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06.04.17

La estrategia de los partidos de oposición, ese misterio

(El Observador) En el bloque opositor, a dos años y medio de la próxima elección nacional, sigue prevaleciendo la competencia sobre la cooperación. Varios dirigentes (Jorge Larrañaga, Pedro Bordaberry, Verónica Alonso y Edgardo Novick, por ejemplo), han empezado a referirse a este tema y a reclamar dar pasos más ambiciosos en la elaboración del programa alternativo. Gonzalo Mujica acaba de sumarse a esta lista.
Por Adolfo Garcé

(El Observador) Aunque, en la región, la democracia se enfrenta con viejos y nuevos fantasmas, en Uruguay sigue siendo, sin discusión, “the only game in town”. El principal misterio es qué debería hacer la oposición para desplazar al Frente Amplio en 2019.

El panorama regional está lejos de ser estimulante. Se encienden demasiadas luces amarillas. En Venezuela, luego de destruir la economía, Nicolás Maduro persiste en su empeño de terminar de liquidar la democracia. En Brasil, el Poder Judicial sigue desnudando la trenza de dinero y política (ya se llevó a Dilma Rousseff, y puede llevarse a Michel Temer). En Argentina, la economía se resiste a ayudar al presidente Mauricio Macri, mientras la tensión social aumenta (casualmente, se acercan las elecciones parlamentarias). En Ecuador la oposición denuncia fraude electoral en el balotaje del domingo pasado (todo es posible). En Paraguay, el presidente Horacio Cartes, con el apoyo de Fernando Lugo, busca atajos legales para habilitar la reelección y mantenerse en el poder (un verdadero clásico de la política latinoamericana)…

Algunos de los problemas de los vecinos se manifiestan también entre nosotros. Pero lo hacen, “a la uruguaya”, amortiguadamente. También acá sube la temperatura. La tensión entre gobierno y oposición aumentó significativamente respecto a la presidencia de José Mujica. La economía está sufriendo (empresas que cierran, cuentas que no cierran). El vínculo entre dinero y política se ha vuelto crecientemente problemático (la Justicia pisa el acelerador en causas que huelen a corrupción). La reciente escisión del diputado Gonzalo Mujica comprometió la gobernabilidad. El partido de gobierno, en este contexto político y económico, intenta el milagro de cumplir sus promesas de “no detener” las políticas sociales sin aumentar impuestos. Pero una cosa es tener problemas para cumplir lo prometido y otra, muy distinta, no poder ser reelecto. El FA superó los dos años más difíciles de su gobierno. El clima, lentamente, empieza a cambiar. La economía mejora, el gobierno se afirma. Y el poder une.

Mientras tanto, la oposición sigue sin innovar demasiado en el plano estratégico. Cada líder tiene su propia estrategia. Luis Lacalle Pou movió fuerte en marzo. Presentó 20 propuestas para contraponerlas a la rendición de cuentas realizada por el presidente Tabaré Vázquez. Más tarde, se entrevistó con el presidente Cartes en Paraguay. Jorge Larrañaga insiste en priorizar el tema educativo (“cambiar el gobierno para cambiar la educación”). Pero no la tiene fácil. Persiste el clima de “motín a bordo” en su sector. No ha podido evitar que Adriana Peña, una de las figuras en ascenso en el interior, optara por abandonar Alianza Nacional. Y no puede descartarse una reacción en cadena. Sigue sin conocerse, por ejemplo, cuál es la estrategia de otras figuras destacadas, como Verónica Alonso. Pedro Bordaberry ha tenido que administrar un nuevo desastre: Francisco Sanabria, diputado suplente de Maldonado por Vamos Uruguay, acaba de ser procesado por el “vaciamiento” de Cambio Nelson. Mieres y Novick, cada uno a su manera, intentan no quedar eclipsados por el protagonismo de los partidos mayores.

La oposición trabaja. Coordina en la crítica sistemática de las políticas del gobierno frenteamplista. Coordina en el Parlamento cuando se trata de interpelar ministros o de conformar investigadoras. Logró, luego de arduas negociaciones, coordinar entre sí para impulsar una nueva comisión investigadora (en la Cámara de Representantes), en este caso, para estudiar el delicadísimo asunto del financiamiento de las campañas electorales (hasta negoció con el FA). Pero sigue sin coordinar la construcción del eventual programa de gobierno de una coalición alternativa. En el bloque opositor, a dos años y medio de la próxima elección nacional, sigue prevaleciendo la competencia sobre la cooperación. Varios dirigentes (Jorge Larrañaga, Pedro Bordaberry, Verónica Alonso y Edgardo Novick, por ejemplo), han empezado a referirse a este tema y a reclamar dar pasos más ambiciosos en la elaboración del programa alternativo. Gonzalo Mujica acaba de sumarse a esta lista. Justificando por qué todavía se mantiene “independiente” reclamó un “ámbito” para discutir “estas cosas” de modo de “llegar a 2019 diciéndole a la gente: hay 8, 10 o 12 políticas públicas en las que nos ponemos de acuerdo y todos las vamos a respaldar. Eso es básico, y todavía no lo encuentro”.1

Gonzalo Mujica no lo encuentra, porque “eso”, tan “básico”, todavía no está. Hay declaraciones pero no hay acciones. La pregunta que me sigo haciendo es ¿por qué? Arriesgo dos posibles explicaciones. Una refiere al fondo del asunto, la otra al timing. La primera es que los principales líderes de los partidos de oposición consideran deseable pero no imprescindible dar pasos más audaces en la articulación opositora. Para vencer al FA bastaría, según esta interpretación, con sostener la crítica y apoyarse a último momento en el balotaje. La segunda es que piensan que aún es demasiado pronto para dar ese paso. Según esa visión, la oposición todavía tiene tiempo para tejer la coalición de gobierno alternativa y para formular su programa. En todo caso, me parece claro que si no aciertan en la estrategia, este FA, cansado, desgastado, envejecido, puede perfectamente volver a ganarles. El resultado de la elección dependerá, como siempre, esencialmente, de decisiones políticas.

1 Ver el excelente reportaje de Gerardo Tagliaferro.