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19.11.13

Si las reservas no alcanzan, ¿adelantarán las elecciones?

(TN) Muchos son optimistas y creen que la sangre esta vez no llegará al río, a diferencia de lo sucedido en 1980 y en casi todas nuestras transiciones del pasado, porque las condiciones externas seguirán siendo bastante o muy favorables y los problemas objetivos de la economía, por tanto, no se agravarán demasiado. Otros, más pesimistas, advierten que las condiciones externas van a ir empeorando y que todo puede complicarse en una tormenta perfecta que arribe a estas costas justo en 2015.
Por Marcos Novaro

(TN) Entre los incontables rumores que han estado circulando en las últimas semanas, fruto de la combinación de falta de definiciones y acumulación de problemas, uno que está tomando vuelo sostiene que el Gobierno adelantaría las elecciones presidenciales si ve que las reservas no alcanzan hasta octubre de 2015.

El supuesto es, claro, que ya tiene decidido fugar hacia adelante. Algo que no sería ninguna novedad: es lo que viene haciendo más o menos disimuladamente desde hace años. Insistir en ello le permitiría llegar a las próximas elecciones sin reconocer los desequilibrios que hacen cada vez más insostenible el “modelo económico”: inflación, déficit fiscal, pérdida de competitividad, etc. Y es claro que fugar de estos problemas requiere, en esencia, consumir todas las reservas que restan. Como el problema es de orden temporal (si ellas alcanzan o no hasta una determinada fecha) suena lógico que el recurso de última instancia sea cambiar la fecha, para que la ilusión de que todo puede seguir como está se mantenga cuando sea hora de votar.

Lo primero que hay que advertir es que la estrategia de fuga coloca a los demás actores políticos en una situación dilemática: si ellos denuncian lo que el Gobierno está haciendo se colocan manifiestamente en el papel de agoreros que anuncian las desgracias por venir, y quedan condenados a representar el pesimismo contra la esperanza, algo que rara vez sirve para ganar elecciones.

De allí que la fuga hacia adelante practicada por el Gobierno obligue a los demás a imitarlo en un punto fundamental: todos se sienten compelidos a decir que los actuales niveles de empleo, consumo, tarifas públicas, precios de los importados, el turismo y otros asuntos por el estilo se van a mantener “si la gente nos apoya”, con lo cual se anula cualquier posibilidad de discutir con mínima responsabilidad y realismo las cuestiones económicas.

Despejado este punto, vayamos entonces a la cuestión central que interesa aquí considerar: ¿Puede esto sostenerse hasta el final, o habrá que adelantar el final para que se sostenga?

Esto depende de dos factores fundamentales, uno doméstico y otro externo. El doméstico tiene relación con la mala praxis oficial: objetivamente, es posible que las reservas alcancen, pero las malas decisiones adoptadas por el Gobierno en los últimos tiempos han venido reduciendo drásticamente esa posibilidad, y si se repiten de aquí en más podrían extinguirla.

El ejemplo de los gastos en turismo y compra con tarjetas es el más mencionado a este respecto. Pero hay otros aún más graves: la práctica de minidevaluaciones diarias para disimular que se está devaluando no hace más que estimular a los exportadores a demorar sus operaciones y a los importadores a adelantarlas, y a medida que se acerque el 2015 esto va a ser cada vez peor; le sirve a Cristina, igual que en 1980 algo parecido le sirvió a Martínez de Hoz, para decir “yo no falto a mi promesa, no devalúo”, pero agrava innecesariamente el problema, consistente en manejar los tiempos en la transición.

En cuanto al factor externo, la pregunta que hay que hacerse es la siguiente: ¿Cómo empalmará el fin de ciclo político kirchnerista con el de commodities caras y tasas de interés bajas?

Muchos son optimistas y creen que la sangre esta vez no llegará al río, a diferencia de lo sucedido en 1980 y en casi todas nuestras transiciones del pasado, porque las condiciones externas seguirán siendo bastante o muy favorables y los problemas objetivos de la economía, por tanto, no se agravarán demasiado.

Otros, más pesimistas, advierten que las condiciones externas van a ir empeorando (por caída de precios y suba de tasas) a medida que nos acerquemos al cambio de Gobierno, y que todo puede complicarse en una tormenta perfecta que arribe a estas costas justo en 2015.

Ahora bien, y más allá de estas consideraciones: ¿Qué posibilidades efectivas existen de que el Gobierno cambie las reglas electorales y adelante los comicios? Es cierto que entre 2003 y 2011 el kirchnerismo cambió estas reglas en cada turno electoral, para acomodarlas a sus circunstanciales conveniencias.

Pero también hay que recordar que en 2013 intentó de nuevo hacerlo y fracasó: la famosa reforma de la justicia consistió no sólo en una apuesta por controlar la designación y destitución de jueces, fue también un intento por nacionalizar una elección que venía mal barajada para el Gobierno nacional.

Si se abriera ahora una discusión sobre las PASO, como en algunos cenáculos oficiales ya se empieza a promover, ¿ofrecería una buena excusa para contrabandear el adelantamiento?

Hay diferencias de criterio y de interés en el polo oficial que pueden complicar esta operación: Scioli y algunos funcionarios del Ejecutivo quieren cambiar las PASO para darle más incentivos a las minorías del PJ-FPV a participar de la competencia, de modo de llegar a las generales con el mayor número posible de actores peronistas “en la bolsa”, alineados detrás suyo; precisamente lo contrario de lo que quieren los duros del kirchnerismo, más bien prescindir de las PASO e ir directamente a las generales a polarizar con Massa, Macri y quien sea candidato de la alianza UCR-Socialismo.

Finalmente, ¿podría repetirse una situación parecida a la de 1988-89, con un gobierno que adelanta los comicios para que la incertidumbre política no corroa su declinante gobernabilidad, y una crisis que estalla igual porque con el adelantamiento se acelera y agudiza la incertidumbre?

Las diferencias son enormes entre aquella situación y ésta: entonces era la oposición la que alimentaba con sus promesas populistas el temor colectivo hacia lo que se venía; esta vez puede que las fuerzas de oposición sean más bien las que aplaquen el temor, por la convicción de que, pase lo que pase, el futuro no será tan malo como lo que dejamos atrás.

Si los actores económicos se convencen de que, sea quien sea el que gane en 2015, va a hacer una política más o menos responsable, tendrán menos razones para fugarse del sistema a la espera de que el colapso les permita reingresar con un premio considerable.

Es en parte lo que hemos visto en los últimos meses con la suba de las acciones. Aunque sea por ese lado, la competencia política podría evitar que el gobierno cave una fosa demasiado profunda, donde termine sepultado no sólo su legado, sino el destino de todos.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)