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27.05.12

La falta de timón económico le quita margen a Cristina K

(DyN) El Gobierno se llena la boca con el discurso de las tasas chinas y con la creación de empleo que permitió remontar la cuesta de la tragedia de 2001, pero nunca se planteó cómo conseguir mayor inversión que sumara al trabajo a todos los que el Estado, nueve años después, sigue subsidiando, sin otras expectativas para la gente que seguir siendo rehenes de por vida. La duda allí es saber si realmente quiere que se produzca el trasvasamiento de esa población sumergida hacia la dignificación o si el negocio es mantener la clientela para gestas futuras.
Por Hugo E. Grimaldi

(DyN) Más allá de su pasión por las epopeyas fundacionales, la presidenta de la Nación ha dicho que “lograr la unidad, que no es pensar lo mismo, no repetir lo mismo, es establecer cuestiones sobre las que ya no discutamos más los argentinos”. Si bien se podría deducir que en su cabeza el pensamiento único le suena mejor que la suma de ideas, el problema es saber cuáles son esas cuestiones y quién es el que tiene la potestad de hacer la lista de prioridades. A veces, muchos funcionarios del propio Gobierno niegan la realidad y las quieren imponer a libro cerrado.

En su alocución del 25 de mayo, la propia Cristina Fernández ha dado alguna pista sobre los temas que a ella le interesaría debatir: “que otra manera de crecer es posible, que (existe) otro modelo de sociedad inclusiva, con vigencia de los derechos humanos, con vigencia de los derechos de los trabajadores, de los educadores, de los estudiantes, de los científicos, en definitiva, de lo que yo llamo ‘la Patria’”, ha dicho.

Y que el contenido de la lista no es palabra santa debe ser así, porque ella misma reconoció: “No, qué voy a ser la verdad... nadie es la verdad, nadie tiene la verdad; me equivocaré y me voy a seguir equivocando millones de veces”.

En realidad, la que tiene problemas para avanzar en la síntesis necesaria para zafar de la varadura en la que está metida es la sociedad. Los opositores más acérrimos dicen: “no me entra en la cabeza cómo no se dan cuenta el rédito que podrían obtener haciendo las cosas de manera diferente”, mientras que los ultras del oficialismo defienden su tesis de “ir por todo, contra los poderes concentrados, sin arriar las banderas ni volver al pasado”.

Uno de los síntomas que ha salido a la superficie en estas horas de tanta bruma es justamente el componente ideológico para intentar domar una eventual crisis económica, aunque a caballo de recetas diferentes. Muchos dicen “nunca antes estuvimos tan mal” y otros, “nunca antes estuvimos tan bien”. Quizás esta división, hoy tan palpable, sea el principal escollo del deseo presidencial.

Igualmente, la sociedad es tan voluble, que nunca es posible saber qué ocurrirá mañana mismo con los ídolos de hoy. En estos días, por ejemplo, ante las dudas que genera la situación económica, los ciudadanos parecen reaccionar con memoria histórica, ya que se tiene la presunción de que el fondo de la olla está rajado y que por las grietas hay fugas de dólares, mientras que hay muchos pesos, pero que no alcanzan.

Por el lado de la divisa, porque debido a la enjundia oficial por defender su tenencia se sospecha que casi no hay más y un bien escaso sube de precio. Pero además, porque el dólar está en alza en todo el mundo, situación que hizo caer el valor de la soja entre otras cosas y que Brasil acompañó en los últimos días con una devaluación importante. Así, el tipo de cambio quedó en una mayor falsa escuadra, a partir de los desajustes en los costos internos que crecen y crecen sin parar, por culpa de la inflación.

Y por el lado de los pesos, porque se observa que se emite sin parar y que igual los déficits son crecientes, el Estado no para de gastar y las provincias no saben cómo hacer para cubrir sus rojos sin mayor ayuda del gobierno central. Para colmo, tampoco hay financiamiento para nadie.

