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27.11.19

¿Cuánto dura una luna de miel?

(7 Miradas) A la gente pueden no gustarle algunas decisiones o actitudes, pero no solo basan sus opiniones en las medidas de gobierno, sino también en el rumbo y en las intenciones. Si creen que le está «poniendo pilas», es más probable que dispensen errores. De modo que, pasados los primeros 100 días, si genera confianza va comprando tiempo hasta que algo se mueva positivamente.
Por Carlos Fara

(7 Miradas) Comunicar en gobierno implica, entre otras cosas, administrar expectativas. Es por eso que la eventual luna de miel de los primeros 100 días es más una cuestión de la política y el periodismo que de la opinión pública. Creer que la suerte de un gobierno está jugada en sus primeras 14 semanas es un error. Una de mis frases de cabecera es “es un poco más complejo”. Vamos a desarrollar 6 notas para que se comprenda mejor el proceso.

  1. La cosa no es a blanco o negro: ni los primeros 100 días son claves, ni tampoco no importan. Obvio que marcar la cancha al inicio es muy útil, porque si no luego hay que remar mucho para recuperarse de la decepción inicial. Sin embargo, los primeros 116 días de Duhalde fueron fatales hasta que llegó Lavagna. Menem tuvo un primer año y medio digno de montaña rusa, y luego pasó a la historia con Cavallo y la convertibilidad. De modo que si le va mejor al presidente recién asumido, genial. Si no, mientras hay vida, hay esperanza.
  2. La película es larga: mejor irse con un buen final, que solo con un buen principio. O “el que ríe último, ríe mejor”. Al final, una película que empieza mediocre pero con una buena última parte siempre dejará un grato recuerdo. Macri, por ejemplo, nunca anduvo fantástico pero parecía que se consolidaba en la elección de 2017; sus últimos dos años fueron fatales. En definitiva, la variable timing es clave.
  3. Depende de las expectativas de la mayoría social (y sobre todo del propio electorado). En grupos focales que hemos llevado a cabo post elección, se puede observar que no hay expectativas desmedidas sobre lo que vendrá con Alberto para el país, sino más bien esperanza. Sin embargo, la sociedad cree que “no tiene la varita mágica”, e indican que no están esperando que un gobierno (cualquier sea) haga las cosas por ellos, salir adelante depende de que se levanten todas las mañanas a trabajar. Es decir, no hay euforia respecto a la llegada de los FF al gobierno, se percibe una sensación de esperanza con resignación: “la esperanza es lo último que se pierde”. Creen que el gobierno de Alberto será mejor que el de Macri, pero no saben si será mejor que el de CFK, básicamente porque no están dadas las condiciones internacionales para un intercambio que beneficie a la Argentina “el kirchnerismo tuvo viento a favor”. Este último es un punto clave para el nuevo presidente, ya que con expectativas módicas (y realistas), le será más fácil comunicar medidas antipáticas, la paciencia será más larga (al contrario de lo que dijo Grabois), y puede lucirse con poco.
  4. Los tiempos de la opinión pública no son los de la política. Lo que viene sucediendo en los últimos mandatos es que la gente no da un veredicto definitivo sobre un presidente hasta que cumple su primer año. La reacción en general es: “falta tiempo para ver cómo es”, “todavía es un poco temprano para opinar”. Este punto extiendo los tiempos mucho más allá de los 100 primeros días, al contrario de lo que se piensa habitualmente, aún con épocas de redes sociales.
  5. Siempre se puede cortar el cable equivocado. Por supuesto que si Alberto llega y para equilibrar las cuentas determina un fuerte ajuste de tarifas de servicios públicos o combustibles, lo más probable es que las cosas se le vayan de las manos antes de tiempo. Eso no significa que esté fusilado, pero luego tendrá que remar bastante para recuperar la confianza. Por lo tanto, en esta delicada situación económica, la prudencia es central.
  6. El crédito se puede ir renovando. A la gente pueden no gustarle algunas decisiones o actitudes, pero no solo basan sus opiniones en las medidas de gobierno, sino también en el rumbo y en las intenciones. Si creen que le está “poniendo pilas”, es más probable que dispensen errores. De modo que, pasados los primeros 100 días, si genera confianza va comprando tiempo hasta que algo se mueva positivamente.

En síntesis: los primeros 100 días son un mito que no se corresponde necesariamente con la complejidad de las circunstancias y los ritmos del electorado. Ojalá le vaya lo mejor posible en esas 14 semanas iniciales. Pero si no ocurre, tampoco es la muerte de nadie.

Fuente: 7 Miradas (Buenos Aires, Argentina)