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06.04.17

¡No vinimos para quedar bien!

(7 Miradas) El presidente está cayendo en la cuenta que algunas cosas eran más difíciles de lo imaginado, y que las experiencias en Boca o el gobierno de la ciudad no eran comparables. Y que complacer a la opinión pública no siempre debe ser la prioridad de un gobierno.
Por Carlos Fara

(7 Miradas) Con esta frase comenzó el presidente su última reunión de gabinete. Y agregó: “(vinimos) a llevar adelante las decisiones y las peleas que hay que dar para hacer lo que tenemos que hacer”. Solo le faltó agregar: “en la vida hay que elegir”. ¿Le suena lector/a?

Traduzcamos: nos votaron para hacer ciertas reformas, gusten o no. Si no les gusta, en las próximas elecciones voten a otro. Depende en boca de quién se ponga esta reflexión podrá caer mejor o peor.

El presidente está cayendo en la cuenta que algunas cosas eran más difíciles de lo imaginado, y que las experiencias en Boca o el gobierno de la ciudad no eran comparables. Y que complacer a la opinión pública no siempre debe ser la prioridad de un gobierno. Ambas conclusiones son muy saludables: lo hemos analizado en esta columna infinidad de veces.

Como decimos habitualmente en nuestras capacitaciones, si fuera por el electorado, todo debería ser como vivir en Disneylandia: los dilemas éticos no existen, las opciones de hierro tampoco. Al final, si en los estudios no los confrontamos con encerronas complejas, los ciudadanos siempre encuentran soluciones utópicas súper confortables. La lección es que el ejercicio del liderazgo en todo grupo humano debe incluir en el menú interpelar a sus integrantes para movilizar sus conciencias frente a cuestiones que no parecen urgentes o trascendentes. Si eso no sucede, tarde o temprano terminarán por culpar al líder de todo, sin hacerse cargo de nada.

Quizá por eso el gobierno está variando algunas matices, más allá de cómo le sale en la praxis política cotidiana, que pudiese implica cambios conceptuales involuntarios o inconscientes. Veamos:

  • El estilo más agresivo en el discurso del 1 de marzo en el Congreso;
  • La apuesta electoral a la polarización con el kirchnerismo;
  • La agudización del conflicto con los docentes;
  • La confrontación con la CGT con los argumentos parecidos a los que usaba Alfonsín en los ´80;
  • La estigmatización de las marchas opositoras (con micros y choripanes).

Qué significa esto? Que la estrategia del “nosotros no tenemos relato, sino una conversación con la sociedad”, “nosotros creemos en el diálogo y en trabajar juntos”, “trabajando cerca de los vecinos, para que la gente viva cada día un poco mejor”, o el objetivo de “unir a los argentinos”, está quedando en el anaquel de las buenas intenciones. A la hora de los bifes la real politik se impone.

Está bien o está mal? La discusión no es del orden de lo moral, sino de lo que es funcional a la consolidación de un proyecto político. Y en ese sentido, en buena hora este aprendizaje de la nueva administración.

Moraleja: no hay que creerse todo lo que los ciudadanos nos dicen en los grupos focales. Está muy lindo decir que ahora los votantes son más independientes, críticos, sofisticados, que privilegian una relación más horizontal con el poder, que son súper informados, que descreen de los liderazgos mesiánicos, etc. etc. Claro: nadie cuenta la contracara de eso (no tiene buena prensa!).

Bienvenidos a la historia universal.

Fuente: 7 Miradas (Buenos Aires, Argentina)