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03.06.11

La segunda vuelta en las elecciones presidenciales en Perú: la intranquilidad al poder

(Análisis Latino) El ballotage del domingo supone un espectáculo digno de ver, por lo enigmático de su resultado, y por las consecuencias que entrañará tanto a nivel nacional como regional. La esperanza ha de depositarse en la continuidad del crecimiento económico, que no debería ser anulado por la lucha por la inclusión, pues será clave para evitar caídas en la tentación autoritaria
Por María Laura Depetris

(Análisis Latino) En un contexto marcadamente polarizado, polémico y de alto voltaje mediático, los peruanos se aprestan a definir el próximo domingo su futuro político, de cara a un ballotage signado por la incertidumbre, que tiene por protagonistas a dos candidatos situados en los extremos del espectro político.

No obstante, podemos extraer una serie de variables comunes a tan disímiles perfiles. Sin ir más lejos, tanto a la legisladora conservadora Keiko Fujimori como a su contrincante el nacionalista Ollanta Humala, se los sitúa en las antípodas de la gobernabilidad democrática. Esta percepción ha surtido efecto en la esfera económica, entrañando volatilidad y preocupación, con una baja significativa de la Bolsa limeña y una relativa caída de la moneda peruana. La intranquilidad también condujo a que intelectuales de renombre, como Mario Vargas Llosa, firmasen un "Pronunciamiento Colectivo" exhortando a la sociedad a velar por la integridad de la democracia y el estado de derecho.

Lo que es más, ambos candidatos representan un seguro retorno al populismo, aunque en versiones diferentes. Habida cuenta del contexto histórico y la estructura heterogénea existente en la sociedad peruana, las perspectivas para un revival del populismo en sus diversas formas son más amplias que las de la consolidación de una democracia verdaderamente representativa. Claro está que la debilidad o la ausencia de instituciones representativas, abona un terreno fértil para el surgimiento de estilos populistas de gobierno.

La ecuación política en el plano del Legislativo, con un Congreso fragmentado, aviva aún más el temor de una inestabilidad democrática. Amén de los resultados que arroje la segunda vuelta el domingo próximo, quien gane, inexorablemente, encabezará un gobierno de minoría. Si bien Alejandro Toledo y Alan García supieron gobernar pese a no detentar mayorías absolutas en el Congreso, lo cierto es que tampoco contaron con mayorías en su contra. De aquí podemos deducir que es factible que la balanza se incline hacia el Ejecutivo, constituyéndose en todo un aliciente para el desarrollo de una experiencia hiperpresidencialista, con el riesgo autoritario que la misma conlleva.

Así las cosas, la derechista Fujimori, encabeza las encuestas para el ballotage del próximo domingo, aunque en los hechos se habla de un empate técnico con su adversario, el izquierdista Humala, lo cual entraña un grado incertidumbre que el debate organizado por la cadena CNN no supo despejar.

Huelga decir que lo sucedido en las urnas refleja un perfil de votante que constituye el grueso la sociedad peruana. Paradójicamente, el crecimiento económico experimentado en los últimos años no comportó una reducción de la pobreza, dada la pésima distribución de la riqueza. Así las cosas,  Keiko Fujimori y Ollanta Humala, son los candidatos que representan más claramente la insatisfacción con las políticas aplicadas en los últimos años y, casi como consecuencia, con los resultados de la democracia. Se encuentran zonas en donde el Estado llega poco y, cuando lo ha hecho, ha sido de manera asistencialista.

Humala pasó a la primera vuelta con un 31% de los votos válidos, que básicamente representaban a sectores postergados que no se ven representados en el modelo económico y que ansían cambios radicales en su situación. Fujimori, por su parte, se hizo con un 23%, que incluye a los partidarios de la mano dura y a los sectores que reconocen que en el gobierno de su padre el Estado aumentó su presencia y resolvió asuntos específicos. Tanto el uno como el otro tienen buena llegada a los sectores populares, en los cuales se advierte un fuerte rasgo autoritario.

El ballotage del domingo supone un espectáculo digno de ver, por lo enigmático de su resultado, y por las consecuencias que entrañará tanto a nivel nacional como regional. La esperanza ha de depositarse en la continuidad del crecimiento económico, que no debería ser anulado por la lucha por la inclusión, pues será clave para evitar caídas en la tentación autoritaria; y quien sabe, tal vez auspicie un escenario en el cual Keiko pueda brillar, corriéndose el velo de la impronta autoritaria de su padre, como ha procurado hacerlo a lo largo de su campaña, u Ollanta tenga la oportunidad de demostrar que su transformación es genuina. 

María Laura Depetris es redactora de www.analisislatino.com