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11.11.19

Los peligros de proclamar una doble vara internacional

(La Nación) Fernández puede ver instituciones funcionando normalmente en la misma Venezuela en la que Michelle Bachelet denunció ejecuciones y torturas. Urge que recalcule las coordenadas del GPS de nuestros derechos humanos, para no seguir callando monstruosidades.
Por Nicolás José Isola

(La Nación) SAN PABLO.- Parte de la política exterior de un país se juega en el posicionamiento frente a los problemas institucionales de los países vecinos. ¿Cuándo es lícito para un presidente electo inmiscuirse en asuntos internos de países vecinos y cuándo no?

El viernes pasado Alberto Fernández tuiteó: "Conmueve la fortaleza de @LulaOficial para afrontar esta persecución (solo esa definición le cabe al proceso judicial arbitrario al que fue sometido). Su entereza demuestra no solo el compromiso, sino la inmensidad de ese hombre. ¡Viva #LulaLivre!".

Llamar al proceso arbitrario conlleva una jugada fuerte: adjetivar a una parte del Poder Judicial del vecino. Hay quienes dicen que Lula podría asistir a la asunción del presidente electo. Hay que pisar con cuidado: los gestos de Fernández ahora son los de una nación. Puede no gustar Bolsonaro, pero los guiños a Lula pueden traerle problemas a la Argentina. Hay que tener cuidado con hacer política exterior para la tribuna de los propios o atenerse a las consecuencias, que pueden ser económicas y que las pagarán los argentinos, ya diezmados.

Es posible que el simbolismo de la política externa gane terreno. La mala gestión económica del macrismo hará difícil mostrar cambios rápidos en la calidad de vida de los argentinos. Repatriar la estatua de Néstor de la Unasur es un gesto más en esta línea. Las transformaciones simbólicas buscarán llenar el estómago emocional.

La reacción frente al caso boliviano muestra parte de esta escena. El sábado, Fernández tuiteó: "Mi total respaldo al presidente @evoespueblo ante este intento de interrumpir el orden constitucional en Bolivia. Los países de la región y la comunidad internacional debemos seguir de cerca la situación y actuar ante cualquier hecho que implique un quiebre institucional".

Lo ocurrido en Bolivia es nefasto para la región. Evo Morales debía terminar su mandato constitucional y ser recordado como un presidente que transformó la vida de millones de bolivianos.

Infelizmente, en Bolivia, como en Brasil con el impeachment, también los órganos públicos manipularon las cosas. El partido de Evo recurrió al Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) diciendo que era inconstitucional imposibilitar una nueva reelección, dado que atentaba contra los derechos políticos. En 2017, el TCP falló a favor de un Evo eterno.

En ese entonces, la oposición boliviana denunció un golpe institucional. Pero la izquierda latinoamericana y el kirchnerismo no quisieron escuchar.

Los silencios son selectivos: dependen de quiénes son los aliados. La perinola de la doble vara funciona prudencialmente con sutilezas institucionales, jurídicas, ideológicas y discursivas.

Como un equilibrista, Fernández deberá estar atento al caminar por la cuerda floja en esta América Latina agitada. Repetir hoy lo que hizo Néstor en materia exterior no funcionará por muchos motivos. ¿El principal? Ni la soja argentina y brasileña ni el petróleo venezolano son los mismos.

Históricamente, sectores dirigentes argentinos de derecha e izquierda han sido sumisos frente a la violencia en países afines ideológicamente. No es bueno entrometerse en las afrentas institucionales que se ven en la casa del vecino, pero es una obligación no callar horrores, como violaciones de los derechos humanos. El chavismo es quizás la idea platónica perfecta de este zigzag discursivo. Sin embargo, semanas atrás Fernández dijo que en Venezuela "las instituciones están funcionando, después discutimos cómo funcionan". Hay un doble estándar: sobre la Justicia brasileña, Fernández tiene certezas, persiguen a Lula, pero sobre Venezuela, las instituciones funcionan, después discutimos cómo.

Fernández puede ver instituciones funcionando normalmente en la misma Venezuela en la que Michelle Bachelet denunció ejecuciones y torturas. Urge que recalcule las coordenadas del GPS de nuestros derechos humanos, para no seguir callando monstruosidades.

Fuente: La Nación (Buenos Aires, Argentina)