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23.07.13

Encrucijada repetida de la Alianza por Chile

(La Tercera) Cuando un partido impone su voluntad a sus aliados, la gente toma nota de lo que será el comportamiento de ese partido si llega a La Moneda. Como la derecha carga con el estigma del elitismo y la exclusión, “pasarle máquina” al partido aliado solo exacerbará la distancia que ya separa a la Alianza del grueso del electorado.
Por Patricio Navia

(La Tercera) Otra vez la Alianza se encuentra ante la encrucijada de presentar uno o dos candidatos presidenciales. Si bien un candidato es más competitivo contra Bachelet, dos candidatos fortalecen las opciones aliancistas en el Congreso. El impasse actual se explica por la disputa entre RN y la UDI por liderar a la derecha más que por encontrar a un candidato competitivo. Por eso, más que las fortalezas y debilidades de los posibles candidatos—o su número—la forma en que los partidos se comporten en la mesa de negociación determinará si la Alianza es capaz de alcanzar la unidad.

Después de la renuncia de Longueira, la UDI se apresuró en aclarar que se reservaba el derecho a nombrar al nuevo candidato. RN recordó que la ley los facultaba a nombrar a su propio candidato. Aunque ambos partidos subrayaron las ventajas de la unidad, las discrepancias sobre quién haría el nombramiento desnudaron la difícil relación entre los dos socios de la Alianza. Porque a veces la forma es tan importante como el fondo, el mecanismo que se utilice para nombrar al candidato importa mucho más que la identidad del abanderado.

Al declarar que Bachelet no es invencible, Matthei ha querido reponer el foco en la elección presidencial. Los que quieren dos candidatos presidenciales buscan fortalecer la lista parlamentaria.  Pero ya que cada candidato presidencial querrá apuntalar a los candidatos al Congreso de su propio partido, la estrategia de dos candidatos minimiza las opciones de doblaje concertacionista al costo de aumentar las tensiones dentro de la Alianza.

Nunca es fácil negociar cuando el premio mayor es indivisible. Cuando hay una historia de desencuentros, traiciones y engaños, cuesta que se imponga la buena fe.  Desde las presidenciales de 1989 que UDI y RN han sido parte de un matrimonio por conveniencia con múltiples episodios de violencia doméstica. A comienzos de los 90, la propia Matthei fue protagonista de una de las historias de autodestrucción más dolorosas para la derecha chilena.

Al apelar tanto a la unidad, RN y UDI implícitamente reconocen lo difícil que les resulta dejar atrás una vida de conflictos y desconfianzas.

Por eso, la forma en que RN y UDI busquen un acuerdo para nominar a un candidato común importa tanto o más que la identidad del candidato. De poco sirve nombrar al mejor de los candidatos si el mecanismo utilizado lo deslegitima. Si la UDI insiste en imponerla,  Matthei tendrá limitada capacidad para aunar voluntades en la Alianza.   El gobierno de Piñera es a veces criticado más por la forma en que ha implementado sus prioridades que por el contenido de sus reformas adoptadas.  Aunque Matthei sea la mejor candidata, si la UDI insiste en imponerla, estará errando al creer que importa más el resultado que el proceso.

La imposición de Matthei también enviaría una mala señal al electorado.

Cuando un partido impone su voluntad a sus aliados, la gente toma nota de lo que será el comportamiento de ese partido si llega a La Moneda. Como la derecha carga con el estigma del elitismo y la exclusión, “pasarle máquina” al partido aliado solo exacerbará la distancia que ya separa a la Alianza del grueso del electorado.

La encrucijada en que se encuentran hoy RN y la UDI no es nueva. En el pasado, la Alianza la resolvió mal muchas veces. Pero cuando puso atención a las formas—tanto como al fondo—y ambos partidos hicieron esfuerzos por construir unidad, y no solo exigirla a sus aliados, los resultados fueron positivos para toda la derecha.

Fuente: La Tercera (Santiago de Chile)