Artículos

27.04.09

Carta a Blanca Eckhout

El gobierno, del cual viene formando parte por largos años y ahora con una responsabilidad aún más importante, tiene una obsesión por lo mediático. No sólo es el presidente quien habla horas y horas a través de los medios, y eso –usted lo sabe- no es casual, forma parte de una estrategia política.
Por Andrés Cañizález

Estimada ministra, como a muchos venezolanos me sorprendió su designación al frente del Ministerio de Comunicación e Información (MINCI). A fin de cuentas uno esperaba, como ocurre en tantos países, que su antecesor, Jesse Chacón, estuviese algo más de tiempo en el cargo con el fin de llevar adelante alguna política. El tiempo de la revolución parece ser distinto, en todo caso. Según mis cuentas Chacón escasamente estuvo 4 meses en el MINCI, posición que además muchos entendieron como una suerte de premio de consolación tras la considerable derrota electoral que sufrió como candidato a la Alcaldía de Sucre. Antes de él, el otro ministro tampoco pudo estar ni siquiera doce meses seguidos, pues Andrés Izarra comenzó su gestión en enero de 2008 y ya en diciembre le daba paso a Chacón. Sin duda que ante tales precedentes, una primera reflexión suya podría ser preguntarse ¿Y yo, cuánto tiempo seré la titular del MINCI?

No debe ser fácil ocupar tal posición justamente cuando se es parte de un gobierno que es, en esencia, mediático. Ni se diga del jefe de Estado. El presidente Chávez ha batido todos los récords, ya no digamos nacionales, en materia de alocuciones en cadena nacional de radio y televisión. Usted, ministra, y su equipo, deberán estar atentos a la señal de costumbre que hace el presidente: “y ahora nos vamos a cadena”. No hay manera de saber cuándo el jefe de Estado dirá tal frase, pero si debe tener absoluta certeza que una vez dicha, su papel no será otro que colocar la voz presidencial en todo el espectro radioeléctrico. Como viene siendo costumbre, y así se lo deben decir las encuestas, para muchos venezolanos, de cualquier bandera política, resulta antipático que el presidente sin ton ni son interrumpa juegos de pelota, telenovelas o sencillamente irrumpa en nuestros hogares cuando justamente buscamos algo de desconexión de tanta realidad.

Le decía que su tarea no es fácil. El gobierno, del cual viene formando parte por largos años y ahora con una responsabilidad aún más importante, tiene una obsesión por lo mediático. No sólo es el presidente quien habla horas y horas a través de los medios, y eso –usted lo sabe- no es casual, forma parte de una estrategia política. Sino que las autoridades parecen más preocupadas por ver cómo su acción es reflejada mediáticamente, que en los resultados reales de tales acciones. Ni hablar de las constantes denuncias de las llamadas matrices mediáticas. Como lo admiten muchos funcionarios, en privado, tal excusa parece ser perfecta para ocultar la ineficiencia y la corrupción. Los estudiosos de la comunicación política dicen que tal recurso, de desviar la atención y denunciar un enemigo externo, usado en extremo puede ser contraproducente, pero estoy seguro que usted sabrá lo suficiente del tema.

Su llegada a la esquina del Chorro, donde funciona el MINCI, por cierto con pocos pisos de distancia de su antecesor Jesse Chacón, ahora flamante ministro de Ciencia y Tecnología (y difícil de digerir el matrimonio de este despacho con lo que tiene que ver con industrias ligeras), ocurre en un momento particular. Como usted sabe, el presidente gusta de amenazar de forma recurrente, de hecho los estudiosos del lenguaje han constatado que el discurso presidencial persigue, a veces de forma desesperada, la confrontación, sin que necesariamente ello se traduzca en acciones. Basta ver lo ocurrido hace poco, entre la cumbre del ALBA celebrada en Cumaná y la de las Américas que tuvo lugar en Trinidad, con escasas horas de diferencia. Usted debió presenciar los encendidos discursos del presidente en Cumaná, cuando en compañía del Grupo Tiramealgo (Cuba, Nicaragua, Honduras, Bolivia, Ecuador, Paraguay y Dominica, entre otros), como le bautizara acertada el director de Tal Cual, Teodoro Petkoff, Chávez anunciaba una confrontación con el imperio. Horas después, cuando estaba parado frente a frente ante el presidente estadounidense Barack Obama, nuestro jefe de Estado no sólo dejó de lado el tono altanero, sino que con rostro emocionado le dijo que quería ser su amigo.

Créame ministra que eso le debe generar muchas dificultades a personas que como usted están en el círculo de lo que suele llamarse el alto gobierno. Nada más póngase en los zapatos del canciller Nicolás Maduro, quien en Cumaná –siguiendo las directrices presidenciales- debió pensar en cómo confrontarse con el imperio para darle una lección de dignidad, según los discursos que se escucharon de los jefes de Estado del Grupo Tiramealgo, y poco después debía colocar un rostro de genuina alegría (al menos así lo revelan las imágenes) cuando Chávez y Obama tenían aquel breve pero, sin duda alguna, simbólico intercambio.

Sí, el asunto no es fácil para usted. Ministra usted viene a ocupar este cargo cuando han arreciado las críticas contra los medios en boca del señor presidente. Usted misma se estará preguntando: son estas directrices que debo seguir o sencillamente se trata solamente de un discurso. La semana pasada, cuando usted era designada oficialmente, justamente el presidente Chávez pidió abrir procesos a los medios privados por lo sucedido en abril de 2002, con lo cual entraríamos en otra senda para cercar a las voces críticas. Yo, como muchos venezolanos, me pregunto si su llegada al frente del MINCI tiene relación con esto, o sencillamente estamos ante una mera casualidad.