Los latinoamericanos reportan altos niveles de felicidad
El caso latinoamericano muestra que las relaciones interpersonales genuinas, cálidas y basadas en la persona contribuyen sustancialmente a la felicidad.
Los resultados del reporte mundial de la felicidad son sustancialmente altos en América Latina, tanto si los comparamos con los puntajes de otros países en el mundo como si los comparamos con los niveles de ingresos de la región. La mayoría de los indicadores sociales y económicos describen a América Latina como una región de ingresos medios/bajos, con altas tasas de pobreza, desigualdad de ingresos, alta tasa de violencia y delincuencia y altos niveles de corrupción. ¿Cómo pueden entonces los latinoamericanos ser tan felices dentro de un contexto tan desfavorable?
Índice en América Latina
El reporte mundial de la felicidad es una encuesta sobre el estado de la felicidad en el mundo. El reporte del 2018 clasifica 156 países según el nivel de felicidad declarado por su población y 117 países según la opinión de la población inmigrada.
El país más feliz del mundo resultó ser Finlandia y generalmente las primeras 10 posiciones están ocupadas siempre por los mismos países: Noruega (quién ganó el año pasado), seguida por Dinamarca, Islandia y Suiza. Suecia se encuentra en la posición nueve, seguida por Australia. El país latinoamericano mejor posicionado es Costa Rica, que se encuentra en la posición trece.
Según el reporte de este año, el gran ganador fue Togo, país pequeño del África occidental, que subió 17 posiciones en el ranking general desde el último puesto que mantuvo en la clasificación de 2015. Por el contrario, el gran perdedor fue Venezuela que, frente a la inestabilidad política y social bajó 2.2 puntos en una escala que va de 0 a 10.
Quizás el hallazgo más sorprendente de todo el informe es que el nivel de felicidad declarado por la población inmigrante es casi exactamente el mismo que para el resto de la población. De hecho, Finlandia se clasificó como primera en las dos clasificaciones.
La cercanía de las dos clasificaciones muestra que la felicidad de los inmigrantes depende principalmente de la calidad de vida en la que viven. La felicidad de los inmigrantes, como la de los nacidos en el país, depende de una gama de características del tejido social, que se extiende mucho más allá de los ingresos más altos que tradicionalmente se pensaba que inspiraban y recompensaban la migración. Los países con los inmigrantes más felices no son los países más ricos, sino los países con un conjunto más equilibrado de apoyo social e institucional para una vida mejor.
¿Cómo se posicionan los países de América Latina en el “World Happiness Report” del 2018?
Desde siempre, los países de la región latinoamericana manifiestan valores muy altos en términos de “felicidad”. Este resultado merece atención porque se pone muy por encima de lo que podríamos prever si consideramos los ingresos de las poblaciones latinoamericanas.
Sabemos que en la región hay muchos problemas sociales y económicos. Algunos de los problemas son estructurales y surgen de procesos históricos, tales como: instituciones políticas débiles y una alta desigualdad de ingresos que magnifica las tasas de pobreza.
Otros problemas han sido desencadenados por procesos recientes, por ejemplo: la cercanía al mercado de drogas más grande del mundo combinado con una estrategia equivocada que busca reprimir la producción en lugar de reducir el consumo ha provocado alarmantes tasas de criminalidad en algunas áreas de América Latina. Este proceso de aumento de la violencia también se ve favorecido por las débiles relaciones interpersonales cívicas, las altas tasas de corrupción y una mayor penetración de los valores materialistas durante las últimas décadas.
La existencia de estos problemas sociales y económicos reduce, sin dudas, la calidad de vida de la población de América Latina, pero no implica necesariamente una baja felicidad.
Entonces, ¿cómo pueden los latinoamericanos experimentar altos niveles de felicidad?
Hay muchos factores positivos en la región, en particular la naturaleza y la cultura que favorece la abundancia de relaciones interpersonales cercanas y cálidas.
De hecho, la cultura latinoamericana, es decir la combinación de la manera de vida y la cosmovisión de los pueblos indígenas con la de los españoles y portugueses, ha llevado a una sociedad que tiene un ritmo de vida más lento y que está más enfocado en vivir y disfrutar la vida dentro de las condiciones existentes que en generar crecimiento económico.
Esta estructura específica, que se basa en las relaciones interpersonales, les permite disfrutar de altos niveles de satisfacción en los ámbitos de la vida que son particularmente importantes para los latinoamericanos: el dominio social y, en especial, el dominio familiar de la vida.
