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11.01.13

Primeros ruidos de un año electoral

(DyN) Una vez más, cuando algo no sale como el poder quiere hay que silenciar a las voces discordantes, intentando tapar el Sol con las manos y usando a los medios afines como propaladora, ejemplo claro de que bajo la fachada de la desconcentración, lo que busca la Ley de Medios es uniformar opiniones.
Por Hugo E. Grimaldi

(DyN) - Hebe de Bonafini y Ricardo Darín han dicho cada uno lo suyo durante las últimas horas y definieron en ese contrapunto indirecto no sólo posturas políticas más o menos rebatibles, sino esencialmente formas de convivencia democrática, muchas de las cuáles vienen llevando a la sociedad hacia el desencuentro, con tajos tan evidentes que hasta meten miedo si se profundizan.

En el inicio de 2013, ni Cristina Fernández, recluida y silenciosa en el Sur y ni siquiera la foto entre Daniel Scioli y Mauricio Macri y las declaraciones del primero sobre la “necesidad” de seguir hablando para gestionar mejor o las del Jefe de Gobierno porteño diferenciándose de los políticos “kirchneristas”, movieron demasiado el amperímetro. Por lo opuestos, los dichos de Bonafini y de Darín se llevaron las palmas.

Más allá de los estilos, ambos frontales y mal hablados, la titular de Madres de Plaza de Mayo y el laureado actor se mostraron en estas últimas horas como las dos caras de algunas posturas de fondo que hoy dividen a los argentinos, actitudes que probablemente alcancen un espacio en la consideración ciudadana en las elecciones de octubre: la intolerancia cerrada y la imposición, por el lado de la octogenaria defensora del Gobierno y la resistencia a ser manada, más el pedido de diálogo constructivo que expresó el artista.

“Si siguen fallando así… las Madres y el pueblo los van a juzgar y condenar”, dijo Bonafini de la Corte Suprema en relación a la Ley de Medios, en un discurso de neto apriete hacia los jueces, frente a los Tribunales, el jueves. “Hoy estamos en la puerta. El día que nos hartemos vamos a entrar y veremos qué pasa, a ver si estos señores se ponen las pelotas para hacer lo que tienen que hacer, porque le tienen miedo a los medios”, arengó.

“No tenés derecho a tener una posición diferente. El comienzo del camino al fanatismo es éste. Creer que todo lo que no se alinea o no está en armonía con tu pensamiento se construye casi como el enemigo. No para vencerlo, para eliminarlo. Y eso me asusta", advirtió Darín en una entrevista hecha varios días antes, en una reflexión que sonó casi como una respuesta.

En sus intervenciones, Bonafini prometió ejercer una suerte de campaña persecutoria en relación a los jueces de la Corte, a quienes acusó de estar “comprometidos con los grandes medios, a los que les tienen miedo o son socios". Y ante esos dichos, el actor pareció contestar: “te dicen lo que tenés que pensar y en qué dirección y si no estás de acuerdo, sos un ‘hijo de puta’”.

La postura crítica de Darín no había sido planteada nunca con tanta claridad y si bien generó otros titulares irritantes para el Gobierno en la prensa (“quisiera que alguien me explique el crecimiento patrimonial de los Kirchner”) tuvo picos de dramatismo en sus apreciaciones sobre lo que considera es un estímulo a las divisiones, generado por el kirchnerismo: "Yo quiero que le vaya (a la Presidenta) como los dioses. Yo quiero que timonee, que convoque, que baje la adrenalina, que llame a una reconciliación. La historia de nuestro país está dividida entre Boca y River", metió el dedo en la llaga, en la vereda de enfrente de Bonafini.

Justamente, la controvertida dirigente, bastante devaluada ante la opinión pública tras el caso Schocklender, es una exponente fiel de la lógica binaria del “amigo-enemigo” que sigue el Gobierno, paradójicamente una línea que abraza la más estricta filosofía militar: los que no se suman a las filas del proyecto deben quedar afuera, por las buenas o por las malas. Y para lograr ese objetivo vale todo, desde las presiones hasta cambiar los argumentos que se defienden a la hora de justificar posturas.

No hubo ejemplo más claro en este sentido, que el intento de destitución del intendente de San Carlos de Bariloche, Omar Goye ejercido por el gobernador de Río Negro, Alberto Weretilneck y por el senador de esa provincia, Miguel Pichetto. Justamente, el jefe de la bancada de senadores del Frente para la Victoria, quien más de una vez acusó a quienes piensan diferente al Gobierno de ser “destituyentes”.

Sin embargo, esta vez para Pichetto el emplazamiento al barilochense para encontrar una salida “acordada” y “ordenada” tras los saqueos que comenzaron antes de Navidad, no implica un acto “anti-institucional o anti-democrático”. En una muestra de honestidad brutal, aún para torcer sus propios argumentos, el senador reconoció que esa ciudad está “aislada” de la Nación y de la provincia. El gobernador no fue menos sincero: “se necesita un intendente y un gobierno municipal que pueda relacionarse como corresponde a nivel provincial y nacional", dijo.

El “como corresponde” es que sea sumiso y que acepte pagar el pato por los hechos de diciembre, ya que los eventuales responsables que eligió el Gobierno para ocultar sus graves fallas en materia social, gremialistas y políticos opositores, desnudaban que el relato estaba fallando. Hasta la Presidenta se dio cuenta de las chapucerías y buscó encarrilar la cuestión, mandando a Pichetto a la hoguera (“al más alto nivel”, dijo el senador para justificar su viaje a Bariloche).

El Jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina y toda la cadena oficial de medios hablaron de “saqueos organizados” y más allá de las responsabilidades del intendente en el manejo de la crisis, el hecho de haber encontrado en el justicialista Goye un culpable de tal “organización” parece que les permite aflojar tanta ineficiencia.  

También el senador Pichetto, tal como lo ha hecho muchas veces la propia Presidenta, se llenó la boca con el 54% que sacó Cristina Fernández en las últimas elecciones, no tanto por el importante porcentaje, sino porque según ellos lo que legitima y da fortaleza para imponer líneas de acción, aún frente a los otros poderes, es el voto popular. Pues bien, su ex apadrinado Goye, a quien defendía frente al gobernador hasta que desde Olivos le exigieron que intervenga si no quería ver empañada su reelección en el Senado, obtuvo 30,5% y fue el primero en su distrito.

El tema de los porcentajes tampoco fue ajeno para Darín: “Parece que no aprendimos un sorete, porque es tan loco plantear como planteaban algunas minorías ciertas actitudes intempestivas y anacrónicas, como del otro lado creer porque te votó el 54 por ciento, te la mandé a guardar, bancátela y te la tenés que fumar”, disparó.

Otras de las características del kirchnerismo que el actor rozó en el reportaje es la de callar o patear la pelota afuera cuando las papas queman y trabajar los discursos con la lógica de no contestar y hacer referencias laterales hacia quienes hay que denostar. “Esto termina en quilombo. En las culturas más civilizadas, cuando detectan a alguien que no te vota, lo primero que hacen es seducirlo. No eliminarlo ni desacreditarlo”, expresó Darín.  

El ejemplo de la semana pasada fue el ministro de Justicia, Julio Alak, quien no pudo articular una palabra para desmentir lo indesmentible, que su cartera había organizado una choriceada en la ex-ESMA, como fin de fiesta de un acto oficial con asistencia obligatoria, donde se dio a conocer el Plan Estratégico 2012-2015, con “los desafíos y objetivos específicos de la gestión del ministerio para los próximos años".

Cuando una organización de derechos humanos denunció la situación porque entendía que con la banalidad del “asado” y el “brindis” de fin de año se había vulnerado un espacio de memoria y la oposición se le tiró a la yugular, el ministro se llamó a silencio y sólo atinó a balbucear un extenso comunicado que no mencionaba (ni negaba) el hecho, pero que le echaba la culpa de la difusión del mismo a "la corporación mediática", supuestamente empeñada en atacarlo por su actuación en defensa de la Ley de Medios.

Una vez más, cuando algo no sale como el poder quiere hay que silenciar a las voces discordantes, intentando tapar el Sol con las manos y usando a los medios afines como propaladora, ejemplo claro de que bajo la fachada de la desconcentración, lo que busca la Ley de Medios es uniformar opiniones. Al respecto, también habló Darín: “creo que está bien que haya una Ley de Medios (para) que no haya un pulpo que se quede con todo. Lo que no comparto tanto es que… se esté beneficiando a otro sector para convertirlo en el sustituto del monopolio que vos querés combatir”.

Una de las pocas voces que defendieron la situación en la que se metió el ministro Alak fue precisamente Bonafini, quien dijo que en la ex-ESMA “se puede hacer de todo” y también cargó contra la prensa: “lo que pasa es que a los medios les viene bien. Más basura hay, más revuelto hay, más mierda sacan a relucir", sentenció sin anestesia.

Para seguir con el grave contrapunto, mientras Darín decía que “lo que no me gusta es la demonización, la caza de brujas”, la titular de Madres la emprendía en ese sentido una vez más contra los magistrados de la Corte Suprema, en esa línea acusatoria entre el escrache y la delación que ella ha dicho que va a tomar contra cada uno de los jueces del Alto Tribunal, seguramente sin medir consecuencias políticas.

"Cada jueves voy a pasar la historia de cada uno de los jueces de la Corte. Estamos, haciendo una muy exhaustiva investigación para decir quiénes son, de dónde vienen, a quiénes apoyaron, con quiénes estuvieron. Así, el pueblo sabe quiénes son, por qué decimos lo que decimos y por qué actúan como actúan. Si no, nunca sabemos, parecen monjes negros”, puntualizó.

Sin embargo, el afán verborrágico y purificador de Bonafini probablemente se estrelle contra la realidad, ya que salir ahora con un curriculum diferente al de los pliegos que mandó Néstor Kirchner al Senado, sería a nueve años vista un despropósito que estaría manchando las recomendaciones que hizo el Ejecutivo por entonces sobre Eugenio Zaffaroni, Carmen Argibay, Elena Highton de Nolasco y Ricardo Lorenzetti.

Pero, además, una situación así pondría en aprietos no sólo al ex presidente, autor del alabado Decreto  222/2003 que cambió el mecanismo de selección de jueces apenas un mes después de su asunción, sino a la senadora Fernández de Kirchner, quien votó a tres de los cuatro nuevos jueces propuestos entre 2003 y 2004 para terminar con la “mayoría automática” menemista. Justamente, una oportuna “comisión” por un viaje a Brasil de su marido hizo que ella no estuviera en la Cámara el día en que se aprobó el pliego de Lorenzetti, el blanco más visible de las broncas de Bonafini.

El Gobierno es experto en pegarse tiros en los pies. Pero, permitir un entrevero de ese estilo sería demasiado. No sea cosa que ahora Bonafini tenga que ventilar que hubo algún juez que juró por el Estatuto del Proceso de Reorganización Nacional o que descubra que, con esos nombramientos, finalmente, Néstor Kirchner los engañó a todos.

Fuente: DyN