Artículos

03.06.13

Todos mirando a Massa: ¿defraudará?

(TN) El dilema que realmente devana los sesos de Massa en estos días no es tanto si tiene o no que jugar en las legislativas, si no cómo evitar que al hacerlo los demás coordinen esfuerzos para frustrar su apuesta. Y, al respecto, la principal amenaza a despejar, contra lo que tiende a pensarse, no proviene de Olivos sino de La Plata.
Por Marcos Novaro

(TN) Las especulaciones sobre las listas y las candidaturas que competirán en las próximas elecciones en la provincia de Buenos Aires se han ido concentrando en lo que hará Sergio Massa. Ello no responde sólo a las ansiedades “berretas” de otros actores, como él dice, sino a la combinación de al menos dos factores bien definidos: la relativa paridad entre cualquier posible candidato de los que la Casa Rosada tiene a la mano y la lista de disidentes peronistas que encabezará Francisco De Narváez, de un lado, y la conformidad de Daniel Scioli con esta situación, del otro.

Un ladero del gobernador lo dijo hace poco con todas las letras: su jefe no está interesado en arrastrar al gobierno nacional por el fango, pero tampoco quiere que las urnas le den ánimo a los fanáticos, de allí que un empate se acomode bien a sus preferencias. La hipótesis del empate, sin embargo, no conforma a casi nadie más. De verificarse arrojaría por lo menos dos perdedores de peso, Cristina y el propio Massa.

La presidente porque ya no podría evitar que el peronismo se dedique a buscar un sucesor sin su permiso, y el intendente porque el sucesor ideal difícilmente sea él ni para los kirchneristas ni para los disidentes, y de llegarse luego de la elección a un entendimiento entre Scioli y De Narváez para repartirse la nación y la provincia, estaría condenado a irse a su casa con las manos vacías.

Al respecto además interviene una señal que emitió él mismo ya tiempo atrás, de cuyos efectos por lo tanto no tendría que quejarse: dio a entender que la gobernación no le interesa demasiado, con lo que implícitamente puso la mira en la Presidencia, acelerando los tiempos de una competencia que no es fácil ya desmontar.

Porque si algo enseña la experiencia de estos años de democracia es que se puede llegar a gobernador sin correr riesgos, sin pelear, subiéndose a la ola que producen otros (así desembarcaron en La Plata Armendáriz, Duhalde, Ruckauf, Solá, el propio Scioli), pero es muy difícil llegar así al sillón de Rivadavia (la única excepción, cosa curiosa, ha sido Néstor Kirchner, y es más bien difícil que vuelva a aparecer de aquí a 2015 alguien magnánimo hasta la inconsciencia como fue Duhalde en 2002).

La propia Cristina lo explicó el jueves pasado: desesperada por descalificar al gobernador, tal vez no advirtió lo instructiva que estaba siendo para el cotizado intendente. En un arrebato de indignación se mandó contra los que no la pelean y quieren quedar bien con todos, sugiriendo que la sociedad no debería confiar su destino a gente que no sabe plantarse y correr riesgos. Una sugerencia que, como era de esperar, Scioli una vez más ignoró, pero que debe haber sonado en el massismo como un fuerte aliciente a abandonar la indefinición y la tibieza para forjar su destino de grandeza.

Así las cosas, se entiende que el dilema que realmente devana los sesos de Massa en estos días no sea tanto si tiene o no que jugar en las legislativas, si no cómo evitar que al hacerlo los demás coordinen esfuerzos para frustrar su apuesta. Y, al respecto, la principal amenaza a despejar, contra lo que tiende a pensarse, no proviene de Olivos sino de La Plata: porque es claro que ya un acuerdo con Scioli es prácticamente imposible y es de prever que éste, para conservar alguna chance, colabore con todos los demás para devaluar las del tigrense lo más posible. El resultado ideal para Scioli, de nuevo, sería un empate, pero ya no entre dos sino entre tres.

Así que si Massa no logra la cooperación de al menos una parte del kirchnerismo, o de De Narváez y sus aliados, o de ambos a la vez, las cosas se le complicarían. Por suerte la incógnita se resolverá en muy pocos días.

Fuente: TN, Buenos Aires, Argentina