Artículos

26.07.11

La Eurocrisis y el forzado paralelo con los noventas en América Latina y la debacle de Argentina en 2001

La Eurocrisis y el forzado paralelo con los noventas en América Latina y la debacle de Argentina en 2001 Grecia tiene una deuda que supera el 150% de su PBI, en 2009 presentó ante los técnicos de la UE números fiscales maquillados descaradamente, ha multiplicado por tres a sus empleados públicos desde 1981, cuando el país retornó a la democracia, y tiene numerosas empresas del Estado famosas por sus pésimas prestaciones. Grecia, como otras sociedades europeas en crisis, ha estado viviendo muy por encima de sus posibilidades, del nivel de riqueza que genera. Pero para la propaganda imperante en la Argentina y en la región la crisis de la Eurozona equivale sin más a los 90s latinoamericanos, sinónimo de ajuste, desempleo, desigualdad y capitalismo salvaje.
Por Pablo Díaz de Brito

Desde que en 2008/9 estalló la crisis de la Eurozona, las usinas propagandísticas del neopopulismo gobernante en buena parte de América latina se ha prodigado en paralelos con los años 90 en la región, con la época del Consenso de Washington y las "recetas recesivas del FMI", que ahora se intentan imponer, con el mismo objetivo perverso, a los pueblos de la rica Europa.

Argentina, por su tremenda debacle de 2001 y la posterior recuperación en base a tipo de cambio alto, sueldos bajos y boom de commodities agrícolas protagonizada por el gobierno kirchnerista a partir de 2003, ha sobresalido en esa lectura sesgada y panfletaria. El caso es un buen ejemplo de cómo esa izquierda regional, muchas veces desde el gobierno, malinterpreta los hechos económicos e ignora a conciencia a la economía para convertirla en política. No existen, por tanto, cuellos de botella externos, macroeconomía  en crisis, déficit fiscal  estructural y deficiencias de fondo que ya no se pueden disimular más. No, todo gira en torno a una lucha maniquea entre los Pueblos y el capitalismo internacional.

Grecia tiene una deuda que supera el 150% de su PBI; en 2009 presentó ante los técnicos de la UE números fiscales maquillados descaradamente: indicaban un 6% de PBI de déficit cuando en realidad este alcanzaba al 15%. Grecia ha multiplicado por tres a sus empleados públicos desde 1981, cuando el país retornó a la democracia de la mano del socialista Andreas Papandreu, padre del actual jefe de gobierno. Grecia tiene numerosas empresas del Estado, que prestan servicios como electricidad, correos, transporte, puertos, etc., famosas por sus pésimas prestaciones. Grecia entró en la Eurozona con estas cuentas públicas falsificadas, pero sobre todo por una decisión puramente política. Ya había ocurrido lo mismo con el Mercado Común Europeo. Esta suma de factores estructurales e históricos ahora se viene encima de repente.

Simplemente, Grecia, como otras sociedades europeas en crisis, ha estado viviendo muy por encima de sus posibilidades, del nivel de riqueza que genera. El drástico cambio de las condiciones del crédito a partir de la crisis internacional de 2008 precipitó las cosas. Claramente fue el disparador que dejó al descubierto males estructurales, de fondo, que habían sido disimulados durante décadas por griegos y también por europeos.

Empero, para el chavismo, o para el kirchnerismo y sus numerosos medios adictos, no hay nada de esto: se trata simplemente de un pueblo heroico que resiste el "ajuste ortodoxo" impuesto por el FMI, o sea, por la agencia multinacional que mejor representa los intereses predatorios de las finanzas internacionales. La presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner (CFK) hace especial énfasis en un paralelo con "los 90 nuestros" y en particular con la crisis de 2001, cuando estalló el esquema de la Convertibilidad impuesto en 1991 como dique de contención inflacionario. Durante esa década, y como en otros países de la región, en Argentina se privatizaron empresas estatales altamente deficitarias (teléfonos, aguas, ferrocarriles, etc), se desreguló (muy parcialmente) la actividad económica y, también parcialmente, se abrió la economía.

Cristina y sus propagandistas no se detienen a decir que estas medidas se dieron ante el agotamiento terminal del modelo cerrado y sustituidor de importaciones que trajo la llegada al poder de Juan D. Perón en 1945. Y se mezclan intencionadamente "los 90" con la crisis de 2001. Este trauma sirve para mezclar cosas totalmente diferentes, como un esquema cambiario y monetario rígido, la Convertibilidad, que inevitablemente tenía fecha de vencimiento y que sólo se aplicó en Argentina, y esas privatizaciones y desregulaciones que sí fueron la marca común de los 90 latinoamericanos y que permitieron, tanto a Argentina como al resto de la región, producir una modernización sin la cual la actual bonanza de las commodities no se podría usufructuar. Piénsese, solamente, en las telecomunicaciones.

