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22.08.13

El movimiento indígena en Ecuador aspira a recuperar el peso político

Fue clave en la última década por las presiones ejercidas y las marchas por todo el país que terminaron con mandatos presidenciales. En el país liderado por Rafael Correa, la agrupación Pachakutik aún no encontró su lugar. Divididos a favor y en contra del oficialismo perdieron fuerza y protagonismo, convirtiéndose en la sexta fuerza política. El nuevo liderazgo tiene muchos desafíos por delante, el principal es llevar adelante la lucha medio ambiental, un problema característico de los actuales gobiernos progresistas de Sudamérica.
Por Diego Telias

El brazo político de los indígenas ecuatorianos, Movimiento Pachakutik, eligió en recientemente a su nueva líder, Fanny Campos. Ella será la primera persona de sexo femenino que encabeza este grupo creado hace 18 años. Su objetivo será unificar al movimiento y recuperar el peso perdido en el último tiempo. La agrupación surgió en 1995 y llegó al Congreso tres años después. Fue decisiva en la caída del Presidente Abdalá Bucaram, destituido por el Parlamento y también fue clave en el 2000 cuando las Fuerzas Armadas depusieron a Jamil Mahuad y colocaron al vicepresidente como mandatario. Según el ex presidente, los indígenas que habían tomado carreteras y que llegaron hasta Quito, contaron con el apoyo logístico del Ejército.

Luego de la caída de Mahuad, los indígenas formaron alianza con el militar Lucio Gutiérrez, incluso ocupando ministerios. Posteriormente el vacío en el poder dejado por el mandatario impulsó la llegada de Rafael Correa. Durante la campaña electoral de 2006 se produjo una gran división interna en este movimiento que busca representar los intereses de la Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (CONAIE), principal fuerza social del país. Para las elecciones de aquel año, el candidato indigenista fue Luis Macas. El resultado fue un fracaso ya que se obtuvo tan sólo 2.1 % de los votos.

Con el tiempo y dado los fracasos electorales, se buscaron alianzas con Correa como la realizada en Chimborazo en 2009. Sin embargo los que pactaron con el gobierno fueron tratados como traidores, debido a las diferencias existentes con la gobernante Alianza País. El candidato de los Pachakutik para las últimas elecciones presidenciales, realizadas en febrero de este año, fue Alberto Acosta, uno de los fundadores de la coalición oficialista. Como ex ministro de Energía y Minas se mostró a favor de la protección del medio ambiente y acusó a Correa de traicionar a la verdadera izquierda. Pero los resultados obtenidos denotan que la estrategia de formar un frente común no fue fructífera, ya que obtuvieron un 3.7% y cinco diputados, quedando relegados como la sexta fuerza política de Ecuador.

Correa y un problema constante en América Latina

El principal conflicto entre los indígenas y el gobierno de Correa es con respecto a la explotación minera. Las marchas desde el Amazonas hasta Quito se han multiplicado exigiendo la salida de las empresas chinas del Ecuador. La separación con el gobierno se dio tras la detención y agresión policial de más de 20 personas que exigían obras viales para la localidad de Dayuma. Luego de este in suceso, la ex Secretaría de Comunicación perteneciente a la agrupación indígena, Mónica Chuji, dejó el gobierno. El movimiento Pachakutik acusa al gobierno de perseguimiento, mientras que estos aducen que los manifestantes quieren bloquear el bombeo de petróleo.

Correa se apoyó en algunos dirigentes indigenistas, acusando al resto de querer desestabilizar su gobierno. Del otro lado, las comunidades se han opuesto a la explotación minera debido a la contaminación de ríos y el desplazamiento de personas. Estos movimientos se refieren a la firma de contratos con empresas extranjeras para la explotación de cobre y otros proyectos multimillonarios. Los indigenistas exigen una participación de los acuerdos y la aprobación de leyes para regular el manejo del agua así como la redistribución de tierra. En definitiva, acusan al gobierno de estar llevando adelante un modelo de extracción negativo para el país.

Correa, que comenzó su tercer mandato en junio de este año, ganó las últimas elecciones con casi un 60% y estará en el poder hasta 2017, completando diez años como presidente. Este economista llegó al poder en 2006, dos años más tarde impuso una nueva Constitución y revalidó su cargo, dándole continuidad a un país que se había caracterizado por la inestabilidad, dado que los últimos tres presidentes no habían culminado su mandato. Actualmente se reconoce a Correa en el mundo por el asilo político brindado a Julian Assange, creador de Wikileaks.

El gobierno de Correa tiene luces y sombras. Su carta de presentación es la prosperidad económica y el crecimiento en los presupuestos tanto de salud como de educación. La ayuda social, el aumento de la infraestructura, la mejora en el empleo y los salarios. Las sombras vienen por el lado del respeto a las libertades y los problemas con la prensa. En los últimos tiempos un órgano de la Organización de Estados Americanos alertó las restricciones a la libertad de prensa por la Ley de Comunicaciones.

Alejarse de la dependencia del petróleo, industria de la cual el gobierno recibió muchos ingresos, es uno de los desafíos de Correa. Por ello es clave la minería y también el conflicto con los indígenas, a quienes el mandatario acusa de ser la izquierda infantil. La disyuntiva entre proyectos multimillonarios extractivos y los reclamos medio ambientales es un problema para los gobiernos progresistas de Sudamérica. Siempre defensores de las causas de los más débiles, hoy tienen que dejar atrás el discurso y apuntar al crecimiento económico. Correa lo resumió en una frase: “no podemos ser mendigos sentados en saco de oro”.