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23.04.13

La restauración colorada y los Borbones franceses

(La Capital) La victoria colorada parece actuar para algunos en la región como una ratificación de sus más antiguas creencias y una señal de cambio de tendencia. Un eventual fin del ciclo populista radical debe ser saludado por todos los demócratas. Pero celebrar el retorno del más añejo poder oligárquico en un país que necesita con urgencia de reformas de fondo para modernizarse y democratizarse no parece condivisible.
Por Pablo Díaz de Brito

(La Capital) América latina parece moverse entre extremos políticos. El populismo de izquierda radical en Venezuela y la restauración de las más añejas élites conservadoras en Paraguay. Por suerte, una parte mayoritaria de la región elige caminos más moderados, republicanos y modernizadores. Pero la secuencia Venezuela-Maduro, Paraguay-Cartes, no deja de impresionar. En Venezuela, y más allá de la dudosa victoria de Maduro, el hecho es que el chavismo, aunque claramente minimizado por la muerte de su creador, sigue siendo gobierno y fue votado por medio país. En el otro extremo, en una de las sociedades más desiguales de Sudamérica, Paraguay, venció apenas una semana después, y con holgura, un candidato millonario de un partido conservador con históricos antecedentes en la compra de votos y clientelismos de la más diversa gama. En Twitter se observó a opositores a Chávez celebrar el triunfo de Cartes. O, lo que es lo mismo, la derrota del liberal Alegre. El liberalismo paraguayo no goza de las simpatías de las élites regionales desde que en 2008 se alió con Lugo y este, gracias a esa alianza, llegó a la presidencia. Juntos, Lugo y los liberales, terminaron con 60 años de poder colorado. Después esa alianza se rompió y el asunto terminó como se sabe.

Ahora, la victoria colorada parece actuar para algunos en la región como una ratificación de sus más antiguas creencias y una señal de cambio de tendencia. Un eventual fin del ciclo populista radical debe ser saludado por todos los demócratas. Pero celebrar el retorno del más añejo poder oligárquico en un país que necesita con urgencia de reformas de fondo para modernizarse y democratizarse no parece condivisible. Al contrario. La lectura que hace el conservadurismo pasa por alto las causas más estridentes, materiales y sociales, del brote populista, para perderse en caracterizaciones de nuestras sociedades como irremediablemente viciadas por el gusto por el caudillo paternal y la pereza de las clases populares. Estos conservadores oligárquicos, que tantas veces se travisten de liberales, recuerdan irresistiblemente a aquellos Borbones franceses que describió el genial diplomático Talleyrand: "No habían olvidado nada. Y no habían aprendido nada". Los Borbones acababan de recuperar el poder en Francia, luego de la caída de Napoleón. De la Revolución Francesa no habían aprendido nada. En América latina se corre un riesgo similar: que estas élites conservadoras, enclaustradas en sus countries, solamente esperen el agotamiento (por lo demás, inevitable) del ciclo populista para volver por sus fueros. Impermeables, inamovibles, monocordes. Como los Borbones de Talleyrand.

Fuente: La Capital (Rosario, Argentina)