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17.04.13

México, no Venezuela

(Buenos Aires Herald) La forma en que reaccionó Washington a los eventos en Venezuela está en contraste con la manera en que la Casa Blanca trató a la visita recientemente anunciada de Obama a México. México siempre tuvo una agenda bilateral más compleja con EE.UU. que cualquier otro país latinoamericano.
Por Patricio Navia

(Buenos Aires Herald) Mientras que la elección presidencial en Venezuela captaba la atención de América Latina, Washington parecía menos interesado en su resultado. La administración Obama había decidido fortalecer sus relaciones con gobiernos amistosos y profundizar la cooperación con países más interesados en mayor desarrollo económico que en confrontar con EE.UU. Así es que mientras las elecciones en Venezuela dominaron las noticias en Latinoamérica, la administración Obama estaba ocupada con la próxima visita que el presidente estadounidense realizará a México a comienzos de mayo.

La elección en Venezuela fue seguida de cerca en América Latina. La muerte de Hugo Chávez tuvo consecuencias políticas para los gobiernos de muchos países en la región asociados a la retórica anti-norteamericana del difunto líder venezolano. Se esperaba ampliamente que ganara Nicolás Maduro por haber sido elegido como sucesor por Chávez. El voto de compasión debía ser suficiente para que Maduro aplastara al candidato opositor, Henrique Capriles. Si bien Capriles había tenido una elección razonablemente buena contra Chávez en la votación de octubre de 2012 – con 6,5 millones de votos, 44,3% del total – pocos esperaban que ahora pudiera montar una campaña competitiva contra Maduro. Sin embargo, como muchos venezolanos dudaron de la capacidad de liderazgo de Maduro y dado el creciente deterioro de las condiciones económicas en el país, la carrera se hizo más peleada en las últimas semanas.

La victoria de Maduro con 50,7%, o sea 7,6 millones de votos, fue más estrecha que la de Chavez con 55,1% (8,2 millones de votos) de octubre 2012. El estrecho resultado alimentó acusaciones de irregularidades por parte de la oposición. Capriles no aceptó la derrota y en su lugar pidió un recuento. Si bien el consejo electoral descartó la posibilidad de un recuento y proclamó la victoria de Maduro, el presidente electo no tiene el carisma de su predecesor y carece de la legitimidad democrática en un país profundamente dividido. Las preocupaciones por lo que pudiera suceder en Venezuela hicieron que muchos líderes latinoamericanos se abstuvieran de hacer el consabido llamado de cortesía al presidente electo. Si bien los bien conocidos aliados de Chávez en Argentina, Ecuador, Bolivia y Nicaragua se apresuraron a llamar a Maduro para felicitarlo, los líderes de Brasil, México, Colombia y Chile están siendo cautelosos. Nadie quiere empeorar la frágil situación que ya existe en Venezuela.

EE.UU también se mantuvo cauteloso. Jay Carney, el vocero de la Casa Blanca, felicitó a los venezolanos por el alto nivel de participación en la elección del domingo y expresó su apoyo a favor de un recuento. Pero EE.UU. no asumió un rol activo en buscar apoyo para un pedido de recuento entre otros líderes de Latinoamérica. De hecho, EE.UU. monitoreó los hechos de Venezuela desde la distancia. No resulta un secreto que Washington hubiera preferido que Capriles ganara las elecciones, pero EE.UU. no está enviando ninguna señal acerca de tener un rol más fuerte en asegurar que el proceso electoral en Venezuela no esté viciado.

De hecho, la forma en que reaccionó Washington a los eventos en Venezuela está en contraste con la manera en que la Casa Blanca trató a la visita recientemente anunciada de Obama a México. México siempre tuvo una agenda bilateral más compleja con EE.UU. que cualquier otro país latinoamericano. Como ambos países comparten una larga frontera, dado que más de 10 millones de mexicanos residen ilegalmente en EE.UU. y debido a que ambos países han profundizado su integración comercial desde que comenzó el NAFTA en 1994, EE.UU. ahora ve a México como perteneciente a una categoría diferente que el resto de Latinoamérica. Muchos expertos latinoamericanos en EE.UU. consideran que el futuro de la economía estadounidense depende de profundizar los lazos con América Latina, pero la mayoría de los policy-makers y los políticos en EE.UU. opinan que la actualidad de EE.UU. requiere que Washington tenga buenas relaciones de trabajo con México.

Desde que asumió la presidencia en México en diciembre de 2012, Enrique Peña Nieto ha realizado una serie de decisiones políticas arriesgadas. Ha señalado su intención de reformar la educación y de generar mayor competencia en la industria de las telecomunicaciones. México es visto como un país en movimiento hacia la dirección correcta. En los últimos años ha retomado el crecimiento y, de implementarse, las reformas anunciadas por Peña Nieto impulsarán más a México hacia el camino del desarrollo sostenible. Washington parece apoyar las decisiones de Peña Nieto y la visita del Presidente Obama es una muestra de que su administración quiere trabajar estrechamente con el gobierno mexicano en otras tantas iniciativas. La iniciativa más importante que Washington tiene en agenda es la guerra contra el narcotráfico. Como Peña Nieto hizo campaña contra los lores de la guerra contra el narcotráfico del ex presidente Felipe Calderón en México, Washington quiere conocer los planes de Peña Nieto para combatir el tráfico ilegal de drogas. El Presidente Obama probablemente presionará al gobierno mexicano para que defina claramente sus planes para trabajar con EE.UU. en la lucha contra el narcotráfico.

No resulta claro si la visita de Obama a México producirá algún avance en este u otros temas, pero la elección en Venezuela dejó bien claro que Washington está más interesado en profundizar las relaciones con México y trabajar con el gobierno mexicano que en involucrarse con otros países latinoamericanos para ayudar a proteger y fortalecer la democracia en Venezuela.

Fuente: (Buenos Aires Herald)

Traducción de Hernán Alberro.