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18.11.11

CFK y el capitalismo serio

Un indicador de la confianza que emana de un país es determinar el nivel de inversiones extranjeras directas que recibe. Actualmente Brasil recoge el 60 % de la inversión directa extranjera en América Latina, Chile el 24 % y Argentina apenas el 5 %. Ir a un control de cambios o mantener un mercado libre de divisas, es una decisión política que corresponde a las autoridades, asumiendo sus costos y beneficios. Lo que es anómalo, incomprensible y no registra antecedentes en el mundo es que un país implante un sistema de control de cambios para algunos ciudadanos y mantenga de modo aleatorio el mercado libre para otros.
Por Aleardo F. Laría

DyN.- La presidenta Cristina Fernández ha utilizado el foro internacional del G-20 para reclamar un “capitalismo serio” al resto de los países del mundo. Aunque la seriedad es un rasgo de las personas, por extensión la expresión es utilizada para señalar un modelo económico donde rigen reglas de juego estables que por su razonabilidad son aceptadas e incorporadas por todos los actores de un modo natural. Es decir que seriedad es lo opuesto a la arbitrariedad y el diletantismo.

Pese a la exhortación de Cristina Fernández, Argentina dista de ser un “capitalismo serio”. Basta sencillamente recordar que el Instituto Nacional de Estadísticas (INDEC) ha sido intervenido para maquillar los indicadores de la inflación, y  tomar consciencia de lo que significa para un país privarse de una información estadística seria que tiene enorme valor estratégico. Hay países pobres que todavía no poseen estadísticas de calidad, pero son muy pocos los países en el mundo –tal vez Grecia- que falsean sus estadísticas de modo deliberado.

Ahora se acaba de sumar una medida exótica acordada entre la AFIP y el Banco Central en virtud de la cual toda operación de compra de divisas debe ser autorizada previamente por la agencia fiscal. Según se ha podido comprobar, la AFIP “califica” a los contribuyentes en dos categorías: “solventes” e “insolventes” y a estos últimos no les autoriza la compra de dólares u otras divisas. Los criterios que utiliza la AFIP para hacer este cribaje de contribuyentes permanecen en el más insondable de los misterios, de modo que los ciudadanos, excluidos de la posibilidad de acceder a estas operaciones, no tienen modo de reclamar frente a una clasificación arbitraria.

En Argentina existe un régimen bi-monetario que no es habitual en otros países del mundo. Aquí se pueden concertar operaciones inmobiliarias nominadas en dólares o se pueden abrir cuentas en los bancos para ingresar dólares. Estas normas son las que le han permitido a un gobernador de la provincia de Santa Cruz llevarse al exterior más de 600 millones de dólares o comprar dos millones de dólares en el mercado para cancelar una operación interior. Le permiten también a la presidenta Cristina Fernández mantener un plazo fijo de 3 millones de dólares.

Todas esas operaciones entran dentro de lo que técnicamente se denomina “fuga de capitales”. Es una de las peores lacras de las economías subdesarrolladas, puesto que supone canalizar ahorro interno, que podría servir para expandir el empleo de calidad, para llevarlo al exterior o, en el peor de los casos, neutralizarlo en una caja de seguridad o en un colchón. Por otra parte, la dolarización de portafolios se considera un índice de la desconfianza interna en la consistencia de una economía.

Una de las estrategias que los países utilizan para evitar la fuga de capitales consiste en imponer severos controles en las operaciones de cambio de divisas. Son medidas que terminan con el bi-monetarismo interior y obligan a negociar las divisas obtenidas en el comercio exterior a través del mercado oficial de cambios. Sin embargo, la mayoría de los países se resisten a implantar medidas de control de cambio porque se han demostrado bastante ineficaces dado que dan lugar al fenómeno de subfacturación de exportaciones y sobrefacturación de importaciones que son recursos empleados para mantener las divisas en el exterior. Por otro lado, un mercado estricto de venta de divisas, da lugar al surgimiento de un mercado paralelo clandestino.

La otra estrategia para evitar la “fuga de capitales” se basa en mejorar las variables macroeconómicas y brindar estabilidad jurídica a los inversores –internos y externos- lo que supone, en términos más generales, mejorar la calidad institucional del sistema. Cuando esas condiciones no existen los inversores internos se fugan y los externos no vienen. De allí que un indicador de la confianza que emana de un país es determinar el nivel de inversiones extranjeras directas que recibe. Actualmente Brasil recoge el 60 % de la inversión directa extranjera en América Latina, Chile el 24 % y Argentina apenas el 5 %.

Ir a un control de cambios o mantener un mercado libre de divisas, es una decisión política que corresponde a las autoridades, asumiendo sus costos y beneficios. Lo que es anómalo, incomprensible y  no registra antecedentes en el mundo es que un país implante un sistema de control de cambios para algunos ciudadanos y mantenga de modo aleatorio el mercado libre para otros. En los países capitalistas serios, existen reglas de juego claras, conocidas, que los funcionarios deben luego aplicar de modo uniforme para todo el mundo.

Medidas que se demuestran inconsistentes no suelen tener mucha vida en los países capitalistas serios. Cuando se comprueba que son ineficaces o contraproducentes, se modifican y se ajustan a las necesidades marcadas por la sensibilidad del mercado. En Argentina es más difícil hacer pronósticos. Que una aberración como la intervención del INDEC se prolongue a lo largo de tantos años, demuestra que la seriedad en Argentina es uno de los bienes más escasos y difíciles de encontrar. De modo que pareciera que no estamos, por el momento, en condiciones de ofrecerlo generosamente al resto del mundo.