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16.10.13

Boudou es una dificultad en la raquítica estructura del kirchnerismo puro

(DyN) Si el disciplinamiento de la urnas ha sido crucial para tratar de cambiar algunos parámetros de comunicación, aunque no se haga creíble en muchos, la necesidad de cubrir el dispendio de fondos y el drenaje de dólares le ha mostrado toda su “cara de hereje” al kirchnerismo, a quien ha forzado a un viraje en actitudes, que, para muchos opositores, es una suerte de “entrega de banderas”.
Por Hugo E. Grimaldi

(DyN) Cuesta mucho discutir la estatura política de la presidenta de la Nación. Es Cristina Fernández la más eficiente o quizás la más arriesgada, pero si llegó adónde llegó debe ser, seguramente, la mejor en lo suyo en la Argentina. Es tan así que, cuando un accidente le complicó la existencia en estos días y la colocó en trance de gravedad física, la política se paralizó, las campañas entraron en un cono de sombra y la voz de los opositores se llamó a silencio, bajo un argumento algo cínico: “hay que cuidar la investidura”.

Por toda esa capacidad política que le reconocen propios y extraños, resulta difícil entender, entonces, porque la Presidenta se cargó en su historial un lastre tan pesado como el del vicepresidente Amado Boudou. Es todo un misterio comprender por qué en su momento decidió ofrecerle a la oposición tal debilidad, al entronizar a un personaje que en estos días le ha jugado como un piantavotos compensador, si se ha de creer que la salud de la Presidenta le terminó aportando algún sufragio extra al Frente para la Victoria.

En tren de conjeturas, se pueden intentar algunas explicaciones sobre su decisión de integrar la fórmula presidencial con Boudou, como por ejemplo que se le estaba agradeciendo al ex ministro de Economía la idea de capturar la caja de los ahorros personales de los futuros jubilados para beneficio del Estado y hasta se puede llegar a decir que quizás Cristina lo nombró para elevarse aún más, sin ninguna sombra molesta.

Sin embargo, lo real en esta novela, que acaba de mostrarse en toda su dimensión durante la última semana, es que ella no eligió a un sucesor sino a un empleado que suponía fiel quien, por obra y gracia de la Constitución (y no es el primer caso), hoy está en lugar que la complica políticamente porque, con el deterioro de Boudou, se hace cierto aquello a lo que aludía siempre Juan Perón: “le pegan a Isabel, para pegarme por elevación a mí”.

En esto de la inconveniente presencia del ex ministro de Economía hay dos planos: por un lado, está su problemática figura que había sido sacada estratégicamente de la campaña (y aquí no se habla de cuestiones judiciales aún no probadas, sino de su falta de estatura política y esencialmente de su falta de credibilidad) y, por otro, se debe considerar que estos episodios han dejado aún más en evidencia la debilidad estructural del Frente para la Victoria como fuerza política.

Sobre la primera de las situaciones, fue más que evidente que con la Jefa recluida en el sanatorio, los kirchneristas más cercanos a la Presidenta tuvieron que ejecutar tres o cuatro acciones de enmascaramiento del vice que él mismo se encargó de abortar con sus presencias altisonantes. Menudo lío para el entorno presidencial: mostrar tranquilidad institucional, pero no ceder protagonismo y sobre todo, evitarse varios dolores de cabeza.

Lo concreto es que durante la semana, mientras el Gobierno escondía cuál es verdaderamente el rol de Boudou, varios funcionarios de nivel se pisaron a la hora de reconocer su estatus, le cercenaron discursos, lo custodiaron ostensiblemente en los actos y dejaron trascender las broncas de Palacio ante sus innumerables traspiés. Su banalidad, su amor por las motos, su informalidad superficial de hombre de rock y guitarra, lo que quizás subyugó a Cristina en su momento, hoy irrita a casi todos. Es el político con peor imagen del país y también el más resistido dentro del Gobierno. “Les da vergüenza ajena”, definió un legislador opositor.

El colmo de toda la situación lo protagonizó el entusiasta vicepresidente cuando en su primer acto como reemplazante presidencial gritó a los cuatro vientos que lo que pasa en el país “no tiene que ver ni con la casualidad, ni con las cuestiones externas. Tiene que ver con que un hombre, Néstor Kirchner y una mujer, Cristina Fernández de Kirchner les importa más su país que sus propias vidas. Con eso, tiene que ver”.

Escuchar tal monumento a la adulación y a la glorificación política no sólo le revolvió el estómago a más de un opositor o aún al público no tan politizado que podría estar dispuesto a cambiar su voto el día 27, sino que trascendió que hasta Máximo Kirchner lo habría considerado de altísima desubicación, cuando aún su madre estaba en terapia intensiva. Todos estos aspectos políticos sobre una personalidad que todo lo fuerza, que todo lo sobreactúa, que es provocativa para propios y extraños y que sólo sabe defenderse echándole la culpa de los males autoinflingidos a los medios, no es nada más que un vuelto para el kircherismo, ya que los verdaderos problemas que tiene que afrontar como secuela de la enfermedad presidencial es su propio raquitismo estructural.

