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28.05.14

Irán: una sentencia para un acuerdo indefendible y oneroso para la Argentina

Irán jamás cumplió el compromiso firmado, ni pensaba cumplirlo nunca, ni había dado un paso, ni un gesto formal. Nada de nada, en un año y medio. Y nadie medianamente informado en el mundo cree, ni creía antes del fallo, en esa posibilidad, que Timerman insistió en presentar como real y sólo bloqueada "por dos jueces" argentinos. Jamás se comprendió qué ganaba Argentina con este memorando.
Por Pablo Díaz de Brito

El fallo judicial que consideró inconstitucional el memorandum de entendimiento de la Argentina con Irán parece otro indicador de fin de época del kirchnerismo. Difícilmente se hubiese visto una sentencia tan contundente hace apenas un par de años. Tanto la sentencia como la reacción oficial inmediata -apelación a la Corte Suprema, con improperios del canciller Hctor Timerman incluidos- confirman que el memorando es un hecho incomprensible, un acto muy oneroso en términos de relaciones exteriores y de imagen internacional del país. Pero el gobierno insiste con el imposible acuerdo con Teherán, al menos la Cancillería lo hace.

La reacción inicial de Timerman vale una cita extensa: "A partir de hoy, Irán puede decir que si no se avanza es culpa de la Argentina, porque dos jueces han vedado seguir avanzando en la causa. ¿Quién puede estar contento hoy de que no haya indagatorias y, por lo tanto, no haya juicio? Solamente aquellos que no quieren que se conozca la verdad. Los que más están celebrando son los imputados iraníes, gracias a dos jueces argentinos". El canciller de la República Argentina habla sobre unas frustradas y futuras citaciones e indagatorias de la Justicia argentina en Irán. Cabe preguntarse si delira, si ha perdido el sentido de la realidad. Es cierto, el régimen islámico se aprovechó del fallo de la Cámara Federal y "lamentó" el presunto impedimento del acuerdo. Y también es cierto que una semana después Timerman hizo una inusual aparición en un canal de TV para argumentar con mayor razonabilidad y equilibrio en favor del memorandum. También parece cierto que otro sector más razonable del gobierno puja para dar por caído el acuerdo en el Parlamento.

El punto es que todos saben que Irán jamás cumplió el compromiso firmado, ni pensaba cumplirlo nunca, ni había dado un paso, ni un gesto formal. Nada de nada, en un año y medio. Y nadie medianamente informado en el mundo cree, ni creía antes del fallo, en esa posibilidad, que Timerman insistió en presentar como real y sólo bloqueada "por dos jueces" argentinos.

Jamás se comprendió qué ganaba Argentina con este memorando, de manera que siempre sobrevoló la sospecha de un acuerdo secreto con Irán. Y es que darle oxígeno a Teherán en su momento de mayor aislamiento internacional, como hizo Argentina con el acuerdo (por poco oxígeno que fuera), sólo podría tener una contraprestación en algún terreno que no sería, ciertamente, el de la causa Amia. Como la marcha y contramarcha con Rusia a propósito de Crimea en la ONU, el tratamiento del caso Amia-Irán da toda la impresión de un gobierno que se mueve, o bien a impulsos emocionales en política exterior, o bien que intenta rupturas y cambios de frente sin un plan claro, con el solo objetivo inmediato de molestar a Washington y sumar fuerzas al confuso campo "antiimperialista". Eso hizo Argentina - siempre dentro de la pequeñez de su influencia - en el caso iraní, y nada menos que en el terreno específico de la lucha antiterrorista global y bajo la presidencia iraní de Ahmadineyad. Le dio aire a un régimen y un presidente exportadores de terrorismo islámico y, y justo a propósito de un atentado terrorista. La Venezuela chavista bien podría haber actuado de intermediaria, dado que es aliada orgánica de Irán desde hace años.

En todo caso, el gobierno kirchnerista encara su último tramo haciendo las cosas mal  - también - en política exterior. Dejará en esta delicada área una pesadísima herencia que los futuros gobiernos deberán remontar a partir de un mensaje de cambio categórico, neto, desde el mismo inicio de la futura administración. No ser tarea fácil convencer al mundo que Argentina será desde 2016 una nación seria con una diplomacia profesional, y que los tiempos de los exabruptos del canciller Timerman han quedado atrás para siempre.