Las evaluaciones de la vida en América Latina oscilan entre un promedio de 7,15 en Costa Rica a 4,8 en Venezuela sobre la base de información de Gallup World Polls de 2006 a 2017.
Costa Rica es el país de América Latina que tiene los niveles más altos de felicidad desde el 2006, con un puntaje de 7 en un rango de 0 a 10. Este índice refleja la existencia de un sistema de bienestar relativamente alto: no hay ejército desde 1949, los costarricenses tienen acceso universal a la atención médica y a la educación primaria y secundaria, el gobierno proporciona muchos servicios que aseguran la satisfacción de las necesidades básicas de la mayoría de la población, independientemente de sus ingresos.
Por lo contrario, Venezuela muestra un descenso sorprendente en la evaluación de la vida de las personas, pasando de 7.6 en 2010 a 4.8 en 2017. No cabe duda de que la crisis económica, la polarización política, el aumento de la violencia, la fuerte migración y la separación de las familias, juegan en contra del bienestar de la población venezolana.
Perú y República Dominicana observaron un aumento en sus evaluaciones: el primero desde un 4.9 en 2006 a 5.7 en 2017, mientra que el segundo subió en el ranking de 4.9 en 2006 a 5,3 en 2017. Los chilenos se mantuvieron constantes en los últimos diez años con un índice alrededor de 6.7.
Hay que aprender mucho del caso de América Latina.
En primer lugar, hay que ir más allá de las medidas objetivas cuando se trata de evaluar la situación de las personas. Las medidas subjetivas de bienestar incorporan mejor los valores que las personas tienen y que son relevantes para evaluar sus vidas. Debido a que los valores difieren entre culturas, esta subjetividad constituye una ventaja al realizar evaluaciones interculturales del bienestar de las personas.
En segundo lugar, el caso latinoamericano no ignora la importancia del ingreso, pero demuestra claramente que hay algo más en la vida que la riqueza. Esto claramente no debe confundir a las personas con los consumidores ni el bienestar con poder adquisitivo.
Finalmente, el caso latinoamericano muestra que las relaciones interpersonales genuinas, cálidas y basadas en la persona contribuyen sustancialmente a la felicidad. Generalmente, se suele descuidar estas relaciones a favor de las instrumentales, que pueden tener un mayor impacto en el crecimiento económico pero no en la felicidad de las personas.
Los resultados del reporte mundial de la felicidad son sustancialmente altos en América Latina, tanto si los comparamos con los puntajes de otros países en el mundo como si los comparamos con los niveles de ingresos de la región. La mayoría de los indicadores sociales y económicos describen a América Latina como una región de ingresos medios/bajos, con altas tasas de pobreza, desigualdad de ingresos, alta tasa de violencia y delincuencia y altos niveles de corrupción. ¿Cómo pueden entonces los latinoamericanos ser tan felices dentro de un contexto tan desfavorable?
Índice en América Latina
El reporte mundial de la felicidad es una encuesta sobre el estado de la felicidad en el mundo. El reporte del 2018 clasifica 156 países según el nivel de felicidad declarado por su población y 117 países según la opinión de la población inmigrada.
El país más feliz del mundo resultó ser Finlandia y generalmente las primeras 10 posiciones están ocupadas siempre por los mismos países: Noruega (quién ganó el año pasado), seguida por Dinamarca, Islandia y Suiza. Suecia se encuentra en la posición nueve, seguida por Australia. El país latinoamericano mejor posicionado es Costa Rica, que se encuentra en la posición trece.
Según el reporte de este año, el gran ganador fue Togo, país pequeño del África occidental, que subió 17 posiciones en el ranking general desde el último puesto que mantuvo en la clasificación de 2015. Por el contrario, el gran perdedor fue Venezuela que, frente a la inestabilidad política y social bajó 2.2 puntos en una escala que va de 0 a 10.
Quizás el hallazgo más sorprendente de todo el informe es que el nivel de felicidad declarado por la población inmigrante es casi exactamente el mismo que para el resto de la población. De hecho, Finlandia se clasificó como primera en las dos clasificaciones.
La cercanía de las dos clasificaciones muestra que la felicidad de los inmigrantes depende principalmente de la calidad de vida en la que viven. La felicidad de los inmigrantes, como la de los nacidos en el país, depende de una gama de características del tejido social, que se extiende mucho más allá de los ingresos más altos que tradicionalmente se pensaba que inspiraban y recompensaban la migración. Los países con los inmigrantes más felices no son los países más ricos, sino los países con un conjunto más equilibrado de apoyo social e institucional para una vida mejor.
