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14.07.13

Cristina se radicaliza, aunque dice que no quiere ser eterna

(DyN) La Presidenta ha decidido seguir una estrategia de franca radicalización para mantener firme a su núcleo duro, sobre todo a los militantes más jóvenes, a quienes seduce a diario con la zanahoria del trasvasamiento generacional. De ahora en más, aunque Cristina afirme seguido que no quiere ser “eterna”, lo más probable es que endurezca a como diere lugar sus dos últimos años de mandato, ya que no quiere ser “pato rengo” de aquí hasta 2015: perderá votos, pero no perderá poder.
Por Hugo E. Grimaldi

(DyN) Hipótesis. Cierto día de 2014, las dos cámaras del Congreso podrían consagrar la necesidad de  plantear una reforma constitucional con la simple mayoría de sus miembros de ese momento, kirchneristas, aliados y eventuales advenedizos. La oposición de todo pelaje y color patalearía, pero hasta podría sentir la conciencia tranquila por haber cumplido con su promesa de votar en contra y ni siquiera los escribanos podrían hacerle cargos a ningún legislador.

En su artículo 30, la Constitución vigente expresa otra cosa diferente sobre el modo de declarar la necesidad de una reforma. “Con el voto de dos terceras partes, al menos, de sus miembros”, dice con cierta ambigüedad, aunque la doctrina y hasta la presidenta Cristina Kirchner sostienen que deben ser dos tercios de los miembros de cada cámara. Por derecha, el número necesario será inalcanzable, aunque al oficialismo le vaya medianamente bien en octubre.

Si una norma de esa envergadura llegara a pasar el filtro del Congreso, cuando se convoque a elecciones para elegir a los convencionales, la Justicia debería tratar la cuestión de la constitucionalidad instancia por instancia, hasta llegar al último de los escalones, la Corte Suprema que, se presume, voltearía el intento sin más trámite.

Sin embargo, si una Ley previa del tenor de la que agitó el senador neuquino Marcelo Fuentes, aprobada también por las mayorías que sepa aglutinar el kirchnerismo, hubiese habilitado a un Tribunal Constitucional para que interprete la democracia por encima de la Corte y bajo la óptica que sustenta el Gobierno sobre la razón que tendrían siempre los representantes del pueblo por haber sido votados alguna vez, entonces la reforma y una eventual re-reelección serían imparables.

Fuentes sabe que antes de llegar a este hipotético paso, el eventual proyecto debería sortear su propio problema de inconstitucionalidad, pero está trabajando para encontrar vericuetos que le permitan avanzar en el tema. “¿Cómo se puede crear un tribunal así en el marco constitucional vigente? Hay que ser un animal para hacer eso”, suele irritarse.

Nadie puede creer que por su acentuado pedigrí ultrakirchnerista, en su caso particular del tipo de los furiosos, el senador haya dicho lo que dijo sin alguna venia previa de Olivos. Con modestia, tiró la piedra suavecita en San Martín de los Andes y esperó a que la cuestión tome alcance nacional. Esta es la gran habilidad que tiene el oficialismo para instalar temas y para mostrarse siempre activo, en pos de ideas que a muchos otros le parecen inalcanzables.

En cuanto a las formas, al propio kirchnerismo o no le importa o bien desea que sea de esa manera, porque cuando avanza deja atrás tierra arrasada. Quizás no lo percibe o no le interesa, pero cuánto más se enreda en sus propias trampas más complica la solución de los problemas, aún los cotidianos del grueso de la gente, pero avanza siempre.

En esa línea, la Presidenta ha decidido seguir una estrategia de franca radicalización para mantener firme a su núcleo duro, sobre todo a los militantes más jóvenes, a quienes seduce a diario con la zanahoria del trasvasamiento generacional. De ahora en más, aunque Cristina afirme seguido que no quiere ser “eterna”, lo más probable es que endurezca a como diere lugar sus dos últimos años de mandato, ya que no quiere ser “pato rengo” de aquí hasta 2015: perderá votos, pero no perderá poder.

