad de gente que está en desacuerdo con que el presidente se pelea todo el tiempo, se recupera la imagen de los ministros y mejoran las expectativas sobre el futuro personal (aunque no sobre el país). El presidente parece estar presidiendo y no jugando a la política.

Pero quizá lo más importante de todo no está en la superficie, sino debajo del agua. La aprobación al gobierno que venía siendo más alta en la Capital que en el GBA, ahora se invirtió: el conurbano aplaude más. Al mismo tiempo, y en consonancia con lo que se apuntaba recién, el apoyo era más elevado en los sectores medio altos que en la clase baja superior e inferior (50 % de la población aproximadamente). Ahora perdió espacio en el bloque alto sobre todo. De todos modos, cabe apuntar que en el sector marginal (20 % de la sociedad metropolitana) siempre fue donde más elogios recogió. Ahí es donde llega su hermana Alicia, donde más se sienten los planes sociales.

Si este cambio cualitativo se mantiene en el tiempo, el presidente habrá logrado una gran cosa: pararse desde su base. Un presidente justicialista puede ganar más o menos espacio en los sectores medios, pero es políticamente inviable trocar unas fichas por otras. A la inversa se podría aconsejar a un mandatario radical.

La escena culminante de la película china "Héroe" se produce cuando un guerrero, que supuestamente tenía como intención asesinar al emperador que estaba unificando el país, le realiza un falso ataque mientras le dice: "Ud. debe comprender que la misión del guerrero es desechar la espada". Kirchner puso sus armas en reposo ¿por cuánto tiempo?".