Ante este cuadro boxístico de un dólar bailoteando en el centro del ring con el peso colgado de las cuerdas, qué otra cosa podía hacer el argentino medio que poner a funcionar la memoria y actuar en consecuencia. Quien quiera transmitir que esta actitud defensiva es “destituyente” no sabe de qué se trata. En todo caso, la autocrítica gubernamental debería plantearse en reconocer por qué. No solamente lamentarse diciendo qué hice yo (y lamentablemente hizo mucho en su propia contra) para merecer esto, sino qué cosa no hice.

En primer lugar, el Gobierno se llena la boca con el discurso de las tasas chinas y con la creación de empleo que permitió remontar la cuesta de la tragedia de 2001, pero nunca se planteó cómo conseguir mayor inversión que sumara al trabajo a todos los que el Estado, nueve años después, sigue subsidiando, sin otras expectativas para la gente que seguir siendo rehenes de por vida. La duda allí es saber si realmente quiere que se produzca el trasvasamiento de esa población sumergida hacia la dignificación o si el negocio es mantener la clientela para gestas futuras.

Luego, como norma, ha buscado enemigos en todas partes o chivos expiatorios de adentro y de afuera a quienes endilgarle todos los males y cuando no pudo hacerlo inventó la cuestión del relato que supuestamente intenta imponer lo que denominó la corporación periodística, a la que le opuso una segunda corporación de medios pagos por el Estado con un relato tan favorable que termina ocultando por saturación de exageraciones los verdaderos logros gubernamentales.

En ese sentido, parece increíble que los medios oficiales no hayan registrado ni sola una vez en la semana que el dólar paralelo pasó los 6 pesos. Ni siquiera se atrevieron a decirlo desde un supuesto ángulo crítico hacia el delito. Pero, como Beatriz Paglieri bajó línea sobre el silencio que debe haber sobre el dólar pues bien… a barrer entonces el tema debajo de la alfombra.

La secretaria de Comercio Exterior no es para nada un Guillermo Moreno con faldas como se la ha querido definir desde los modos, aunque no le va en zaga a su jefe en materia de prejuicios y de arbitrariedades. A los empresarios les pidió que no hablen de restricción a las importaciones porque si no después “nos atacan en la OMC”, pero en todo caso esa orden es parte de la interacción que ellos deben soportar. Ahora, ¿por qué decirle a la prensa que "no ayuda al ánimo de construir" que se le hagan preguntas sobre el mercado cambiario? ¿No contestar acaso le quita dudas a la gente o se las suma?

Unos días antes, la misma Paglieri había tenido un entredicho por Radio Nacional y allí aseguró lo más suelta de cuerpo que “no hay fuga de capitales, porque si la hubiera, sería un hecho grave”. Probablemente, la funcionaria no haya podido leer los informes del BCRA que así lo dicen, debido a su gran caudal de trabajo, miles de papeles que tiene que firmar todos los días producto del amor de ella y de Moreno por las autorizaciones burocráticas.

Los reparos de Paglieri para que de “eso” no se hable fueron vulnerados con mayor inteligencia por la propia Presidenta en el discurso de Bariloche. Para decir sin decir, Cristina eligió una elipsis a partir de un ejemplo del año 2002 referido a un amigo de su hijo Máximo, quien supuestamente le comentó: “hay que comprar dólares –estaba a 4,80 en ese momento- porque se va a ir a 10 pesos. Y el amigo nuestro compró. No sé qué habrá hecho con esos dólares o si los tendrá”. Y agregó: “Como verán todo se repite y lo que más me sorprende es que los actores repiten las conductas. Pero bueno, él le creyó a la letra de molde o lo que decían o a los rumores”.

Es que salvo los diarios del oficialismo, lo que Cristina llama las “letras de molde” (los titulares de la prensa gráfica) de la semana no dejaron de marcar la escalada del dólar “blue”, como tampoco dejaron de hacerse eco de manifestaciones gubernamentales sobre que la brecha enorme que se había abierto con el dólar de las casas de cambio no era de cuidado, ya que estaba restringida a un mercado muy chico carente de oferta, plagado de controles policiales y con trabas que hasta podrían llegar a vulnerar los derechos individuales en materia de desplazamientos al exterior.

