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02.05.16

¿Los gremios buscan su Ubaldini?

(TN) Lo más relevante de la movilización de los gremios es que desafía las convicciones del gobierno y su capacidad de transmitir confianza en el rumbo asumido. Y en ese terreno las cosas no están demasiado bien. Porque aunque el plan sea moderado sus malas noticias están lejos de haberse agotado.
Por Marcos Novaro

(TN) La pieza que faltaba del arco peronista ocupó su lugar. Tras el regreso de Cristina y el paso adelante en la normalización del PJ faltaba que los gremios ejercitaran su musculatura para exponer sus objeciones al proceso de ajuste en marcha, o “normalización” si aceptamos usar la terminología del oficialismo.

Lo hicieron con tres notas significativas: la unidad en la acción, la masividad y la divergencia política. Por eso el Ejecutivo tiene motivos para preocuparse, pero no para alarmarse, todavía puede respirar aliviado porque las cosas no están tan mal como podrían. O como van a llegar a estar si no actúa con buen criterio.

La unidad en la acción es una mala noticia para Macri, pero también puede tener su costado positivo: si los gremios forman una sola conducción, será posible sentarlos en una sola mesa de negociación, y el Ejecutivo podría tener menos problemas para llegar a acuerdos que si siguen haciendo cada uno lo que se le canta. Claro que va a tener que ofrecerles algo razonable y convincente en esa mesa, y asegurarse de no pagar por una colaboración que después no se verifique. Como le pasó a Alfonsín frente a “los 15”, a quienes comprometió a moderarse y ayudarlo en la negociación con el resto del peronismo, a cambio de beneficios y cargos incluso, pero debido a las divisiones de ese partido y la presencia de Ubaldiniesos supuestos moderados del gremialismo al final no hicieron ni una cosa ni la otra.

La masividad es otro dato a destacar. Fue mucha más gente que a apoyar a Cristina en Comodoro Py. Lo que confirma claramente que ese día los gremios no se quisieron movilizar. La concentración interpeló así al gobierno pero también al peronismo político: los sindicatos se movilizarán en esta etapa sólo por lo que realmente les importa, no para resolverle sus problemas a los dirigentes que aspiran a volver o llegar al gobiernos, y menos que menos a los que no cumplieron con ellos cuando les tocó gobernar.

Fue al mismo tiempo esta cuestión, la relación con el peronismo político, la que dejó más a la vista las disidencias estratégicas que todavía dividen al gremialismo: Barrionuevo no asistió al acto y Moyano fue mucho más moderado en su diagnóstico del gobierno y de la situación que se enfrenta que los otros tres oradores. Ninguno de estos dos sectores, la Azul y Blanca y el moyanismo, comparten el planteo “ubaldinista” de los otros sectores, no creen que haya que extremar las críticas a Macri, ni mucho menos cuestionar su legitimidad para gobernar. Tampoco creen que el peronismo pueda o deba encabezar una nueva “resistencia”, porque la sociedad no va a acompañarlo y porque no hay por ahora perspectivas de un agravamiento serio de la situación económica y social.

 Estas creencias no obedecen a que Barrionuevo y Moyano estén alejados del peronismo político, sino al hecho de que se comunican con una dirigencia peronista que no tiene apuro por tomar la iniciativa, salvo en lo que respecta a tomar distancia del kirchnerismo residual y ocupar los cargos formales de conducción partidaria.

 Unos y otros toman nota de la tolerancia al ajuste que impera en la sociedad, y que explica que no haya habido mayores reclamos tras los tarifazos. Entienden bien que esta situación está facilitándole las cosas al gobierno, y también puede facilitárselas a los gobernadores e intendentes. Por otro lado asumen que no es mala idea dejar que Macri haga el trabajo sucio, si el peronismo desea volver a gobernar con mayores chances de éxito. Y sobre todo perciben que más allá de un estado de ánimo colectivo poco entusiasta con la situación que se vive, los sectores que están indignados y deseosos de pasar a la acción son muy minoritarios y corren serios riesgos de quedar aislados y perder la simpatía de las mayorías.

Así, en suma, la movilización sindical sirvió para terminar de exponer un cuadro en que el gobierno tiene motivos crecientes para preocuparse, pero no para alarmarse.

Tiene que ocuparse de desmentir a Moyano cuando dice que se preocupa por los ricos y no por los pobres. No tanto que alarmarse cuando se impugna de lleno el curso dado a la gestión. Tiene que preocuparse cuando se le señala que no se ve cuál es el plan antiinflacionario que se piensa implementar. No tanto que alarmarse cuando se le pronostica un próximo estallido si no cambia de rumbo. Tiene que afinar su estrategia respecto a empleo y Ganancias, que hasta aquí no se entiende bien cuál es, si impulsar nuevas leyes o solo impedir que salgan unas demasiado malas. Pero no exagerar en reacciones que terminen avalando la tesis de que vivimos una emergencia laboral o algo parecido. En síntesis, deberá tomar nota de la gravedad de los problemas y lo precario de algunas de sus iniciativas. Pero no tiene por qué hacerse cargo de la agenda de sus adversarios.

Difícilmente haga esto último, porque Macri no es Alfonsín. No comparte su inclinación a creer que la democracia con justicia social justifique ignorar el rigor de los números. Y difícilmente confunda, como le pasó a aquél, el moderado ajuste puesto en marcha con un “plan de hambre”.  Pero además de ser importa creer y convencer. Lo más relevante de la movilización de los gremios es que desafía las convicciones del gobierno y su capacidad de transmitir confianza en el rumbo asumido. Y en ese terreno las cosas no están demasiado bien. Porque aunque el plan sea moderado sus malas noticias están lejos de haberse agotado. Pese a lo que se esfuerzan en hacer creer los que en el Ejecutivo sufren una suerte de síndrome alfonsinista.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)