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26.04.19

Cada uno tiene el sistema político que quiera darse

(El Líbero) En su viaje a China, el Presidente hizo lo correcto. Aquellos que le critican por no hacer una férrea defensa de la democracia y los derechos humanos en ese país parecen olvidar que el sistema político responde a los valores, principios y correlación de fuerza que existen en cada nación.
Por Patricio Navia

(El Líbero) La buena noticia de la declaración de Sebastián Piñera en China —“cada uno tiene el sistema político que quiera darse”— es que el Presidente de Chile entiende y demuestra que los países tienen intereses, más que amigos o incluso que principios. La mala noticia es que esa declaración contradice la postura militante que ha tenido el Mandatario para ayudar a un cambio de régimen en Venezuela. Con todo, es mejor un Presidente de la República defienda los intereses del país que uno que se crea superhéroe dedicado a promover la causa de la democracia.

En su gira por China, ante las críticas por la falta de democracia y por las violaciones a los derechos humanos que se cometen en ese país, el Presidente Piñera sabiamente dejó en claro que Chile comercia y colabora con países independientemente del tipo de régimen que tengan. Como un panadero que le vende pan a los clientes que entran a la panadería y respetan las reglas —sin preguntar si esos clientes son buenos padres, esposos o vecinos—, Chile no puede darse el lujo de condicionar sus relaciones económicas y comerciales a que nuestros socios compartan nuestros valores democráticos y nuestro profundo compromiso de respeto por los derechos humanos. Porque, además, nuestro país tiene todavía mucho que avanzar en materia de respeto a los derechos de todas las personas, no estamos en posición de convertirnos en los apóstoles del respeto a los derechos humanos en el mundo. En las instancias internacionales pertinentes, sin duda que debemos defender las banderas de la democracia y de los derechos humanos. Pero cuando un país quiere comprarnos cobre, vino, frutas o cualquiera de los productos y servicios que ofrecemos en el mercado internacional, no podemos condicionar el intercambio comercial a que nuestros socios compartan nuestros principios.

Incluso podemos encontrar espacios de cooperación en áreas de interés común con países con los que discrepamos profundamente en cuestiones valóricas. Por ejemplo, para no abusar del caso de China, podemos cooperar con Cuba y aprender de lo que ha hecho ese país en materia de salud primaria y preventiva. Lo que ha hecho Piñera en China es lo que debiera hacer todo presidente chileno que busca hacer bien su trabajo.

Por eso mismo, su actuación respecto a Venezuela parece un camino menos apropiado para la persona encargada de defender los intereses de Chile. Es cierto que hay diferencias sustanciales en el impacto que tiene para Chile lo que hacen los gobiernos de China y Venezuela. Por su cercanía geográfica, histórica y cultural, una crisis humanitaria en Venezuela que derive en una ola de emigrantes tiene muchas más posibilidades de afectar a Chile que una situación similar en China. Chile no puede ignorar el hecho que haya cientos de miles de refugiados venezolanos que ya han llegado al país o que quieren venirse a vivir acá. También es cierto que, dado el tamaño relativo de sus economías y de su población, Chile está en una mayor posición para influir sobre las decisiones que toma Venezuela que sobre las que toma China. Pero la decisión de qué tanto se debe involucrar el gobierno de Chile en los asuntos internos de la vida política venezolana debieran evaluarse desde la perspectiva de los intereses del país —así como lo hacemos cuando lidiamos con China— que desde el prisma de la defensa de los valores democráticos y respeto a los derechos humanos que nos inspiran.

Con su activa participación en el Grupo de Lima, el gobierno de Chile ha ayudado a impulsar la defensa de la democracia y los derechos humanos en Venezuela. Las iniciativas multilaterales que se impulsan como políticas de estado —más que de un gobierno en particular— ayudan mucho más a avanzar los principios y valores que las osadas aventuras personales de un presidente en particular. En la forma en que ha buscado involucrarse en la solución a la crisis por la que atraviesa Venezuela, el Presidente Piñera lamentablemente ha privilegiado más las iniciativas extra institucionales. Lamentablemente para él, esos esfuerzos no solo no han dado fruto, también han debilitado las instancias institucionales de presión para lograr mejoras en el respeto a los derechos humanos y avances hacia una transición a la democracia en Venezuela.

Cuando un gobierno defiende los intereses del país, a menudo hay aquellos que critican que no se defiendan los intereses de la democracia o la defensa de los derechos humanos. Pero la promoción de estos ideales no es una causa que deban tomar los países de forma unilateral o un presidente a modo personal. Hay vías institucionales para promover y avanzar esos principios y valores. En su viaje a China, el Presidente hizo lo correcto. Los que le critican por el doble estándar que demostró en la forma en que lidió con China y Venezuela tienen un punto válido. Aquellos que le critican por no hacer una férrea defensa de la democracia y los derechos humanos en China, en cambio, parecen olvidar que el sistema político responde a los valores, principios y correlación de fuerza que existen en cada país.

Fuente: El Líbero (Santiago, Chile)