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21.12.12

Para el peronismo el año electoral ya empezó

Concentrar decisiones y crear incertidumbre en el entorno puede ser conveniente cuando se tienen en la mano las cartas ganadoras, pero el efecto puede no ser tan bueno cuando esas cartas están más repartidas, y la capacidad de imposición es declinante. Un ejemplo de ello es lo que está sucediendo en la provincia de Buenos Aires.
Por Marcos Novaro

Parece que tendremos un verano de intensas novedades políticas: el peronismo, al menos, no se tomará descanso, y aprovechará que “la gestión” le exige menos mientras dura el calor para dedicarse de lleno a los armados electorales.

Dos circunstancias colaboran a que esto sea así. La primera, es el interés de muchos jefes distritales por adelantar la elección de legisladores locales, y la disposición del gobierno nacional a dejarlos hacer.

Para entender esta coincidencia hay que considerar los incentivos que crean en ellos sus respectivos temores: los gobernadores temen un arrastre negativo de las listas de legisladores nacionales, en caso de que la situación económica no repunte y tampoco lo haga la imagen presidencial; mientras que en la Casa Rosada a lo que se teme más que nada es a que, en caso de presionar a los distritos para votar todo junto, se aliente la presentación de distintas listas peronistas, tanto de legisladores locales como nacionales, entre las que los gobernadores e intendentes distribuyan a su gente, para asegurarse retener sus mayorías, a costa de que el peronismo nacional se disperse.

Tal situación replicaría, puede que agravado, el escenario del 2009. Invirtiendo, igual que entonces, la lógica con que el kirchnerismo había usado en sus buenos tiempos las llamadas “listas colectoras”: facciones locales en pugna que colaboraban a sumarle más votos y representantes a una misma bancada nacional. Usadas al revés, serían armas muy útiles para que los jefes locales esquiven el posible castigo electoral que se estaría ganando el gobierno nacional.

Se entiende por tanto que la presidente busque evitar tal escenario, aun corriendo el riesgo de quedarse sola en octubre próximo haciendo campaña para retener el control del Congreso Nacional. Aunque esto, por otro lado, tiene un costado también atractivo para Cristina y sus colaboradores: le permitiría volver a personalizar al máximo la campaña para legisladores nacionales, y controlar firmemente el armado de esas listas, de las que muchos jefes locales podrían terminar desentendiéndose. Obligando de paso a los que deseen correr el riesgo de desafiarla en ese terreno a encontrar la forma de seducir a esos actores locales, sin los recursos públicos que el vértice monopoliza, con la sola fuerza de su imagen y sus promesas.

La segunda circunstancia que está acelerando los tiempos políticos del peronismo es la falta de reglas para la competencia interna. Prueba de lo cual ha sido la resolución del último concilio del PJ bonaerense: se convocó allí a internas distritales para el mes de marzo, pero con la salvedad de que ellas se suspenderían en caso de que no se hagan en la misma fecha internas nacionales, algo que pocos creen que pueda suceder. Tampoco está muy claro que el gobierno vaya a mantener en pie las primarias abiertas simultáneas y obligatorias, que podrían ofrecerle a sus adversarios internos una invalorable oportunidad para imponerse en distritos en que los candidatos kirchneristas son muy flojos, o al menos compartir las listas allí donde el vértice oficial tiene figuras relevantes, retiene el control y lo quiere monopólico. Finalmente, nada permite prever que de aquí a las legislativas de octubre próximo el vértice oficial vaya a cambiar su actitud de dejar en suspenso el problema de la sucesión: si no es Cristina, vía reforma constitucional, será quien ella disponga, en algún momento entre 2014 y 2015, dicen en el entorno presidencial; pero con ese criterio, ¿cómo podrían los aspirantes a la sucesión confiar en que finalmente serán los elegidos? ¿No les conviene acaso hacerse por sus propios medios de todos los votos y representantes posibles, ante la eventualidad de que se los quiera dejar fuera de juego?

Concentrar decisiones y crear incertidumbre en el entorno puede ser conveniente cuando se tienen en la mano las cartas ganadoras, pero el efecto puede no ser tan bueno cuando esas cartas están más repartidas, y la capacidad de imposición es declinante. Un ejemplo de ello es lo que está sucediendo en la provincia de Buenos Aires: el kirchnerismo parece convencido de que podrá imponerle las condiciones de un acuerdo a Scioli, tal vez permitiéndole un mayor control de las listas provinciales a cambio de seguir imperando en las nacionales; pero si tal entendimiento deja afuera a Massa, y él se atreve a hacer lo que el gobernador ni siquiera imagina, podría terminar siendo un mal negocio para ambos.

Fuente: El agente de CIPOL