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19.09.07

Los ''puntos oscuros'' del socialismo santafesino

El socialismo rosarino, si bien representa un avance respecto a los 24 años de gobierno del peronismo, tiene numerosos puntos oscuros en lo que hace a la gestión del patrimonio y los dineros públicos. La confrontación histórica con los viejos socialistas de los tiempos fundacionales los deja mal parados, y no sólo en el terreno del manejo del erario público.
Por Pablo Díaz de Brito

El comprensible entusiasmo que el triunfo de Hermes Binner despertó en gran parte de la sociedad argentina responde a que representa un gran avance sobre la vieja política clientelar del Partido Justicialista (PJ). Es que si hay un punto que marca una diferencia ética abismal entre el socialismo y su adversario derrotado es el recurso al "aparato" y el voto clientelares. Pudiendo practicarlo, los socialistas rosarinos no cayeron nunca en esa tentación. Otro hito de estos comicios fueron las victorias del Frente Progresista (liderado por los socialistas y acompañados por radicales, demoprogresistas y, sí, también comunistas) en el "conurbano" rosarino, viejos feudos donde los caudillos del PJ ganaban rutinariamente, repartiendo por igual prebendas y amenazas. Un logro republicano no menor para la calidad de la democracia santafesina.

Hermes Binner

Ahora, dicho todo esto, hay que explicarles a los admiradores foráneos de Binner que no todo es prolijidad y austeridad republicana en la Rosario construida por el Partido Socialista (PS) en estos 18 años de gestión. Los cuatro años del recién plebiscitado intendente Miguel Lifschitz (fue reelecto por el 57%) tienen muchos puntos débiles, el peor de ellos, sin duda, los déficit repetidos y la deuda que acumula, a lo que debe sumarse la práctica de hacer nombramientos masivos de militantes del partido en el municipio.

Según la oposición, el Estado municipal acumuló entre 2003 y 2006 una deuda de 110 millones de pesos. Al parecer, la única salida para saldar esta deuda es recurrir a una línea abierta en el BID y aún no agotada. O "arreglar" con la Casa Rosada. En tanto, el presupuesto 2007, además de crecer exponencialmente, se aprobó con un déficit de 17 millones. "Hay mucho gasto político, mucha subvención a la militancia" acusa el adversario derrotado por Lifschitz el pasado 2 de septiembre y ex intendente socialista pasado al PJ, Héctor Cavallero.

Unos gastos sobre los que "a Lifschitz le va a ser muy difícil tomar una posición, ya que están originados en militantes de su partido. Por eso temo que a este paso lo único que puede venir es un impuestazo".

Puede tratarse de exageraciones agoreras de un político derrotado sin atenuantes y que no demostró prudencia en el gasto cuanto le tocó ser intendente (1989-95). Pero lo cierto es que el gobierno municipal socialista tiene una tendencia probada y de largo plazo al sobregasto y a la austeridad amagada y declamada, pero metódicamente incumplida.

Algunas pruebas a la vista:

El 6 de noviembre de 2006, el por entonces recién designado secretario de Hacienda, Gustavo Asegurado, afirmaba al diario rosarino La Capital que el ejercicio se cerraría sin déficit. "No esperamos déficit, a pesar de que el presupuesto nos habilita un rojo de 14 millones de pesos. Estamos haciendo proyecciones, quedan dos meses de ejecución, pero entendemos que las cuentas cerrarán equilibradas". Pero parece que las mentadas proyecciones finalmente no "dieron". Un estudio de la Fundación Libertad sobre el presupuesto 2006 indicó: "El desequilibrio en las cuentas públicas asciende a $14.054.598, lo que se traduce en un déficit del orden del 2.41% respecto al total de gastos. La financiación del mismo se realizará a través del incremento de otros pasivos. La diferencia entre los ingresos y egresos del ejercicio 2006 es mayor a la del año anterior, que se ubicó en $12.800.000 y significó el 2.65% de los gastos previstos". O sea, sí hubo finalmente 14 millones de déficit y éste fue mayor al del año anterior. La Fundación Libertad advierte asimismo un crecimiento alarmante de las erogaciones totales respecto del 2005: el presupuesto 2006 sumó 582 millones de pesos, "cifra 20.93% superior a las erogaciones contempladas en el presupuesto 2005".

Volviendo a los dichos del secretario de Hacienda Asegurado, se le preguntaba en noviembre de 2006 sobre la por entonces inminente presentación al Concejo Municipal del presupuesto 2007. "Nos faltan conversaciones importantes dentro del gabinete. No está cerrado, pero será de alrededor de 710 millones de pesos", estimó el jefe de Hacienda. Apenas un mes más tarde, en la ultima sesión de 2006, el Concejo aprobaba un presupuesto para este año sustancialmente mayor y con un importante déficit. El proyecto enviado por el Ejecutivo autorizaba para 2007 un déficit de 17 millones de pesos y un presupuesto global de 755.522.583 pesos. O sea, 45 millones más de lo prometido por Asegurado a la prensa pocos días antes. Así se pasó de 582 millones en 2006 (que ya eran casi 21% más que en 2005) a 755 millones en 2007. Una progresión preocupante. El secretario de Hacienda también recordaba casi con orgullo que ese año, 2006, se aumentó la Tasa General de Inmuebles (TGI): "Se tomó la decisión de aumentar la tasa después de muchos años en que no se modificaba. La aceptación que tuvo fue exitosa, queda aún espacio para lo óptimo. Pero no pensamos aumentar las tasas el año próximo (el subrayado es nuestro).

