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11.05.18

El salto del dólar puso en crisis la comunicación del Gobierno

(TN) El Ejecutivo buscó mostrarse activo y explicar la decisión de pedir un préstamo al FMI. Pero la eficacia del mensaje quedó en duda.
Por Marcos Novaro

(TN) Puede que siga discutiéndose por mucho tiempo si la comunicación del Gobierno de Macri fue, o no, adecuada y suficiente en los dos primeros años de mandato. Lo que ya está fuera de duda es que, en tiempos de crisis como el que ahora enfrenta, va a tener que innovar, hacer mucho más de lo que hizo hasta aquí y corregir algunos vicios o déficits que antes podían pasar más o menos desapercibidos.

Algo de esto pareciera que ya está intentando. En el espacio de pocos días hubo dos intervenciones del Presidente bastante anómalas, ni el típico reportaje con periodistas destacados, ni el discurso institucional convencional: una sobre el consumo responsable de gas en Vaca Muerta y otra muy escueta para anunciar la solicitud de un préstamo al FMI; y dos conferencias de prensa enfocadas en la crisis cambiaria, una del dúo Dujovne-Caputo y otra de Marcos Peña.

¿Fueron oportunas y estuvieron bien planteadas? ¿Revelan que el Gobierno sabe lo que hay que hacer y está mejorando su comunicación o que reacciona a las apuradas, improvisando, una vez más abusando del ensayo y error, en un momento en que puede que no haya ya margen alguno para equivocaciones? Lo más probable es que tengamos un poco de las dos cosas. Están hablando y explicando más, distribuyendo roles y eligiendo formatos según el objetivo sea anunciar decisiones o transmitir ideas, al público en general o a los actores económicos.

Sin embargo no todas esas intervenciones fueron igual de efectivas. Y se corre el riesgo de pasar muy rápido del orden minimalista anterior a un cierto desorden y una sobreexposición riesgosa, que debilite aún más la confianza en la palabra oficial, hasta aquí celosamente preservada, sobre todo en el caso del Presidente y de temas delicados como los económicos.

El minimalismo comunicacional, recordemos, fue útil para ese objetivo. Le permitió además a Macri y su gente desinflar la escena pública heredada, saturada de palabrería y fraseología ideológica, revalorizando la palabra del Presidente, restaurando el valor muy elemental de la promesa y la construcción de confianza, la exposición de problemas y datos en diagnósticos acotados de la situación.

Pero todo eso supuso explicar muy poco y confrontar aún menos con otros discursos y argumentos. Más bien el método fue dejar pasar la mayor parte de las oportunidades que se presentaban para esas lides argumentativas que tanto gustan a otros políticos, y que el macrismo dejó en claro desde un comienzo que considera inconducentes. Como esos debates suelen consumirse solos y terminar en nada, pasado el tiempo la historia pareció muchas veces darle la razón a dicho método.

El problema es que con la crisis que ahora se enfrenta dudosamente va a pasar lo mismo, y en cualquier caso el Gobierno no va a poder darse el lujo de intentarlo. Con las tarifas hubo un anticipo de lo que se venía. “Hacemos lo que hay que hacer” no alcanzó como argumento, además de que Aranguren no era desde el principio su vocero más adecuado. Así que debió jugarse la carta presidencial, en un mensaje dirigido a toda la sociedad, para apelar a su responsabilidad como consumidores. En el momento en que se había perdido la capacidad de acordar con la oposición, a la que se acusó de impulsar un proyecto irresponsable en el Congreso, no parecía mala idea.

El inconveniente fue más bien que la iniciativa quedó sepultada por la aceleración de la crisis, que de las tarifas pasó a enfocarse en el dólar, y cuestionar la más elemental y crítica capacidad de control de la situación para todo Gobierno argentino. Así que las respuestas oficiales también se aceleraron. La conferencia de Dujovne y Caputo del viernes 4 tuvo todavía algo de preparación y eso al menos en parte se notó: en sus exposiciones iniciales los ministros no resultaron del todo convincentes, pero al menos transmitieron con claridad lo que se pretendía hacer y en el peloteo posterior con los periodistas ganaron un poco de confianza. Con más práctica podrían hacerlo mejor.

Todo volvió a complicarse la semana siguiente, cuando Macri estuvo obligado a hacer el anuncio de la solicitud al Fondo, en un escueto mensaje cuyo único mérito fue permitirle cumplir su obligación de dar la cara con una mínima exposición. En general en esos momentos es justamente cuando Presidente y ministros más se necesitan: uno expone su autoridad para decidir, los otros explican en qué consiste lo que se pretende hacer y disipan dudas o descartan críticas más o menos técnicas. El problema es que Macri nunca ensayó ese tipo de combinaciones, muy habituales en tiempos de Alfonsín o de Menem, para dar algunos ejemplos de los que podría abrevar. Y además en su caso el apuro del momento y la exposición pocos días antes de los ministros del ramo impedían intentar algo así.

Para peor a continuación viajaron a Washington todos los que podían comunicar algo más que los tres minutos presidenciales y protocolares del lunes. Así que el miércoles Marcos Peña brindó su propia conferencia de prensa: de todas las intervenciones oficiales de estos días, sin duda la más desencaminada. Fueron 45 minutos de largas respuestas en que el Jefe de Gabinete se esmeró en transmitir tranquilidad y un par de ideas difusas: que ir al Fondo no significa que se repita la historia de todos los fracasos previos (lo más interesante que dijo, o que pretendió decir porque no lo desarrolló y la idea quedó medio confusa), y que el gradualismo seguía vigente.

Podría haberlo explicado en unos pocos minutos. En las conferencias de este tipo, a diferencia de los programas periodísticos, las respuestas cortas y claras en general le ganan en eficacia a los argumentos que se estiran como chicle. La falta de práctica puede que le haya jugado también una mala pasada a Peña, pero si además se tenía presente que no se iban a hacer anuncios, no se entiende cómo se decidió jugar esa ficha con tan poca preparación, en medio del debate parlamentario por tarifas y con casi todo el equipo económico en Washington.

¿No hubiera sido mejor prepararlo bien, contar con una mínima explicación técnica de lo que se pretendía hacer con los recursos que se pidieran al Fondo, hilar las varias cuestiones que se habían ido anunciando en los días previos, ordenar al menos el escenario? Como fuera, el efecto fue en el mejor de los casos, nulo. Y dejó un sabor amargo: habrá que seguir esperando para que la comunicación oficial deje de ser parte del problema y pase a serlo de la resolución de la crisis.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)