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19.11.08

El pequeño bigotito enfadado con Gorki y Yoani

Los sofistas de la dictadura cubana hacen pasar la disidencia mal tolerada por libertad de expresión y de oposición. Según el doctor que trató a Fidel Castro, sería lo mismo tener un blog o colgar un video casero en You Tube que fundar un partido político, publicar un diario o emitir un programa por radio.
Por Pablo Díaz de Brito

No va que estoy un día solo en la Sección y me encargan entrevistar al cirujano español que trató a Fidel a fines de 2006, y que se hizo famoso por negar entonces y ahora que el viejo dictador sufriera un cáncer de colon. Afirmación poco creíble en boca de un destacado especialista en cirujía oncológica abdominal.

Me leí la entrevista que le había hecho Perfil y lo que el tipo había declarado en aquel entonces y me fui con el grabador. Bigote finito, bajo y muy bronceado, pelo negro engominado: me recordó a los oficiales del ejército que padecí a fines de los 70 en el servicio militar. Y resultó que el parecido no era arbitrario, ni la evocación del pasado lejano tampoco. Pregunto lo previsible: ¿Tiene o no tiene cáncer? ¿Entonces, está bien? Y si está bien, ¿por qué dejó el poder, tan luego él? Absurda respuesta: Fidel está bien, dejó el poder porque quiso. “Sí, claro. Esta no te la cree ni Patricio Echegaray”, pensaba yo, mientras seguía el discurseo del bigotito arrogante.

Dejamos la medicina y pasamos a la política explícita (porque lo otro había sido propaganda encubierta con una capa de medicina). Doctor, ¿cómo ve usted la transición cubana, si es que la hay? Bueno, que todo es culpa del bloqueo, claro, que las estrecheces obligarán a realizar cambios, pero sólo en los valores de tercera línea de la revolución, etc, etc. Bien, apunto, pero hay un reclamo de libertades en Cuba que ya es inocultable: ahí están Yoani, la detención del rockero Gorki...y aquí se desató la tempestad. Asistí de persona a un fenómeno insólito: el pequeño señor del bigotito marcial literalmente estalló. Apenas nombré a Gorki me interrumpió con voz destemplada: ¿pero usted ha visto el vídeo (así, acentuado a lo gaita)? ¿No lo ha visto? Bueno, no. He leído la letra, atiné a responder (en realidad recordaba mal: había escuchado la canción, El Coma-andante). Y él: ¡pues que es injuriante, no se puede tratar a nadie así! ¡Vea el vídeo y después juzque! Mire, la canción me pareció apenas irreverente y en cualquier caso no se puede enviar a la cárcel a un artista por una canción, repliqué, ya recompuesto de mi estupor.

Pero el hombrecito seguía: Ah, no, ¡porque es vejatorio ese vídeo, hay penetraciones anales!...bla, bla. De tanto recomendarme que mirara el bendito "vídeo" terminé recomendándole que leyera a la Yoani. Respuesta, aún peor que todo lo anterior: la he leído. Y ella tiene su libertad comprometida por su actitud beligerante contra la revolución. Pero ella y las Damas de blanco y todos los disidentes demuestran que en Cuba se puede hacer oposición y seguir libres (subrayaba mucho esto: siguen en La Habana, casi con escándalo, como diciendo ¡y todavía no les meten dentro!).

El fino bigotito del doctor temblaba todo el tiempo, impulsado arriba y abajo por la sagrada indignación revolucionaria, mientras yo ponía mi media sonrisita insolente, esa que tanto disgusta a mis enemigos del campo nacional y popular. Los acompañantes del doctor estaban helados. Terminé rápido, porque debía cederle el lugar a la gente del suplemento de salud. Pero hubiera estado bueno seguirla un rato. No siempre se logra que un entrevistado se saque así. Y me pregunto de paso, ¿el de Perfil, que le hizo una entrevista mucho más extensa, no tuvo oportunidad de preguntar ni una vez por las libertades que faltan en Cuba?

Narrada la penosa anécdota, intentaré un somero análisis: los sofistas de la dictadura cubana hacen pasar la disidencia mal tolerada por libertad de expresión y de oposición. Según nuestro doctor, sería lo mismo tener un blog o colgar un video casero en You Tube que fundar un partido político, publicar un diario o emitir un programa por radio. Una falacia más que obvia, pero que se vende bien a un público como el argentino medio, predispuesto a comprar a Fidel y la epopeya imaginaria que creen encarna el insoportable geronte.

Este éxito externo explica buena parte de la perdurabilidad del régimen castrista. Cuando cayeron la URSS y las dictaduras de sus satélites, acá nadie lo lamentó, fuera del reducidísimo círculo del PC y de la pequeña intelectualidad. No existía ninguna simpatía hacia las horribles URSS de Breznev y la DDR de Honecker, por cierto. Con Cuba, en cambio, se mantiene una corriente de identificación emocional: David contra Goliat, el "bloqueo yanqui", Martí, etc. Y gente como Gorki, Yoani y los demás cubanos pagan las consecuencias sobre su propia piel.