Sin embargo, en septiembre de este año, apenas pasadas las elecciones, La Capital entrevistó nuevamente a Asegurado, y al preguntarle por un nuevo aumento de la tasa, ya no negó esta posibilidad, al contrario.

Invocando la inflación, el titular de Hacienda argumentó que "todos los entes públicos vamos a tener que corregir nuestros recursos", y opinó que de producirse una modificación tributaria se trataría "simplemente de una actualización", atada a la inflación.

En pocas palabras: del "no pensamos aumentar las tasas en 2007" se pasó a la ineludible necesidad de actualizar las tasas según la inflación. Ya todos en Rosario dan por hecho un nuevo aumento de la TGI, incluso para antes de fin de año. Como se dijo, será el segundo aumento en dos años. El de 2006 fue muy alto, estuvo en promedio en un 44%, con picos del 75%, según la zona del inmueble. Para el intendente Lifchitz se trató sin embargo de "un pequeño esfuerzo". Para "seguir haciendo obras", por supuesto.

El pensamiento "pro-gasto" del intendente rosarino está bien reflejado en su mensaje de fin del año pasado al Concejo Municipal. Entonces afirmaba: "entre 2004 y 2006 el presupuesto municipal evidenció un crecimiento del orden del 50%, medido en términos del aumento efectivo de ingresos y gastos ejecutados. En efecto, las erogaciones de la Administración Central (el aparato municipal principal, sin sus múltiples organismos periféricos) pasaron de $438 millones en 2004 a $700 millones en 2006", un enorme incremento que, según la visión de Lifschitz, pone "de manifiesto la adopción de un modelo de ciudad que prioriza la inversión en obra pública y la prestación de servicios de calidad al ciudadano. La construcción en obra pública se incrementa, en solo dos años, en un 126% (…) El gasto en personal, en términos anuales, se incrementó un 70%, producto de recomposiciones salariales orientadas a la recuperación del poder adquisitivo de los trabajadores municipales".

Claramente, no se está ante el discurso de un severo administrador inspirado en Justo y Palacios que busca cuidar el centavo del contribuyente. Y la voracidad de fondos, que podría creerse saciada con semejante aumento interanual de los ingresos, no decrece: el 17 de este mes el Ejecutivo envió al Concejo un mensaje para pedir una partida extraordinaria de 30 millones, de manera de hacer frente al último aumento de sueldo concedido a los empleados municipales. Que ya adelantaron que pronto pedirán otro aumento del 10%. Todos, por supuesto, invocan a la inflación como causa, pero el hecho es que el presupuesto, apenas mediado septiembre, ya no da abasto y hay que salir a buscar más plata fresca.

Además, señala la oposición, en el presupuesto no se detalla la deuda en divisas contraída a través de créditos internacionales. Esta modalidad comenzó en 1996, durante la primera administración Binner.

Como apunta el opositor Cavallero, el gasto en la militancia a sueldo explica buena parte de este entusiasmo por aumentar los ingresos.

Aunque el Ejecutivo elude dar el número de empleados municipales como si se tratara de un secreto de Estado, desde el Sindicato de Municipales se afirma que son "diez mil: 9.400 efectivos y contratados y el resto pasantes y lo que se llama "locaciones de servicio" (una figura que se usa para trabajos pasajeros, pero cuyos beneficiarios luego continúan cobrando). Este número redondo de 10 mil (algo que lo hace un poco sospechoso) no toma en cuenta, como es obvio, a los cientos de cargos políticos no agremiados. Debe tomarse en cuenta que Rosario no llega al millón de habitantes: esto da una proporción superior a los 10 empleados cada mil habitantes. Desde el sindicato ratifican lo que toda la ciudad sabe: que no se nombra gente independiente, ni siquiera en las áreas más técnicas, y recuerdan la falta absoluta de concursos públicos. Aunque en la ciudad circula la versión de que la población de municipales ya rozaría los 13 mil, este dato es imposible de comprobar. Lo que sí es un hecho es que todos los ingresados desde 1989, cuando el entonces PSP ganó por primera vez las elecciones municipales, son de estricta observancia socialista. En esto los socialistas tienen un comportamiento idéntico al PJ santafesino. Ningún cargo se "desperdicia" nombrando a independientes.

Esta bulimia tiene su explicación en el instinto endogámico que ha ganado a un pequeño partido como el PS, formado casi exclusivamente en la arena política universitaria. Por esto en Rosario se ha hecho común hablar de "la familia socialista".

Con Hermes Binner instalado desde diciembre próximo en la Casa Gris de Santa Fe, donde se hallará rodeado de miles de burócratas de riguroso pedigrí justicialista, es de imaginar que continuará en la provincia con esta política de ingresos de "tropa propia".

Como se observa, el socialismo rosarino, si bien representa un avance respecto a los 24 años de gobierno del PJ, tiene numerosos puntos oscuros en lo que hace a la gestión del patrimonio y los dineros públicos. La confrontación histórica con los viejos socialistas de los tiempos fundacionales los deja mal parados, y no sólo en el terreno del manejo del erario público: los pobres malabarismos dialécticos de Hermes Binner para evitar darle un respaldo abierto y neto a su compañero de partido Rubén Giustiniani en la fórmula presidencial que comparte con Elisa Carrió delatan escasez de convicciones y un exceso del peor pragmatismo político criollo.