Salvo aquellos que han llegado desde el peronismo más doctrinario, no hay quien pueda demostrar hoy en el seno dirigencial del Frente para la Victoria que haya quien esté en condiciones de trascender a los Kirchner. Ni los arribistas tipo Boudou, ni los disfrazados de dirigentes sociales que hacen del punterismo su modo de vida, ni quienes llegaron desde una izquierda más ideológica creyendo que con el matrimonio estaba liberada la puerta de entrada hacia las grandes mayorías, ni mucho menos algunos de los jóvenes más aventajados que buscaron el paraguas de La Cámpora o de Unidos y Organizados para sentir el dulce elixir del poder.

En general, las características comunes de estos cuatro grupos tienen que ver con una comunicación que ya es difícil de cambiar en lo estético, algo más desfachatados los dos primeros y de pico habitualmente cerrado los otros dos y casi tímidos en su forma de relacionarse con la opinión pública, como si permanentemente tuvieran algo que esconder. Si bien todos presentan características comunes con el glamour del menemismo, en el fondo, lo que iguala a las cuatro vertientes es que todos se cuadran ante la falta de transparencia informativa, que es una característica innata del verticalismo K: nadie hace ni dice nada hasta que alguien dé las instrucciones.

El día de la internación de la Presidenta fue un ejemplo emblemático al respecto. Eran las tres de la tarde y los canales oficialistas ni siquiera explicaban qué había pasado con Cristina. Los fieles televidentes de esos medios creían seguramente que la Presidenta seguía en Olivos, mientras ellos esperaban instrucciones.

Los medios independientes habían informado del traslado de la Presidenta al sanatorio desde el mediodía y los portales de todo el país y del exterior reproducían el extraordinario documento gráfico del fotógrafo Pablo Molina de la Agencia DyN, que mostraba la desencajada cara de Cristina al ingresar a la Fundación Favaloro, mientras esos canales, la mayoría del espectro televisivo, se hacían los desentendidos.

Ante tanta opacidad y regimentación de la información se le hace luego muy difícil a la opinión pública creerle a alguien que ahora quiere transmitir un mensaje porque le conviene por las elecciones, sobre todo de quienes antes permanentemente ningunearon a la prensa. La aparición de los políticos kirchneristas en los medios del Grupo Clarín y hasta el programa de entrevistas que había comenzado la Presidenta antes de su enfermedad, tienen como trasfondo la misma desconfianza que surgía de escuchar antes a Martín Insaurralde y que ahora, un oportuno cambio de agencia publicitaria vino a cambiar.

En materia de forzar apariciones, uno de los ejemplos más patéticos lo dio el primer candidato a diputado por la Capital Federal, Juan Cabandié, quien fue protagonista también, desde lo negativo, de una semana bien cargada para el kirchnerismo. No se había lucido demasiado en el debate televisivo con Elisa Carrió y Sergio Bergman, como protagonista de un diálogo casi de sordos con la diputada. Tampoco le fue bien en la presentación que hizo en un programa chimentero del viernes, con sonrisa forzada y casi como pidiendo disculpas.

Pero, lo más complicado de todo fue comprobar en un video que circuló por las redes sociales una situación de hace unos meses, cuando una agente de la Gendarmería paró en la calle su automóvil y quiso retenérselo por falta de seguro. Entonces, Cabandié buscó zafar con argumentos tales como “yo soy más guapo que vos porque me banqué la dictadura y soy hijo de desaparecidos”.

La verborragia del actual diputado porteño lo llevó a la confusión de decir, seguramente sin pensar a quien estaba aludiendo, que “estoy donde tengo que estar, bancando a los hijos de puta que quieren arruinar a este país” (sic). Luego, llamó por teléfono a alguien de la fuerza para pedirle un “correctivo” para la mujer que había tenido la osadía de pararlo, aunque ahora, a la distancia, dice que supone que ella había querido “coimearlo”, situación que, de haber existido, tendría que haber merecido una denuncia formal de su parte.

Si el disciplinamiento de la urnas ha sido crucial para tratar de cambiar algunos parámetros de comunicación, aunque no se haga creíble en muchos, la necesidad de cubrir el dispendio de fondos y el drenaje de dólares le ha mostrado toda su “cara de hereje” al kirchnerismo, a quien ha forzado a un viraje en actitudes, que, para muchos opositores, es una suerte de “entrega de banderas”.

La admisión aún no del todo explícita, pero transmitida al sector por Miguel Galuccio, que son las reglas de mercado las que manejan el mundo petrolero, dieron como fruto las promesas del Grupo Bridas de aportar no menos de 500 millones de dólares en varios tramos de bonos BAADE, como una suerte de seguro para ingresar las divisas a un precio fuera de la órbita del dólar que maneja el BCRA y de Eduardo Eurnekian de efectuar antes de fin de año un aporte similar.

Por otro lado, se arregló con las empresas extranjeras que tenían que cobrar deudas e hicieron juicios con el CIADI un eventual plan de pago en bonos y con quitas, vital para calmar las quejas de los Estados Unidos y para que este país, su principal accionista, autorice alguna línea de crédito con el Banco Mundial, en la próxima reunión de Directorio. Nunca se hizo una comunicación oficial al respecto, pero fue entre notable e insólito como los medios oficialistas festejaron el hecho. Así, se bajó la línea.

Ante la imposición de la realidad, todo lo pontificado por el kirchnerismo sobre soberanía hidrocarburífera, sobre parársele de manos a las empresas o sobre el desendeudamiento deberá quedar para mejor ocasión. “El verdadero amor se ahogó en la sopa” hubiese dicho Discepolín.

Fuente: Agencia DyN (Buenos Aires, Argentina)