La burrada conceptual que planteó quien dijo que la economía real no tenía por qué sufrir porque los mercados no se comunicaban, no tomó en cuenta que el dólar de las casas de cambio tiene un precio, pero que, como también carece de oferta y no se consigue, dejó de ser referente. Por lo tanto, guste o no guste, toda la economía se empezó a ajustar ahora al precio al que se consigue el bien. Si la idea de alguien fue que el que quiera dólares que se embrome y que lo pague más caro porque total no pasa nada, en línea con las distorsiones que marcó la Presidenta, también en ese sentido el tiro le ha salido por la culata.

Aunque se esté viviendo en este marco de lamentable turbulencia en el día a día o quizás por eso mismo, bien podría hacerse un listado de temas económicos que podrían ponerse sobre la mesa para establecer esas “cuestiones sobre las que ya no discutamos más los argentinos”, tal como lo pidió la Presidenta.

Por ejemplo, en materia estructural ¿es revisable el actual modelo? ¿Habrá chance de armar un programa que sustente con racionalidad un ajuste de variables, aunque no se llame de esa manera, para volver a cambiar las expectativas? ¿Y si se formara un equipo económico profesional equilibrado que archive el dogma de las ideologías y que elabore un plan para que sea creíble lo que haya que corregir?

Y si de economía se habla, en lo coyuntural, ¿podrá discutirse la política industrial? ¿Y la cambiaria, por lo visto en terapia? ¿O reformular la política energética o la de exportaciones de carne, trigo y leche?

¿Existirá un hilo común que permita rebobinar y corregir errores, si los hubo? ¿Se podrá consensuar la necesidad de reformular el INDEC, para sincerar no sólo la inflación, sino todas las variables de la economía, aunque con ello se reconozca que hay tres veces más pobres que los que marcan las estadísticas oficiales?

¿Habrá lugar para diseñar una política comercial externa que atienda la necesidad de sustituir importaciones sin malquistarse con el mundo, con ese mismo mundo al que la Argentina dice querer pertenecer? En este sentido, ¿no hay acaso espacio para volver a jugar con los organismos internacionales como quieren muchos, pero sin necesidad de arrodillarse, como no toleraría el kirchnerismo?

Lo ideal sería que lo que surgiera de este listado y de otros que deberían elaborarse en lo institucional, político y en materia de relación con el mundo, no sea como un partido de fútbol de ganador-perdedor sino que la posición de los que quieren cambiar, no menoscabe la de aquellos que defienden el modelo ni viceversa. Entre las posiciones extremas, que sólo buscan la imposición de las ideas, seguramente está la de la mayoría de los argentinos. Y es en este punto, donde aparece el rol de la prensa como intermediario de las dudas de muchísimas personas que, por estos días, parecen tener más preguntas que respuestas.

Cuando los periodistas dicen “queremos preguntar” es porque resulta ser la única manera que tienen los medios para acercarle al ciudadano el pensamiento de quienes conducen y de quienes se oponen a esa conducción, para saber cómo actuarían y cuál es la lista de temas a debatir.

Es muy lícito que la Presidenta diga que “para información oficial están mis discursos”, ya que defiende la llegada directa a los ciudadanos, pero no puede decir que si acepta preguntas éstas se le pueden volver en contra (“yo no voy a hablar contra mí misma”). ¿Por qué una respuesta suya sería aceptar la autoincriminación, justamente en su caso, capaz de envolver con su dialéctica a más de cuatro, siendo dueña de la capacidad y de la imagen necesaria para enderezar los entuertos en los que se ha metido su gobierno?

Aunque más allá de los deseos de Cristina, el problema que parece tener el gobierno nacional en su conjunto en estos tiempos de hechos de corrupción y de maniobras judiciales que también lo acosan es que no podría soportar a pie firme un cuestionario mínimo de preguntas y repreguntas.