En este aspecto, el nombramiento del general César Milani al frente del Ejército, un experto de la inteligencia militar, le ha producido escozor a más de cuatro, que observan con preocupación el nombramiento y asimilan el caso a Venezuela. Sin embargo, por ahora, el todoterreno Guillermo Moreno es el paradigma más acabado de la estrategia K para que la Presidenta no sienta que su imagen se va adelgazando, a medida que se clausura su ciclo constitucional.

Por eso, lo ha elegido como el ariete más visible de las batallas que ella considera que hay que dar contra las corporaciones que no le son fieles. Las empresas, los bancos y sobre todo el Grupo Clarín están en su mira particular y aunque no domina tanto el área de la Justicia, encargada a otros soldados de la causa, Moreno hizo de las suyas en los Tribunales para hacerse notar.

El secretario de Comercio, quien que fue imputado por los delitos de abuso de autoridad e incumplimiento de los deberes de funcionario público a raíz de las sanciones impuestas a una consultora que midió una inflación diferente a la que publica el INDEC, tuvo que ir a declarar a un juzgado y armó un show frente a los periodistas en los Tribunales federales y hasta los hizo identificar porque, según dijo sin ponerse colorado, “el Código de Ética así lo dice”.

Exultante, el multifacético secretario se dio tiempo además para ningunear al juez Claudio Bonadío con un “no me hizo preguntas y debatimos o reflexionamos con él atentamente sobre cómo los medios, los banqueros y las consultoras querían elevar las tasas de interés y forzar una devaluación. No sabés lo interesado que estaba en aprender”, presumió Moreno, quien salió del juzgado hecho unas pascuas, ya que la condición de imputado no le obliga a decir verdad a nadie que se siente a prestar declaración y es muy diferente a ser un testigo, ya que quien jura no mentir se somete a las penas por falso testimonio.

Bonadío militó hace años en la misma agrupación del setentismo peronista que frecuentaba Moreno (Guardia de Hierro) y el viernes 12 de julio mandó a poner preso al ex secretario de Transportes, Ricardo Jaime, uno de los íconos más cercanos al kirchnerismo de la primera época.

En una maniobra de pinzas sobre el Grupo Clarín, el jueves 11, Moreno fue nombrado por el ministerio de Economía como representante permanente del Estado en las asambleas del holding periodístico y en paralelo, hizo una denuncia judicial por “las graves irregularidades acaecidas” en la Asamblea de accionistas y en la reunión de Directorio del 25 y 26 de abril, mientras que la Comisión Nacional de Valores declaró “irregular” aquella Asamblea en las que irrumpieron Moreno, Axel Kicillof, Daniel Reposo (SIGEN) y Alejandro Vanoli (CNV).

El Grupo Clarín denunció a su vez que el “plan de intervención de la compañía” sigue adelante, como una ofensiva para “acallar las voces no adictas”, plan que tiene sustento en el artículo 20 de la Ley de Mercado de Capitales que consiguió el kirchnerismo en el Congreso, para que las minorías puedan desplazar a las autoridades de las empresas cotizantes durante 90 días.

En este caso, la instancia de apelación no es judicial, sino administrativa y será el ministro de Economía, quien deba resolver la suerte de la empresa intervenida. La especulación es que si se concreta el avance sobre los medios del Clarín, con la Justicia en tiempos de feria será mucho más difícil conseguir un amparo que frene la ofensiva, método que el Grupo calificó de “selectivo y discriminatorio para  aquellos que no se le someten (al Gobierno) y que quiere perseguir”.

