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23.01.09

Cuba: cuando Papucho tiene razón

Lo de los K y Cuba es afinidad ideológica, pero no solamente de la más obvia, la que profesa toda la izquierda latinoamericana. Los K tienen un afecto especial por el régimen cubano porque comparten profundamente su cerrazón, su obsesión paranoica por el control absoluto de todo lo que pasa.
Por Pablo Díaz de Brito

El otro día trajinaba con las páginas sobre Obama cuando mi amigo menemista me señaló, mientras, cómodamente apoltronado, mordisqueaba una factura: "¿Te das cuenta? Estos tipos van a Cuba porque comparten el mismo esquema de negocios. El Calafate es Cuba", afirmó Papucho, al tiempo que me señalaba la nota de El Mundo de España que daba una devastadora imagen sobre el feudo turístico de los K (http://www.elmundo.es/elmundo/2009/01/20/sudamerica/1232467538.html). Psee, le contesté yo sin pensar mucho, envidiándole su legendaria parsimonia. Y, efectivamente, pensé más tarde, cuando tuve tiempo y espacio mental: tiene razón.

Lo de los K y Cuba es afinidad ideológica, pero no solamente de la más obvia, la que profesa toda la izquierda latinoamericana. Los K tienen un afecto especial por el régimen cubano porque comparten profundamente su cerrazón, su obsesión paranoica por el control absoluto de todo lo que pasa. Ahí están de prueba los 14 años de Santa Cruz, ahí está El Calafate, donde no se le vende un metro cuadrado de tierra a nadie que no sea un fiel certificado.

Recuerdo siempre una anécdota que puso en letras de molde una periodista de La Nación. La habían enviado a Santa Cruz apenas designado Néstor como candidato, a inicios de 2003. La enviada contó que Néstor, en plena campaña se hizo tiempo para llamar desde el Gran Buenos Aires para ordenar que la identificaran y siguieran, que relevaran todos sus contactos y lo mantuvieran informado. Alucinante y muy sintomático. Las similitudes con el Fidelato son enormes. Que uno sea un pejotista y el otro un comunista estalinista no hace gran diferencia desde el punto de vista que aquí interesa. Que no es el politológico, sino el psicológico.

¿Cómo no tenerle admiración a Fidel, cómo no pensar que es un capo total, si logró por 50 años lo que Néstor siempre soñó, el control total sobre todo y sobre todos y que él apenas pudo concretar a medias (para su gusto) en Santa Cruz? Tal vez en esta misma clave puedan entenderse las visitas de Cris a países como Libia, otro modelo de control total donde nadie hace negocios sino es Khadaffy o gente de su círculo.

También es coherente la total concesión a los Castro en el caso Hilda Molina. Después de todo, negarle el permiso para salir del país es del todo congruente con este "modelo" paranoico. Era incoherente Néstor consigo mismo al reclamarle a Fidel por los derechos elementales de la médica. Ahora Cristina ha reparado ese error. Y fue premiada con una visita personal al lecho de muerte del anciano dictador. Más premio, imposible. Cris lo festejó visitando a otro autócrata paranoico y por lo tanto gran amigo: el Hugo Rafael. Chávez, que le dicen.