¿Cómo se posicionan los países de América Latina en el “World Happiness Report” del 2018?
Desde siempre, los países de la región latinoamericana manifiestan valores muy altos en términos de “felicidad”. Este resultado merece atención porque se pone muy por encima de lo que podríamos prever si consideramos los ingresos de las poblaciones latinoamericanas.
Sabemos que en la región hay muchos problemas sociales y económicos. Algunos de los problemas son estructurales y surgen de procesos históricos, tales como: instituciones políticas débiles y una alta desigualdad de ingresos que magnifica las tasas de pobreza.
Otros problemas han sido desencadenados por procesos recientes, por ejemplo: la cercanía al mercado de drogas más grande del mundo combinado con una estrategia equivocada que busca reprimir la producción en lugar de reducir el consumo ha provocado alarmantes tasas de criminalidad en algunas áreas de América Latina. Este proceso de aumento de la violencia también se ve favorecido por las débiles relaciones interpersonales cívicas, las altas tasas de corrupción y una mayor penetración de los valores materialistas durante las últimas décadas.
La existencia de estos problemas sociales y económicos reduce, sin dudas, la calidad de vida de la población de América Latina, pero no implica necesariamente una baja felicidad.
Entonces, ¿cómo pueden los latinoamericanos experimentar altos niveles de felicidad?
Hay muchos factores positivos en la región, en particular la naturaleza y la cultura que favorece la abundancia de relaciones interpersonales cercanas y cálidas.
De hecho, la cultura latinoamericana, es decir la combinación de la manera de vida y la cosmovisión de los pueblos indígenas con la de los españoles y portugueses, ha llevado a una sociedad que tiene un ritmo de vida más lento y que está más enfocado en vivir y disfrutar la vida dentro de las condiciones existentes que en generar crecimiento económico.
Esta estructura específica, que se basa en las relaciones interpersonales, les permite disfrutar de altos niveles de satisfacción en los ámbitos de la vida que son particularmente importantes para los latinoamericanos: el dominio social y, en especial, el dominio familiar de la vida.
Las evaluaciones de la vida en América Latina oscilan entre un promedio de 7,15 en Costa Rica a 4,8 en Venezuela sobre la base de información de Gallup World Polls de 2006 a 2017.
Costa Rica es el país de América Latina que tiene los niveles más altos de felicidad desde el 2006, con un puntaje de 7 en un rango de 0 a 10. Este índice refleja la existencia de un sistema de bienestar relativamente alto: no hay ejército desde 1949, los costarricenses tienen acceso universal a la atención médica y a la educación primaria y secundaria, el gobierno proporciona muchos servicios que aseguran la satisfacción de las necesidades básicas de la mayoría de la población, independientemente de sus ingresos.
Por lo contrario, Venezuela muestra un descenso sorprendente en la evaluación de la vida de las personas, pasando de 7.6 en 2010 a 4.8 en 2017. No cabe duda de que la crisis económica, la polarización política, el aumento de la violencia, la fuerte migración y la separación de las familias, juegan en contra del bienestar de la población venezolana.
Perú y República Dominicana observaron un aumento en sus evaluaciones: el primero desde un 4.9 en 2006 a 5.7 en 2017, mientra que el segundo subió en el ranking de 4.9 en 2006 a 5,3 en 2017. Los chilenos se mantuvieron constantes en los últimos diez años con un índice alrededor de 6.7.
Hay que aprender mucho del caso de América Latina.
En primer lugar, hay que ir más allá de las medidas objetivas cuando se trata de evaluar la situación de las personas. Las medidas subjetivas de bienestar incorporan mejor los valores que las personas tienen y que son relevantes para evaluar sus vidas. Debido a que los valores difieren entre culturas, esta subjetividad constituye una ventaja al realizar evaluaciones interculturales del bienestar de las personas.
En segundo lugar, el caso latinoamericano no ignora la importancia del ingreso, pero demuestra claramente que hay algo más en la vida que la riqueza. Esto claramente no debe confundir a las personas con los consumidores ni el bienestar con poder adquisitivo.
Finalmente, el caso latinoamericano muestra que las relaciones interpersonales genuinas, cálidas y basadas en la persona contribuyen sustancialmente a la felicidad. Generalmente, se suele descuidar estas relaciones a favor de las instrumentales, que pueden tener un mayor impacto en el crecimiento económico pero no en la felicidad de las personas.