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11.08.10

¿Es posible una etapa chavista del modelo K?

Desde el inicio de la experiencia K existió una evidente y enorme distancia entre lo que la izquierda que acompaña al poder desea y expresa y lo que ese poder hace efectivamente ante el capital. El capital es el enemigo de esa izquierda frustrada, no del poder K, que lo necesita para construirse a sí mismo.
Por Pablo Díaz de Brito

Desde columnas como las de Mariano Grondona en el diario La Nación, a corrillos empresarios y simples charlas de café, la advertencia es la misma: en 2011 se pone en juego la democracia y si gana Néstor Kirchner se viene una etapa chavista. Desde la vereda de enfrente, desde las bases K, los blogs y medios afines al poder, se sueña con esa radicalización anticapitalista y antiliberal. Pero, ¿es posible una etapa chavista del modelo K? En términos puramente económicos, parecería que no: el modelo K se nutre de los dividendos de la economía de mercado y ni piensa en afectar la estructura de propiedad que la conforma. Veamos un poco.

Desde el inicio de la experiencia K existió una evidente y enorme distancia entre lo que la izquierda que acompaña al poder desea y expresa y lo que ese poder hace efectivamente ante el capital. El capital es el enemigo de esa izquierda frustrada, no del poder K, que lo necesita para construirse a sí mismo. La evocación permanente de estos sectores radicalizados de las experiencias venezolana y boliviana sirve para evidenciar este punto clave: van a buscar allá lo que acá no encuentran.

La historia demuestra que estas experiencias anticapitalistas son "exitosas" solamente mientras pueden echar mano del capital acumulado en las etapas anteriores, como hacen hoy Evo Morales en Bolivia y Hugo Chávez en Venezuela, pero luego entran en una crisis imparable.

Sabedor de ese límite estructural del anticapitalismo, el poder K torea al capital, pero no termina nunca de atacarlo en su esencia, que es la propiedad. Un ejemplo: el affaire Telecom. El poder K buscó echar a un socio extranjero y poner a un capitalista local, a un amigo de la casa. No lo logró, pero su intención en cualquier caso estaba lejos de la expropiación.

A nivel macro, el crecimiento del PBI en el segundo trimestre de 2010 estuvo en el... 10%! Esto indica que hay un vínculo entre el capital y el sistema de gobierno vigente. Porque es obvio que ese crecimiento espectacular del PBI necesita del capital, por más que haya de parte gubernamental sobreestimulación de la demanda vía gasto publico y emisión del BCRA. Habrá que ver cómo sigue esta relación, mala pero persistente a lo largo de los años, entre la clase empresaria y el poder K, especialmente si hay un tercer período en 2011, perspectiva que aterra a los empresarios, como se vio en el precoloquio de Idea en Rosario. Porque, especialmente por lo visto en estos últimos dos años, está claro que el poder económico está enfrentado con el poder político como nunca antes en el ciclo K. La cumbre UIA-AEA, con Magnetto incluido en la foto, es una prueba.

A la vez, es claro que esas bases K que se regodean con 6,7,8 y Horacio Verbitsky, que pueblan las orgas piqueteras de D'Elía y Pérsico, desearían ver una verdadera radicalización en ese tercer período, o antes incluso. Sueñan ver una, al menos una, estatización a lo Chávez con Sidor, por ejemplo, o Evo con las multinacionales del gas. Pero no, de eso con Néstor ni se habla. Hasta ahora hubo solamente “recuperación” de privatizadas hundidas en graves crisis: Correos, Aguas, Aerolíneas, pero no se pasó de ahí. Y difícilmente ocurra algo como una Sidor.

El ya citado caso Telecom es palmario: en ningún momento de ese largo conflicto se amagó seriamente con una nacionalización, ni se hizo entrar en el baile a los sindicatos, como pasó con Aguas y Aerolíneas. Efectivamente, nadie “ve” a Cristina ordenando la nacionalización de una planta del grupo Techint, o mandando al ejército a ocupar una refinería, como hizo Evo.

