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04.02.11

Dilma y Cristina: psicologías políticas opuestas sobre la economía de mercado

Detrás de la comparación macroeconómica entre Brasil y Argentina, subyace una diferencia más sutil pero decisiva, que explica estos diferentes climas económicos en ambos países. Es esa neurosis irresuelta que muestra el gobierno K y su cohorte de periodistas e intelectuales en su mala relación con la economía de mercado.
Por Pablo Díaz de Brito

Argentina creció en 2010 al 7,5% y Brasil lo mismo. Pero Argentina tuvo 25% de inflación, mientras que Brasil registró un 6%. En tanto que Argentina sigue en la misma vía inflacionaria, en Brasil ese número causó alarma general y llevó a Dilma a ordenar un ajuste fiscal del orden de los 25 mil millones de dólares, además de subir la ya alta tasa de interés de referencia. Un mix "ortodoxo", "fondomonetarista" impensable en la Argentina K.

La espiral precios-salarios, más la inflación en sí misma y la hostilidad hacia el mercado que muestra el gobierno argentino (Techint, Shell, grupo Clarín, el agro, etc.), así como los desmadres del sindicalismo como el que paralizó en enero los puertos graneleros de Rosario, hacen que la comparación entre ambos países sea ventajosa en todo para Brasil, pese a que Dilma cayó en "recetas neoliberales" según los parámetros K.

Los empresarios brasileños le ganan en todos los rubros que componen su competitividad -global y creciente- a sus pares argentinos. Por otra parte, sobre el crecimiento argentino, habría que revisar ese dato, dado que se basa en la inflación del Indec y esta se usa para "deflactar" el PBI nominal.

El hecho es que con políticas "neoliberales", o sea, con un atento cuidado a los mercados, Brasil logró dos cosas: crecer hasta erigirse en un actor económico global, algo en lo que Argentina no puede ni siquiera soñar, y así mejorar sustancialmente sus índices sociales, desencadenando un proceso de ascenso social saludado por todos. Algo que la Argentina está del todo ausente, o acaso ¿dónde están esos millones de nueva clase media en la Argentina K? Al contrario, es cada vez más perceptible el deterioro social que trae la inflación, directamente ligada al "modelo", o sea, a ese crecimiento galopante pero de de mala calidad que es la marca registrada del régimen económico K.

La neurosis irresuelta del gobierno K

Detrás de esta comparación macroeconómica entre Brasil y Argentina, subyace una diferencia más sutil pero decisiva, que explica estos diferentes climas económicos en ambos países. Es esa neurosis irresuelta que muestra el gobierno K y su cohorte de periodistas e intelectuales en su mala relación con la economía de mercado, y que se manifiesta en la pésima vinculación con el campo, con los medios, con la gran industria. Como se suele decir, si Argentina ha crecido mucho ha sido pese a los K, y es por culpa de ellos si crece mal: con inflación, demanda drogada y que es puro consumo, falta de inversión crónica, falta de ahorro, falta de competitividad externa por fuera de commodities agrícolas, etc.

La confrontación de los ex guerrilleros brasileños -y uruguayos-, con los resentidos ex militantes setentistas argentinos es vital para comprender esas malas políticas económicas argentinas y las acertadas de Lula-Dilma y del uruguayo Mujica. Estos últimos son ex radicales maximalistas que comprendieron que el capital y la economía de mercado son aliados -aunque seguramente difíciles de tratar- fundamentales para el desarrollo y las políticas sociales. Por esto es que Dilma ordena frenar en seco la inflación cuando alcanza 6%, mientras en Argentina el gobierno y sus medios impulsan absurdos debates en contra de "enfriar" la economía cuando la inflación galopante de 25% y creciendo desarma la planificación y organización necesarias para que el tejido empresario se fortalezca y desarrolle.

La espiral precios-salarios en este inicio de 2011 está claramente desatada y hace casi imposibles muchos proyectos que requieren de fuerte inversión. Pero el discurso del gobierno K es siempre el mismo: maniqueo y setentista. "La culpa de la inflación la tienen los empresarios que no resignan márgenes y remarcan preventivamente", "no vamos a enfriar la economía con recetas neoliberales", etc, negando así un análisis mínimamente serio y técnico del fenómeno. Lo mismo hacía Perón en 1973-74, y antes, en su primera presidencia.

Este planteo técnicamente insostenible es propalado por los medios afines al gobierno, que practican un periodismo primario y brutal pero martillante, en el que no cuenta para nada la honestidad intelectual sino "instalar" estos clichés. Y el tono frontalmente antimercado domina en todo el espectro mediático, propagandístico y cultural del gobierno: desde Télam y Canal 7 a Página 12 y los demás medios dominados por el gran poder de la caja K, por no hablar del establisment universitario y cultural que apoya al gobierno, que es de un tenor primitivamente anticapitalista.

El régimen K y sus políticas económicas son así la expresión de esa mala convivencia nunca asumida entre economía de mercado y modernización de la sociedad, de una parte, y las tradiciones de la izquierda más cerril, por otra. En este sentido el kirchnerismo, por su retórica, recuerda mucho a la izquierda radical europea, que a diferencia de él ni se plantea ser gobierno.

El kirchnerismo combina entonces acción y pragmatismo de gobierno con retórica radical propia de quienes nunca serán gobierno. Es un híbrido profundamente neurótico, torturado por la conciencia sorda de no haber asumido nunca plenamente aquella necesidad evidente de aceptar a la economía de mercado y sus reglas, paso vital que sí han dado Dilma, Lula y Mujica.

Y es por conservar este núcleo de resentimiento anticapitalista que el kirchnerismo tiene tanta aceptación entre la pequeña intelectualidad radicalizada. No por nada el apoyo decidido de este sector al kirchnerismo aparece recién en el tardío 2008 con el conflicto con el campo, que todos -salvo ellos- percibieron como un error mayúsculo del gobierno. Para el periodista Horacio Verbitsky y Cia, al contrario, fue el primer paso para discutir "la renta" del capital, y nada menos que con los propietarios de la tierra. Fue, como se sabe, un error político que postró al poder K durante dos años. Pero no importa. Era una medida en el camino deseado, el de confrontar con el capitalismo.

En las antípodas de esta ideología feroz, resentida y totalmente disfuncional aparecen Dilma, Lula y Mujica, que han superado ese rencor de su juventud y han aprendido que si se quiere desarrollo hay que trabajar para tener una gran economía de mercado. Esta actitud explica que Dilma, en su primera reunión plenaria de gabinete, bajara la orden de recortar el gasto en todos los ministerios, ante el objetivo superior de domar la inflación del 6%, un número que en Argentina todos consideraríamos ideal, pero que en el resto del mundo, ese que cuida a la economía de mercado, es una señal de alerta.

Pablo Díaz de Brito es periodista y analista de CADAL.