Pero veamos cómo razona la presidenta argentina sobre la crisis griega y el paralelo con su país:   "quieren aplicar la misma medicina que mató a la Argentina", dijo a inicios de julio, en alusión a los organismos multilaterales de crédito. Siguen "insistiendo en la aplicación de programas de ajuste que van a ser nocivos para los países en crisis", agregó ese día. "Habiendo visto un enfermo con los mismos síntomas se quiere aplicar el mismo remedio que mató al enfermo", sostuvo Cristina al cerrar unas jornadas monetarias y bancarias en Buenos Aires. El 10 de mayo ya había hecho una advertencia similar. "Le están aplicando (a Grecia) las mismas recetas que le extendieron a la Argentina en el 2001, cuando implosionó su crisis. Esas políticas, desafortunadamente, están condenadas al fracaso. Por eso nosotros aplicamos desde 2003 un modelo diametralmente opuesto. Apostamos al desendeudamiento y al fortalecimiento de la economía real", sermoneó la mandataria.

Es claro que una cosa es discutir la oportunidad o no de las recetas de ajuste -en 2001 Argentina entraba en su cuarto año consecutivo de recesión- y otra muy diferente la condena inapelable del "Washington Consensus" y sus reformas estructurales. La primera objeción, que está al centro del actual debate sobre el ajuste griego y en general europeo, es admisible: ¿Se debe quitar consumo, demanda, a una economía ya sumida en recesión? Se puede contestar que la "fiesta" se terminó, que con o sin FMI y BCE, Grecia igualmente deberá recortar su nivel de consumo. Pero de todas formas es un nivel de discusión serio, intelectualmente honesto.

El propagandismo imperante en la Argentina y en la región se mueve en otro nivel; para sus fines, la crisis de la Eurozona equivale sin más a los 90s latinoamericanos, sinónimo de ajuste, desempleo, desigualdad y capitalismo salvaje. Cristina y sus funcionarios trabajan en ese plano propagandístico, al comparar linealmente a la Argentina de los 90s y la debacle de 2001 con la Eurozona de 2011 sin ningún prurito.

La tergiversación es evidente cuando se apunta a los 90s, que como se dijo poco tienen que ver en sí con la crisis monetaria y cambiaria de 2001, hija de un verdadero corsé cambiario y monetario. Brasil, con Itamar Franco y Fernando Henrique Cardoso, por dar un ejemplo entre muchos, con el Plan Real, también desreguló, "ajustó" e incluso fijó una paridad cambiaria, que finalmente debió abandonar en enero de 1999. Como esta devaluación no fue traumática, y al contrario tonificó a la economía, no hubo debacle en Brasil como sí la hubo en Argentina en 2001. Por esto Cardoso hoy en Brasil es una figura respetada y rescatada por todos (salvo por Lula) y en Argentina Carlos Saúl Menem es imposible de defender si se quiere seguir políticamente vivo. Pese a que Menem había dejado la presidencia en diciembre del 99, se le imputa el colapso de la Convertibilidad mayormente a él y no al débil presidente radical que lo siguió, Fernando de la Rúa.

El punto es que en Argentina se ha hecho un "agujero negro" de grandes dimensiones sobre los 90s de Menem: todos los políticos, incluidos los de centroderecha, repudian, no ya a Menem, un gobernante indisimuladamente venal, sino a las reformas estructurales de esos años, y lo hacen sin medias tintas. Los medios de comunicación actúan de la misma forma. El resultado es que existe una especie de zona ciega en la sociedad argentina sobre su historia más reciente. Según este relato socialmente aceptado, por algún motivo inexplicable, un presidente y su partido político (el peronismo, el mismo de CFK),  habría decidido perversamente "entregar el país" a los capitales internacionales y sumir a su población en la miseria. Lo raro es que este "relato" lo hacen incluso muchos adultos ex votantes de Menem.

Ante este cuadro clínico argentino, resulta bastante lógico que la presidenta CFK y todo su aparato propagandístico aprovechen la Eurocrisis para dictar cátedra urbi et orbi sobre heterodoxia y nacionalismo económico.

Pablo Díaz de Brito es analista de CADAL y redactor especial de www.analisislatino.com