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19.12.17

¿Qué hacer con la UNASUR?

El papel de Venezuela paraliza al organismo. Contar con esta incómoda presencia, la de un país con un gobierno ilegítimo, una neo dictadura que no cuadra en el marco normativo del organismo que hace referencias constantes a la democracia, las elecciones libres y la participación política, es un problema que parece haber colmado la paciencia del gobierno argentino.
Por Leandro Querido

La UNASUR es un organismo que se forjó allá por 2004, en la primavera de los populismos autoritarios de la región. En 2011 entró efectivamente en funciones y Néstor Kirchner se transformó en su primer secretario general. Por su parte, Hugo Chávez imaginó que a través de esta institución se podrían realizar proyectos tan ambiciosos como megalómanos, por ejemplo, el Gran Gasoducto del Sur que quedó, como otras iniciativas, en la nada misma.

Una Venezuela empoderada fue la gran impulsora de esta institución regional, pero en la actualidad la situación es bien distinta. El “Socialismo del siglo XXI” terminó en la catástrofe de Nicolás Maduro que solo se sostiene por medio de la represión estatal y su negativa a ofrecer elecciones libres. Este proyecto político ya no alumbra más y los sectores populares de la región saben que no están bien pero que podrían estar peor si siguen su ejemplo. Todo ha cambiado en los últimos años. En Argentina gobierna Mauricio Macri, en Ecuador el delfín de Rafael Correa decidió enfrentarlo abiertamente y ahora Lenin Moreno, el actual presidente, convocó a una consulta popular para barrer con todo vestigio de su antecesor. En Perú gobierna Pedro Pablo Kuczynski, quien junto a Macri llevan la postura más determinante en contra del giro autoritario de Nicolás Maduro. El Paraguay todavía tiene la espina clavada por la marginación del concierto regional tras la destitución de Fernando Lugo en 2012 a instancias del chavismo de aquel entonces. En Colombia se encuentra un Juan Manuel Santos que en el final de su mandato endureció su posición para con Venezuela, temeroso de que una multitud de venezolanos le generaran una crisis migratoria en su frontera en cualquier momento y, por último, en Brasil ya no se encuentra Lula ni Dilma, ahora está un Michel Temer que desconfía mucho de la Unasur.

Sin embargo, estos cambios políticos no se han reflejado en la institución. El último secretario general ha sido Ernesto Samper, una verdadera afrenta a la democracia regional. A través de las misiones electorales de la Unasur se le dio cobertura a ese modelo populista de acumulación de poder y de violación de derechos políticos. Los procesos electorales se tornaron inequitativos, en donde los abusos institucionales fueron la regla. En cada elección a la que acudió cumplió el penoso papel de “árbitro comprado” por el equipo local.    

Samper dejó la Secretaria General y ésta se encuentra vacante desde fines de enero de 2017. La institución navega por aguas turbulentas y la confusión cunde por el moderno e impactante edificio ubicado en Quito, a metros del paralelo 0.

Argentina no sabe bien qué hacer. El gobierno y su Cancillería siguen cuestionando duramente al régimen de Maduro; sin embargo, en noviembre de este año, se realizó una reunión de autoridades electorales de la Unasur en Quito y llamó mucho la atención la foto entre el Director Nacional Electoral de Argentina, Fernando Álvarez, con la autora intelectual y material de los fraudes en Venezuela, la cuestionada Tibisay Lucena, titular del Consejo Nacional Electoral.

Entre el 29 de noviembre y el 1 de diciembre se desarrolló el III Foro de Participación Ciudadana. Allí las exposiciones de las delegaciones nacionales parecían extemporáneas, en su gran mayoría estas comitivas compuestas por integrantes de ongs y movimientos sociales se mostraron como un espacio homogéneo bajo la influencia del régimen de Maduro. A la postura esperable de Bolivia y Ecuador, se le sumaron las delegaciones de Chile y Uruguay.

A diferencia de Argentina, que no tiene claro cómo actuar al respecto, Paraguay y Brasil decidieron no enviar delegaciones, ni enviar los fondos para el funcionamiento de dicha organización.

Ahora el gobierno nacional evalúa la posibilidad concreta de salir de la Unasur, una institución que se regula bajo el principio del consenso. Para que las resoluciones del organismo entren en vigor requieren del apoyo de todas las representaciones sin excepción. En este contexto el papel de Venezuela paraliza al organismo. Contar con esta incómoda presencia, la de un país con un gobierno ilegítimo, una neo dictadura que no cuadra en el marco normativo del organismo que hace referencias constantes a la democracia, las elecciones libres y la participación política, es un problema que parece haber colmado la paciencia del gobierno nacional.  

Además, Mauricio Macri se muestra más dispuesto a priorizar los espacios que fomenten el intercambio económico y no tanto los que se agotan en plataformas que solo procuran reafirmar posiciones políticas ideológicas.

Las cartas parecen echadas para la Unasur. En una de esas la indiferencia de Brasil, Paraguay y ahora Argentina pueda servir para sacudir a esta institución y aislar definitivamente la influencia del régimen autoritario de Nicolás Maduro y por qué no refundar este organismo con un sentido muy distinto al que imaginaron los referentes de los populismos autoritarios de la región.