Pero, además, el viernes se dio a conocer el dictamen que la procuradora Alejandra Gils Carbó, otra cruzada del bando de los duros, emitió a pedido de la Corte Suprema sobre el caso de la Ley de Medios, en el que manifestó la que la misma es constitucional y, por lo tanto, los artículos suspendidos por la Justicia son válidos. Para Clarín se trató de un “alegato oficialista” dentro de un pronunciamiento “eminentemente político” y ahora habrá que esperar el fallo del Alto Tribunal.

Todas estas obsesiones del kirchnerismo gobernante tienen que ver con no mostrar debilidad, una pretensión que genera desprolijidades sobre desprolijidades. Si a esto se le suma que la sociedad percibe que el Gobierno se ocupa de sus problemas, antes que de aquellos que más le atañen a la gente (inseguridad, precios que vuelan, mala calidad de los servicios públicos, impuestos cada vez más asfixiantes, aún sobre el salario, etc.)  no debe extrañar que en esta era del segundo cristinismo las cosas hayan cambiado mucho en relación a la recuperación de imagen de otros tiempos y que se haya acelerado la pendiente.

Más allá de la inútil discusión sobre el resultado de la década, lo que se puede medir con seguridad es que el desgaste gubernamental se ha acelerado en los últimos tiempos y esto es lo que lo que han olido los jueces, los empresarios, Brasil, muchos otros países y sobre todo los mismos peronistas.

En este punto y en cómo evitar más sangrías, entran a tallar especulaciones y recelos sobre la irrupción del massismo en la provincia de Buenos Aires, dentro de un conglomerado de cuatro listas de raigambre justicialista que van a jugar la interna por afuera de la estructura partidaria. En el territorio donde siempre se da “la madre de todas las batallas”, por una cosa o por otra, casi ocho de cada diez bonaerenses van a votar candidatos peronistas en agosto y probablemente lo hagan en octubre.

Como tan poco se habla de proyectos y como el argentino prefiere votar más a las personas que a eventuales ideas, el dilema central para los ciudadanos en relación a que Sergio Massa y su lista del Frente Renovador resulten finalmente funcionales al gobierno nacional, problema que las encuestas dicen que ya muchos tienen resuelto, será confiar o no confiar.

Entre tanto recelo de todos los protagonistas por los demás candidatos, la opción que deberán tomar los votantes tiene que ver con la estudiada ambigüedad del intendente de Tigre al respecto, lo que dio origen a un gran ballet de máscaras con tironeos interesados que buscan situarlo como aliado o como opositor.

Sin entrar a dilucidar quién es el dueño de la verdad, ya que es obvio que en este póker cada sector tiene sus propias cartas bien guardadas y a la vez blufea todo el tiempo, el sentido común indica que lamentablemente habrá que esperar hasta diciembre para ver si en los nuevos diputados habrá convicción o corrimiento. Es muy pobre el consuelo para lo que debería ser el estándar ciudadano común, pero éste es el riesgo que por ahora la sociedad parece estar dispuesta a asumir.

Por otra parte, si el kirchnerismo y el nuevamente asociado a pleno Daniel Scioli creen que los diputados massistas serán finalmente funcionales al proyecto, aunque ahora los tilden de desleales, es bueno recordar qué cosa sucede siempre, aunque todo sea un plan macabro de entente tal como denuncian Francisco De Narváez y Gerónimo Venegas, cuando aparece un nuevo líder que detenta el poder y también qué dice Maquiavelo sobre las traiciones, más allá del envanecimiento de quien se encumbra. El caso de la sucesión Kirchner-Duhalde está bastante cercano en el tiempo.

En tanto, el grueso de la sociedad se ocupa del tomate, del billete de Evita, de la estatua de Colón y del crimen de Ángeles Rawson, mientras la oposición que aún subsiste alrededor de las cáscaras vacías de los partidos políticos duerme la siesta y sus candidatos hacen campaña más a título personal que de modo orgánico. En su salsa, el kirchnercristinismo primerea y trabaja a destajo para ir “por todo”, sin prisa, pero sin pausas.

Fuente: DyN