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04.10.19

El extraño caso del estable caos político del Perú

Los acontecimientos de principios de octubre –el cierre del Congreso por parte del presidente Martín Vizcarra y la fugaz rebelión de los congresistas frente a esta acción—ha puesto a prueba nuevamente la resiliencia de la población y de los negocios en el Perú. En el extranjero la noticia se vivió con mayor inquietud y nerviosismo que en el Perú.
Por Raúl Ferro

Hace algún tiempo llamamos la atención sobre cómo el Perú parecía estar abusando de su suerte al haber podido hacer convivir una institucionalidad débil y de efectos políticos caóticos con una economía inmutable a las turbulencias políticas que ha entregado tres décadas de crecimiento económico.

Los acontecimientos de principios de octubre –el cierre del Congreso por parte del presidente Martín Vizcarra y la fugaz rebelión de los congresistas frente a esta acción—ha puesto a prueba nuevamente la resiliencia de la población y de los negocios en el Perú. En el extranjero la noticia se vivió con mayor inquietud y nerviosismo que en el Perú, donde la vida continuó como si nada salvo por algunos pequeños incidentes en los alrededores de la sede del Congreso y algunas manifestaciones que no quitaron el sueño a nadie.

Esta paradoja puede interpretarse de varias maneras. La primera y más obvia es que los hombres de negocios en el Perú y los ciudadanos en general han sido capaces de aislarse de un escenario político grotesco en el que tenemos ex presidentes que renuncian por fax, escapan al extranjero o que han caído presos o procesados, por no hablar del dramático suicidio de Alan García.

Esta interpretación, sin embargo, requiere una segunda lectura. Salvo algunos casos aislados –como la campaña electoral chavista de Ollanta Humala en su primer y fallido intento por llegar a la presidencia-- en general la lucha política en el Perú está circunscrita al poder y no responde a propuestas de cambios profundos. El modelo no parece estar amenazado así que, ¿por qué preocuparse?

Martín Vizcarra, Presidente de PerúLa segunda interpretación –y que no es excluyente con la primera idea—es que los peruanos han alcanzado un alto grado de cinismo que los ha encallecido frente a la lucha de los políticos.

Ambas interpretaciones nos muestran una situación altamente preocupante. Por un lado, la apatía de la ciudadanía hacia la política no hace más que debilitar la ya precaria institucionalidad en el Perú. Precariedad que se manifiesta en las recurrentes crisis políticas que golpean al país con preocupante frecuencia.

Más preocupante aun es que el cansancio de la ciudadanía frente al circo político pueda derivar en añorar un régimen donde el orden justifique el sacrificio de las libertades políticas. Al fin y al cabo, según este raciocinio, si las libertades políticas solo sirven para generar un pobre espectáculo, torpedear la gobernabilidad y favorecer la corrupción, mejor un gobierno de mano dura que permita a la gente vivir tranquila y con prosperidad. Fue la apuesta de Alberto Fujimori tras el autogolpe de 1992 y es el sistema que se aplica en China y que levanta simpatías en importantes sectores de la población.

La memoria es corta, y muchos ya han olvidado cómo evolucionó el modelo de Fujimori, desde un gobierno que llega a poner orden para convertirse en un régimen autocrático donde los derechos humanos eran violados con dramática frecuencia y la corrupción trepó por todas las columnas del poder.

Hay quienes temen que el cierre del Congreso por parte del presidente Vizcarra sea el preámbulo de una nueva aventura a lo Fujimori. Sin embargo, no hay indicios claros de que así sea. La constitucionalidad de la medida de Vizcarra se ubica en un área gris que el Tribunal Constitucional deberá dilucidar. En principio están programadas elecciones legislativas para el Congreso, pero solo para elegir a los congresistas que terminarán el período legislativo en 2021, que se renovarán ese año tras las elecciones generales de rigor. Ahora habrá que esperar esas elecciones para saber si esta nueva crisis política habrá servido para que el Perú inicie un proceso de renovación política que por fin fortalezca la dañada institucionalidad del país o si tendremos más de lo mismo.

El Perú no puede seguir abusando de su suerte.