Artículos

10.02.14

Gelman, Reato, Verbitsky y el insoportable fastidio de la autocrítica

Me parece que en lugar de hablar de argumentos inconsistentes, Verbitsky debería explicar de una manera consistente cómo fue que a pesar de haber sido un oficial montonero hasta el año 1977 logró sobrevivir tranquilamente bajo la dictadura, sin abandonar el país, como sí tuvieron que hacerlo –para salvar la vida- el mismo Juan Gelman y otros personajes bastante menos comprometidos que él.
Por Daniel Perez

Una instructiva controversia enfrenta en estos días a dos contendientes de desparejo valor, que podríamos presentar así: en este rincón el periodista Horacio Verbitsky, un marxista con las ideas momificadas en los tiempos en que el leninismo y el castrismo amenazaban con comerse al mundo…  y en este otro rincón Ceferino Reato, un escritor que a la hora de elegir entre el prestigio de los mitos y la sencillez de los hechos reales siempre elige la segunda opción, como lo demuestran sus rigurosos y bien documentados libros sobre nuestros terribles años ‘70 (*).

La controversia comenzó luego de la muerte de Juan Gelman, a consecuencia de las notas que Reato publicó en La Nación y Perfil, basadas en la carta que Oscar Del Barco le dirigió a Gelman en noviembre del 2004, donde el filósofo cordobés asumía su responsabilidad personal en las muertes de Adolfo Rotblat y Bernardo Groswald –los dos jóvenes asesinados por orden de Jorge Ricardo Masetti a fines de 1963, cuando el Che Guevara intentó montar un foco guerrillero en Salta-, y le reclamaba una actitud semejante al desaparecido Gelman.

Cuando Del Barco refiere su propia conducta de aquellos días con frases como ésta: “En ese momento me di cuenta clara de que yo, por haber apoyado las actividades de ese grupo, era tan responsable como los que los habían asesinado”; o esta otra: “Gelman y yo fuimos partidarios del comunismo ruso, después del chino, después del cubano, y como tales callamos el exterminio de millones de seres humanos que murieron en los diversos gulags del mal llamado socialismo real", el significado de su carta no deja lugar a dudas; en buen romance, y de acuerdo con la definición del diccionario de la Real Academia Española, Del Barco se hace una filosa autocrítica; es decir, un “juicio crítico que se realiza sobre obras o comportamientos propios”.

En resumidas cuentas, escribió Reato, lo que Del barco le reclamaba a Gelman era la memoria explícita de sus muchos años de militancia en Montoneros y su responsabilidad en los asesinatos, secuestros y atentados cometidos por esa organización terrorista.

“Los otros mataban –dice Del Barco en el final de su carta-, pero los ‘nuestros’ también mataban. Hay que denunciar con todas nuestras fuerzas el terrorismo de Estado, pero sin callar nuestro propio terrorismo. Así de dolorosa es lo que Gelman llama la ‘verdad’ y la ‘justicia’. Pero la verdad y la justicia deben ser para todos”.

Lamentablemente, tal como Reato lo recordó en sus notas, Juan Gelman optó por desoír los llamados de Oscar Del Barco y se encerró hasta el fin de sus días en la amnesia selectiva que le permitió denunciar incansablemente los crímenes de la dictadura… sin referirse jamás a los propios.

Sin embargo, Verbitsky sostiene que Juan Gelman ya había hecho su autocrítica en el libro titulado: “Contraderrota, Montoneros y la revolución perdida” (réplica tardía de un libro anterior de Pablo Giussani), donde Gelman acumulaba cargos contra el  militarismo y la ceguera de la organización que acababa de abandonar, pero sin dedicar ni una sola palabra a su propia actuación.

Para impugnar a Ceferino Reato, Verbitsky se abstiene de mencionar las citas y referencias a la carta de Oscar Del Barco –que no logró vulnerar la inviolable sordera de Gelman- y desliza chicanas y volteretas dialécticas de muy bajo nivel, como acusar falsamente a Reato de haber sido asesor de Esteban Caselli en el Vaticano –cuando en realidad fue asesor de prensa de la embajada argentina-, o afirmar que la verdadera autocrítica es la que se emplea para criticar a los demás, nunca a uno mismo, porque en la sabia concepción de Verbitsky, criticarse uno mismo es lo que hacen los cristianos (horror) cuando se confiesan frente al sacerdote, en tanto que los buenos revolucionarios nunca tienen nada que confesar, porque siempre asesinaron en nombre de un mundo mejor.

Para destacar la insólita teoría de Verbitsky, basta decir que empleando el mismo rigor intelectual esgrimido para designar como ‘autocrítica’ a las impersonales y tardías acusaciones de Gelman contra la organización a la que había pertenecido, se le podría endilgar el rótulo de ‘autobiografía’ a un tratado de horticultura.

Pero lo más interesante en la seguidilla de chicanas y veredictos inapelables que Verbitsky desliza en la nota titulada “Al diablo” (ver la edición del 9/2/2014 de Página 12, el boletín oficial del kirchnerismo), es el párrafo final de la misma, donde dice: “(Reato) también exhuma una pieza arqueológica del terrorismo de Estado, cuando afirma que a Walsh lo mataron, Gelman vivió en el exilio y a mí no me pasó nada: por algo será. Esto expone tanto su calaña cuanto la inconsistencia de sus argumentos”.

Tal vez porque soy de la misma calaña que Ceferino Reato, y porque tengo buena memoria, me parece que en lugar de hablar de argumentos inconsistentes, Verbitsky debería explicar de una manera consistente cómo fue que a pesar de haber sido un oficial montonero hasta el año 1977 logró sobrevivir tranquilamente bajo la dictadura, sin abandonar el país, como sí tuvieron que hacerlo –para salvar la vida- el mismo Juan Gelman y otros personajes bastante menos comprometidos que Verbitsky, entre ellos Héctor Alterio, Luis Brandoni, Marta Bianchi, Horacio Guarany, Norma Aleandro y muchos centenares de ciudadanos anónimos.

Pero claro, debemos tener en cuenta que la autocrítica no es más que un truco de los cristianos, y que para la altiva humildad de los marxistas hablar de uno mismo puede resultar fastidioso; es mucho más placentero repartir excomuniones y condenas contra menemistas, imperialistas, neoliberales, cristianos y otros enemigos del sistema hotelero patrocinado por Cristina Kirchner y Lázaro Báez.

(*) “Operación Traviata. ¿Quién mató a Rucci?”, “Operación Primicia. El ataque de Montoneros que provocó el golpe de 1976”, “Disposición final. La confesión de Videla sobre los desaparecidos”, “Viva la sangre. Córdoba antes del golpe”.

Daniel Pérez es co-autor del libro “Furia ideológica y violencia en la Argentina de los 70” (Ed. Ariel, Buenos Aires, 2013).