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07.10.11

Dilma y CFK imparten lecciones de ``buen gobierno´´ a Europa

Dilma comparó la actual situación europea con los años 80 de América latina, cuando el FMI y el BM sometían a la región a dietas recesivas. Se suma así a las varias declaraciones de tono similar formuladas en los últimos meses por su colega argentina, Cristina Fernández de Kirchner (CFK). También ella ha llamado a los europeos a no aplicar las funestas recetas ortodoxas que les llevan los doctores fondo-monetaristas. Dilma y CFK deberían invertir por un momento su actitud de maestras severas y pensar si no tienen algo que aprender de la crisis europea. Porque tanto Brasil como Argentina muestran una fuerte tendencia al crecimiento de su gasto, al aumento del aparato estatal y de sus empleados. Ambos países están construyendo nuevamente un Estado grande, fuerte y muy costoso.
Por Pablo Díaz de Brito

Desde Bruselas, Dilma Rousseff se daba un gran gusto: les impartía lección de política económica a los europeos. Dilma le propuso a la afligida Europa que aplique la "fórmula de Lula", y deje de lado la ortodoxia fondo-monetarista. "Nos enfrentamos (en el mundo) a un escenario de mercado recesivo" dijo Dilma, "marcado por el elevado desempleo y por el deterioro de los logros sociales históricos", como el Estado de Bienestar europeo, gestado por la socialdemocracia escandinava", ejemplificó, en olímpico olvido de lo hecho por las democracias cristianas y De Gaulle. Por esto, agregó la brasileña en su clase magistral, se deben aplicar políticas sociales como las creadas en Brasil por Lula.

En otro paralelo histórico riesgoso, Dilma comparó la actual situación europea con los años 80 de América latina, cuando el FMI y el BM sometían a la región a dietas recesivas. Dilma se suma así a las varias declaraciones de tono similar formuladas en los últimos meses por su colega argentina, Cristina Fernández de Kirchner (CFK). También ella ha llamado a los europeos a no aplicar las funestas recetas ortodoxas que les llevan los doctores fondo-monetaristas.

La última intervención de Cristina, en el interior del país, provocó más de un comentario socarrón, dado que culpó de la situación europea a los "monetaristas". Como si hubiese discípulos de Milton Friedman desperdigados por toda Europa, haciendo daño a mansalva.

En fin, y más allá de si caben los paralelos de la América latina de los 80 o la Argentina del período 99/2001 (la comparación favorita de CFK y sus ministros) con la actual crisis europea, el punto es más bien el cambio de roles. Ahora, las presidentas y presidentes latinoamericanos, titulares de economías que crecen a ritmos vertiginosos (al menos hasta hoy) dan cátedra a los jefes de Estado de Europa y Estados Unidos.

Sin fijarse mucho en esos molestos detalles de la técnica y la economía, el objetivo de estas filípicas es claramente otro: exhibir el cambio drástico de status internacional que han logrado los países latinoamericanos. Gracias, presuntamente, al espléndido efecto de las políticas económicas expansivas y activas. Que a países con gobiernos de centroderecha les vaya igual de bien o incluso mejor (Chile, Perú, Colombia) es un asunto que se soslaya en pos de ese efecto propagandístico. Atar la gestión desarrollista y de perfil social con el éxito macroeconómico y contrastarlo con el pantano en que se hunden Europa y Estados Unidos es el sentido y fin de estos discursos, que por algo se reiteran sistemáticamente a nivel doméstico, para fijar ese slogan en el público local.

Por un lado, es comprensible y totalmente legítimo que sociedades que han dado un salto cualitativo en pocos años y que durante décadas debieron soportar un trato casi colonial y ser catalogadas como un completo fracaso, quieran declamar a los cuatro vientos que eso ya no es así y que, al contrario, ahora son los antiguos maestros los que tienen algo que aprender de los ex alumnos. Hay una suerte de vendetta por tantas décadas de subalternidad, no sólo económica sino cultural, incluso mental, si se quiere. Todos los países emergentes hoy hablan en otro tono, no solo los latinoamericanos. Esto es parte del cambio de roles global, tan a la vista y tan comentado.

