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03.12.13

Honduras en su laberinto

(Infolatam) Tras la elección, el recuento de los votos fue sumamente lento, aunque desde la misma noche del domingo 24 de noviembre la diferencia entre los dos principales candidatos a partir de las primeras cifras oficiales consistentes anunciaba un resultado incontrovertible. Con el 96% de los votos escrutados, el 30 de noviembre el Tribunal Supremo Electoral finalmente proclamó oficiosamente a Hernández como el vencedor en la carrera presidencial. Los casi 250.000 votos que separan a Hernández de Castro, cerca de un 8%, es una distancia demasiado amplia como para hablar de fraude generalizado.
Por Carlos Malamud

(Infolatam) Honduras es uno de los países más violentos de América Latina (y del mundo) y también el más pobre de la región, junto con Nicaragua, Guatemala y el caribeño Haití. Sin embargo no suele ocupar el centro de la atención informativa internacional, una norma que se rompió en junio de 2009 cuando el entonces presidente Manuel “Mel” Zelaya fue destituido de su cargo .

El empeño de Zelaya por modificar la Constitución hondureña y ser reelegido siguiendo un patrón continental muy en boga lo llevó a forzar las leyes y el equilibrio institucional. La deriva bolivariana hondureña marcaba también el pico máximo de expansión del proyecto hegemónico latinoamericano de Hugo Chávez y el ALBA. Contando con el apoyo económico y político de Venezuela, y posteriormente incluso del presidente brasileño Lula da Silva, Zelaya pudo enfrentarse a los poderes tradicionales de su país, de cuyo riñón, paradójicamente, formaba parte.

En 2011 la sui generis normalización política de Honduras permitió su retorno del exilio forzoso en que vivía. Zelaya se propuso entonces volver a ocupar el centro de la vida política nacional, ya fuera directamente o a través de su esposa Xiomara Castro. Tras un período de dudas en que no se sabía a ciencia cierta si quería conquistar el liderazgo del tradicional Partido Liberal al que había pertenecido se decidió a fundar una nueva agrupación.

Finalmente, en octubre de 2011 surgió el Partido Libertad y Refundación (Libre) que en febrero del año siguiente designó a Castro como candidata electoral. En ese momento partía con grandes opciones para triunfar en las elecciones presidenciales de noviembre de 2013, un punto en el que coincidían las predicciones de todas las encuestas. Comenzó así lo que parecía un paseo militar que le permitiría al matrimonio Zelaya reconquistar el poder político.

Dos factores distintos impidieron que semejante objetivo se llevara a cabo. Uno estrictamente hondureño. Después de la tormentosa y disputada nominación de Juan Orlando Hernández (JOH) como candidato del conservador Partido Nacional, pocos confiaban en que el presidente del Congreso pusiera orden en el partido y conquistara el favor de sus seguidores. Pero eso fue lo que hizo. A pocas semanas de la elección y después de numerosos meses de haber ido por detrás en las encuestas se comenzó a hablar de un empate técnico. Pero mientras Hernández continuaba su constante ascensión, Castro había llegado al máximo de sus apoyos.

El otro factor, de alcance continental, provocado por la muerte de Hugo Chávez y la terrible crisis política y económica venezolana. Muy a su pesar, el gobierno de Nicolás Maduro no se puede dar las mismas alegrías que su predecesor, incluyendo la financiación de campañas electorales latinoamericanas. Entonces eran “normales” episodios como el protagonizado por Antonini Wilson y su peculiar valija (maleta), cargada con 800.000 dólares en billetes para financiar la campaña de Cristina Fernández. Es bastante posible que en esta oportunidad y sin esos recursos vitales las opciones de Castro se hayan debilitado.

Tras la elección, el recuento de los votos fue sumamente lento, aunque desde la misma noche del domingo 24 de noviembre la diferencia entre los dos principales candidatos a partir de las primeras cifras oficiales consistentes anunciaba un resultado incontrovertible. Con el 96% de los votos escrutados, el 30 de noviembre el Tribunal Supremo Electoral finalmente proclamó oficiosamente a Hernández como el vencedor en la carrera presidencial. Los casi 250.000 votos que separan a Hernández de Castro, cerca de un 8%, es una distancia demasiado amplia como para hablar de fraude generalizado.

Cuando todavía faltan 600 mesas por escrutar, en virtud de las inconsistencias de las actas, los resultados oficiales son los siguientes: Juan O. Hernández, Partido Nacional, 1.100.324 votos (36,70%); Xiomara Castro, Libre, 862.963 (28,78%); Partido Liberal, 607.794 (20,27%); Partido Anticorrupción, 408.324 (13,62%). Los otros partidos menores obtuvieron cifras más pequeñas: Alianza Patriótica Hondureña, 6.082; Demócrata Cristiano, 5.204; Partido Innovación y Unidad, 4.541 y UD/Faper, 3.201.

Esta dispersión del voto se trasladó a las elecciones legislativas. Con un par de diputados que todavía pueden cambiar de grupo en función de la asignación definitiva de escaños, el Congreso tendrá 48 diputados del Partido Nacional, 39 de Libre; 25 del Partido Liberal; 13 del Partido Anticorrupción y los partidos Demócrata Cristiano, Unificación Democrática e Innovación y Unidad un diputado cada uno.

Este panorama no sólo certifica la defunción del sistema bipartidista tradicional, sino también dificulta la gobernabilidad del país y obliga a formar alianzas parlamentarias. Pese a sus diferencias, es bastante probable la confluencia del Partido Liberal y el Nacional oficialista, con el fin de impulsar su plan de gobierno y frenar algunas de las reformas que puedan proponer los representantes de Libre.

Si bien horas antes de la elección todos los candidatos se comprometieron sin reservas a admitir el resultado de las urnas, esto finalmente no fue así. La misma noche electoral Xiomara Castro se autoproclamó vencedora legítima de los comicios. Cuando comenzaron a difundirse los boletines del TSE ya emergieron las primeras denuncias de fraude. Finalmente, el viernes 29, Castro se negó a aceptar la legitimidad de un gobierno producto de un “bochornoso asalto” y pidió la “revisión y constatación acta por acta en cada una de las 16.135 mesas electorales”.

Si bien el TSE aún no se ha pronunciado sobre las denuncias de fraude es posible que lo haga al final de esta semana. Sería necesaria una rotunda manifestación de apoyo a la legalidad. Los serios problemas económicos, sociales y políticos del país requieren un gobierno y una oposición centrados en proponer soluciones a los mismos y a actuar en consecuencia. Si Honduras continúa ensimismada en torno a estériles denuncias procedimentales es muy difícil que algún día pueda salir del cruel laberinto en que actualmente se encuentra.

Fuente: Infolatam (Madrid, España)