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22.02.19

Venezuela no es política exterior, es política interna

(El Líbero) El Presidente Piñera tiene todo el derecho de decidir cuáles serán sus prioridades de gobierno y los riesgos que quiere tomar. Lo que no puede pretender hacer es disfrazar la estrategia sobre Venezuela como una cuestión de principios de la política exterior de Chile.
Por Patricio Navia

(El Líbero) El Presidente Sebastián Piñera tiene todo el derecho de ir a Venezuela y arriesgar su capital político para lograr una transición a la democracia en ese país. Pero el gobierno no puede exigirle a la oposición que cierre filas detrás de la estrategia política de La Moneda. Aunque corresponde que toda la clase política hable con una sola voz cuando se trata de defender los intereses de Chile en la arena internacional, el debate sobre la necesidad de un cambio de régimen en Venezuela es mucho más un asunto de política interna que una cuestión de política exterior.

Piñera ha optado por tomar un rol protagónico en el esfuerzo de muchas democracias del mundo por lograr el restablecimiento del orden democrático en Venezuela. Su viaje a Cúcuta, en la frontera colombo-venezolana, refleja la prioridad que ha dado a promover un cambio de régimen en ese país. Las razones del gobierno, como siempre ocurre, incluyen cuestiones de principios y una cuota de oportunismo. Un gobierno democráticamente electo debiese demostrar un compromiso con promover la democracia en la medida de lo posible. Pero un gobierno que está compuesto por fuerzas que hasta hace poco revindicaban a la dictadura militar chilena —y algunos de sus miembros todavía relativizan el negativo legado de la dictadura— también ha demostrado oportunismo al aprovechar la ocasión de ponerse del lado de los defensores de la democracia y cuestionar la supuesta superioridad moral de la izquierda. Después de haber luchado para recuperar la democracia, la izquierda chilena siempre recurre a ello para fustigar a la derecha, que apoyó a la dictadura. Por eso, ahora que una parte considerable de la izquierda ha sido débil en su denuncia al quiebre democrático que ha ocurrido en la Venezuela de Maduro, el gobierno de Piñera ha sido especialmente jugado en promover el restablecimiento del orden democrático en ese país.

La movida es arriesgada. Piñera ha puesto fichas —y reputación— en una campaña que él no controla. Hay muchas cosas que pueden salir mal en este esfuerzo por lograr un cambio de régimen en Venezuela. Piñera depende de que el gobierno de Trump haga las cosas bien. Nadie quiere que se desate la violencia, que haya una confrontación armada o invasión militar estadounidense. Si las cosas se salen de control, la crisis humanitaria y política que se puede producir será peor que la ya compleja situación actual. Por otro lado, el esfuerzo por lograr que Venezuela avance hacia una democracia podría fracasar. Si Maduro logra aferrarse al poder, Venezuela irá por el camino de Cuba, Irán o Siria, en el sentido de que las sanciones económicas producirán un efecto tan negativo en la economía que habrá mucha más presión para que el éxodo de venezolanos siga aumentando.

Si las cosas salen bien y Venezuela logra avanzar hacia la recuperación de la democracia, Piñera ganará un capital político importante. Pero como quedó en claro cuando lideró el exitoso rescate de mineros en 2010, el capital político que se gana rápido también se pierde rápido. Menos de un año después del rescate, la aprobación de Piñera estaba en el piso producto de las protestas estudiantiles de 2011.

Con todo, tiene el derecho de decidir cuáles serán sus prioridades de gobierno y los riesgos que quiere tomar. Lo que el gobierno no puede pretender hacer es disfrazar la estrategia sobre Venezuela como una cuestión de principios de la política exterior de Chile. Cuando la ex Presidenta Michelle Bachelet viajó a Cuba y, saliéndose de protocolo, salió corriendo para ir a saludar a Fidel Castro, la derecha chilena correctamente criticó la actitud de la Presidenta. En ese momento, Bachelet olvidó las prioridades de política exterior chilena y actuó de forma partisana, promoviendo sus valores ideológicos y políticos personales. El viaje de Piñera a Venezuela no es equivalente a la defensa de las fronteras de Chile, de los tratados internacionales vigentes o de los intereses estratégicos y comerciales del país. En esas cuestiones de política exterior de Estado, no hay espacio para actitudes oportunistas o para lleva agua al molino ideológico de cada quien.

Pero el viaje de Piñera a Venezuela no es una cuestión de Estado o un asunto de política exterior que una a los chilenos. El viaje de Piñera corresponde a una decisión política que refleja la dinámica de disputas y conflictos internos entre la izquierda y la derecha en el país. Cuando declaró ayer que “este presidente nuca ha politizado las relaciones exteriores”, Piñera tiene algo de razón. El viaje a Venezuela es mucho más una cuestión doméstica que un asunto de política exterior. Por eso, el gobierno no puede exigirle a la oposición que cierre filas detrás de un viaje que representa una jugada riesgosa para el Presidente mucho más que un asunto que comprometa los intereses de Chile en el mundo.

Fuente: El Líbero (Santiago, Chile)