Y es así porque, sencillamente, la naturaleza del “modelo” no incluye cambios en la estructura de la propiedad. Incluye, sí, seguir mamando de la teta de la soja, que junto con los demás granos le da unos 10 mil millones de dólares anuales al Estado, sólo de retenciones. Pasa algo similar con los hidrocarburos. El expansionismo fiscal podría llevar a intentar algo similar con la industria o con la banca, mediante la ley Heller. Pero se trata de avances impulsados por una insaciable voracidad fiscal, como fue el caso del conflicto con el campo en 2008, y no de un plan gubernamental contra la economía de mercado, como en Venezuela y Bolivia.

Es decir, no se lo ve al poder K atacando a la propiedad de ninguno de esos sectores clave de la economía. Y es así porque, por ejemplo, una ruptura del esquema de la propiedad agraria eliminaría a esos chacareros que tanta renta provén al gobierno. Así que el sueño del periodista Verbitsky y sus lectores, de desalambrarle las estancias a los tipos de la Rural, es imposible con Néstor. Con la Rural puede haber muchos cruces verbales, mucha hostilidad de la Oncca, pero de hacer una reforma agraria, ni soñar. En todos estos años de enfrentamiento, esa hipótesis no salió nunca de una boca K, ni siquiera como amague para la tribuna. Algo parecido ocurre con la industria, que por otra parte y a diferencia del agro es beneficiaria de subsidios, acciones proteccionistas y otras maniobras estatales, dado el carácter “desarrollista” del modelo K.

En suma, el “modelo” se basa en alta recaudación, mucho consumo, mucha demanda. Y para todo eso se necesita una economía capitalista más o menos pujante. A esa economía de mercado se la puede distorsionar con impuestos y subsidios, con Morenos, etc, pero a la vez y de algún modo, se la cuida. Al contrario, el modelo chavista va de manera frontal contra la propiedad privada. Y por eso mismo es un desastre, allí nada funciona: basta ver cómo está hundido el consumo en Venezuela mientras la inflación supera todos los récords. El desastre se produce pese al enorme ingreso de petrodólares de los últimos años.

El astuto Néstor y su entorno, conformado por tipos como De Vido y Zannini y de ningún modo por Verbitskys y Feinmanns, o sea por unos turros que saben de negocios y no por unos ideólogos enfermos de arrogancia, no apunta de ningún modo para ese lado. No, su esquema es, a su manera, procapitalista, porque necesita de una economía de mercado bien gordita para sacarle una gran tajada.

Este mecanismo o esquema impide toda movida a fondo “contra la propiedad de los medios de producción”, como se estilaba decir en los años 70. Vale reiterar el ejemplo del campo: mayor grado de enfrentamiento imposible, pero nadie, absolutamente nadie, en el kirchnerismo, plantea una reforma agraria, ni siquiera para meterles miedo a los productores. Chávez y Evo ya la han hecho o la están haciendo a esa reforma, con grandes expropiaciones...que derivan sistemáticamente, en una caída de la producción agropecuaria. El caso venezolano es altamente pedagógico al respecto. Néstor, que después de todo es un empresario y un rentista obsesivo de la contabilidad, lo tiene bien claro.

Por todo esto, el radicalismo K setentista es esencialmente un radicalismo frustrado: el poder K puede ser conflictivo, brutal, retórico, etc., pero con el esquema de propiedad vigente no se mete. Al contrario, Cristina hace negocios con la Barrick, para solitaria indignación del diputado Miguel Bonasso; financia a la General Motors con los fondos de la Ansés; etc.

Así que a los medios y blogs K lo único que les queda es sobrevender los “logros” del gobierno, como la asignación universal, la estatización de las AFJP, de Aerolíneas, etc., porque la verdad es que, desde un punto de vista Nac & Pop en serio, tienen muy poco que mostrar.

Pablo Díaz de Brito es periodista y miembro de la Red Puente Democrático Latinoamericano.

Fuente: http://www.bitacoraliberal.blogspot.com