Pero el viraje extra de tuerca que dan los líderes de la izquierda latinoamericana gobernante es el que resulta polémico y discutible. Mientras los chinos, por ejemplo, no ocultan su extrema ortodoxia cuando le reclaman a Estados Unidos por la pérdida de su triple AAA y le exigen que ajuste en el gasto social al más crudo estilo Wall Street, Brasil y Argentina buscan, al contrario, liderar el clima de opinión internacional contra los "mercados desregulados", la ortodoxia fiscal y, en general, contra el "neoliberalismo". Este, a través de sus agentes, estaría cebándose con los pobres europeos, según esta visión maniquea que divulgan Dilma y CFK. El malestar creciente del Primer mundo tiene su expresión más visible y ruidosa en los "indignados" europeos, y ahora estadounidenses. Esos jóvenes que por estos días llegan hasta la mismísima Wall Street con su carga de descontento por la falta de trabajo y de perspectivas, pese a tener muchas veces un título universitario bajo el brazo y que ven cómo los Estados destinan cifras enormes a "rescatar" a...¡los bancos!

El caso de Dexia, el banco franco-belga al que se debió rescatar esta semana, produjo un feo deja vú de la crisis de 2008/9, cuando cientos de miles de millones de dólares/euros del erario público fueron a salvar de la quiebra a los grandes bancos privados. La irritante perspectiva de que vuelvan a repetirse este tipo de operativos mientras los ciudadanos de a pie tragan cucharada tras cucharada de la amarga medicina prescripta por el FMI y el Bruselas rebela hasta los ánimos más pacíficos. Y que esta medida tan impopular podría volver a tomarse, es algo que fue claramente sugerido por Angela Merkel, la Señora Rigor Fiscal. "Alemania está preparada para llevar a cabo una recapitalización, si fuera necesario" de los bancos, señaló Merkel tras reunirse con el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso.

Los bancos, efectivamente, están nuevamente en problemas, ahora por sus fuertes tenencias de bonos europeos. Los ciudadanos ven un doble standard: a los bancos se los cuida pese a que repiten, en apenas dos o tres años, muy malas inversiones (antes las hipotecas basura, ahora un exceso de bonos de países con graves problemas fiscales). Es el clima creado por esta doble política la que abona el terreno para los "indignados" y los arrebatos retóricos de Dilma y CFK.

Pero es claramente erróneo el paralelo que ellas sostienen, porque los países latinoamericanos crecen con o sin heterodoxia, gracias al boom mundial de materias primas, situación que obviamente no existe en Europa. Y las comparaciones con los 80s regionales, la "década perdida", o con el final del régimen de Convertibilidad en Argentina, resultan arriesgadas, dado que en aquella época las grandes economías de la región vivían una mezcla letal de deuda externa, inflación galopante (patología que Europa desconoce) y Estados empresarios totalmente quebrados, junto a regímenes industrialistas proteccionistas que habían provocado un enorme retraso tecnológico. Europa, y mucho menos Estados Unidos, no padecen nada de esto. Europa sí tiene un grave problema con sus socios periféricos (aunque, por ejemplo, Irlanda ya está dando muestras de fuerte recuperación) y sobre todo un evidente exceso del tamaño de sus Estados y del alcance de sus regulaciones. Estas muchas veces parecen escritas por un maníaco obsesivo (en Bruselas lo quieren regular todo: desde el número y tamaño de los olivares a la cantidad de litros de leche que pueden producir las vacas, ¡y no es broma!).

Por esto, tal vez Dilma y CFK deberían invertir por un momento su actitud de maestras severas y pensar si no tienen algo que aprender de la crisis europea. Si esta tiene, como creemos en esta columna, su causa última en el exceso de estatismo y regulaciones extremas, las mandatarias deberían tomar nota, más allá de lo que luego que digan desde la tribuna. Porque tanto Brasil como Argentina muestran una fuerte tendencia al crecimiento de su gasto, al aumento del aparato estatal y de sus empleados. Ambos países están construyendo nuevamente un Estado grande, fuerte y muy costoso.

Aunque también acá hay que matizar y distinguir: Dilma podrá dictar cátedra expansionista en Bruselas, pero en lo que va de su corto mandato, desde el 1º de enero pasado, recortó el gasto público en 36 mil millones de dólares. Nada semejante se plantea la mucho más rígida CFK, quien, al contrario, y pese a una inflación que ronda el 30%, sigue apretando el doble pedal de la expansión fiscal y monetaria.