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02.03.17

¿Dos campanas?

(El Observador) Desde 2004, el pleito principal es el que enfrenta a dos grandes bloques de pesos electorales muy parecidos: de un lado, disfrutando su cuarto de hora, el FA; del otro, los partidos que quieren poner fin a la hegemonía frenteamplista. La estrategia de la oposición sigue sin incorporar este dato. Mientras no lo haga, los tañidos de una campana serán más potentes, vibrantes y persuasivos que los de la otra.
Por Adolfo Garcé

(El Observador) Durante dos días el espacio público se inundará de balances y propuestas. Hoy mismo, el presidente Tabaré Vázquez hará uso de la cadena de radio y televisión para compartir información sobre lo actuado por el gobierno que encabeza. Mañana, el senador Luis Lacalle Pou del Partido Nacional, principal dirigente de la oposición, procurará hacer sonar “la otra campana” presentando un conjunto de propuestas sobre políticas públicas específicas. Nos esperan, por tanto, 48 horas trascendentes. Circulará por los medios de comunicación y las redes sociales abundante información sobre promesas, realizaciones, claudicaciones y propuestas. Los ciudadanos agradecidos.

Hay que celebrar que el gobierno rinda cuentas públicamente de su actuación. Forma parte de las prácticas habituales de Tabaré Vázquez desde que ejerce cargos electivos y debería ser la norma en todos los casos (dicho sea de paso, me pregunto por qué no la han hecho otros presidentes, y por qué no siguen este ejemplo los intendentes departamentales). Cada gobernante debe rendir cuentas frente a sus votantes. Es importante que lo haga, en primer lugar, para compartir información sobre lo actuado. A nadie se le escapa que el debate público en Uruguay suele prestar más atención a las estrategias electorales que a la marcha de las políticas públicas (el expresidente Lacalle Herrera dijo alguna vez con toda razón que los uruguayos solemos confundir política con elecciones). Pero no alcanza con que el gobierno nos informe de lo que ha hecho. En segundo lugar, está obligado a comparar sus dichos con sus hechos. Esto merece párrafo aparte.

No puedo saber cómo estructurará el presidente su discurso. Pero espero que se tome el trabajo de comparar sus gestos y promesas electorales con las decisiones y políticas gubernamentales. Lo prometido es deuda. La salud de la democracia, la confianza de la ciudadanía en sus representantes, depende en buena medida de que exista una correspondencia razonable entre dichos y hechos. Desde luego, como ha explicado Adam Przeworski, el agente (el gobierno) debe tener un margen de maniobra autónoma respecto al principal (los electores). Pero si el gobierno se apartó de alguno de los compromisos asumidos durante la campaña está obligado a explicar claramente por qué. Permítanme poner apenas un ejemplo: espero que Vázquez asuma públicamente que el año pasado el FA se apartó de su promesa electoral, dicha y reiterada, de no incrementar los impuestos. Ya los aumentó en el 2016 y, si mis sospechas son correctas, volverá a hacerlo en el 2017. Soy de los que piensa que tuvo, y sigue teniendo, buenas razones para no cumplir con lo anunciado. Pero, por respeto a la ciudadanía, está obligado a admitir que se alejó de sus dichos (sin juegos de palabras ni eufemismos) y a explicar con toda honestidad sus razones.

Hay que celebrar, además, que la oposición haya previsto salir al cruce de la comparecencia pública del presidente. Esto también fortalece la democracia que, en esencia, es justamente eso: líderes de la oposición confrontando sus propuestas con los actos del gobierno. Es fundamental, desde el punto de vista de la salud de la democracia, que la ciudadanía pueda conocer alternativas bien fundadas a las políticas públicas implementadas por el gobierno en relación a los principales desafíos del país (educación, salud, innovación, inserción comercial, seguridad, relaciones laborales, etcétera). El mérito, en este caso, corresponde a Lacalle Pou, que lidera el sector mayoritario del Partido Nacional. No puedo saber cómo estructurará su intervención pública el líder mencionado. Pero me parece muy importante que no se limite solamente a detallar las propuestas de su sector. Es clave, desde el punto de vista de la mecánica de la democracia representativa, que dedique un tiempo a comparar las promesas electorales del FA y sus actos de gobierno. Y que se advierta inconsistencias, las señale claramente.

De todos modos, la potencia y, por ende, el impacto político, de las eventuales críticas y propuestas serían sensiblemente mayores si en lugar de ser enunciadas por el líder de una fracción del PN expresaran a todo el arco opositor. Lacalle Pou es el principal referente del partido más votado de la oposición. Pero no representa a toda la oposición. No representa a todos los blancos (es obvio). No representa a los colorados (palabras textuales de Pedro Bordaberry), ni a los independientes (que, como suele decir Pablo Mieres, se autoidentifican como socialdemócratas), ni a la gente de Edgardo Novick (que por algo construye su propio partido). Durante muchas décadas la política uruguaya debía leerse en términos de competencia inter e intrapartidaria. Con esto alcanzaba. Ya no es así. Sigue habiendo competencia entre partidos y, dentro de cada uno de ellos, entre fracciones. Pero, desde 2004, el pleito principal es el que enfrenta a dos grandes bloques de pesos electorales muy parecidos: de un lado, disfrutando su cuarto de hora, el FA; del otro, los partidos que quieren poner fin a la hegemonía frenteamplista. La estrategia de la oposición sigue sin incorporar este dato. Mientras no lo haga, los tañidos de una campana serán más potentes, vibrantes y persuasivos que los de la otra.

Fuente: El Observador (Montevideo, Uruguay)