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12.09.16

Si se hacen todos renovadores, ¿tendrá sentido la renovación?

(TN) ¿Va a ser como en la primera renovación, que el precio que nos hará pagar el peronismo por verlo progresar y dejarnos llevar de su mano será que no se le cobre la cuenta por todo el atraso y los fracasos hasta entonces por él prohijados y se le tolere ser bastante menos renovado de lo que nos vende?
Por Marcos Novaro

(TN) En los años ochenta tardó más de dos años en producirse la masiva voltereta que hoy vimos fue cuestión de semanas. Y es que entonces tenía más crédito llamarse ortodoxo de lo que hoy tiene vestir el sayo de kirchnerista.

Claro que entonces todavía tenía algún sentido la noción de lealtad, todavía estaba viva la memoria de un peronismo histórico cuya densa tradición política y cultural era más importante preservar que la acumulación de cargos y la distribución de recursos públicos. ¡Si hasta Isabel reunía más gente en sus regresos esporádicos a Buenos Aires de los que hoy junta Cristina Kirchner en sus reuniones del Instituto Patria!

Por eso, hizo falta que Antonio Cafiero se animara a romper la unidad en 1985 y derrotara en las legislativas de ese año a las listas bonaerenses oficialistas de Herminio Iglesias y la patota sindical de Lorenzo Miguel y Diego Ibáñez para que la ola de la renovación se extendiera, los ortodoxos se pasaran de bando y el cambio de manos de la conducción del PJ fuera posible.

Hoy en cambio alcanzó con que estallaran un par de casos más de corrupción y se presentara la excusa de un hasta aquí olvidado aniversario. Que, convengamos, no tiene ni tendrá jamás el glamour de una gran movilización de masas, ni siquiera el de una victoria presidencial. Pero hace soñar a los nuevos renovadores con que el año que viene otras legislativas les permitan relegitimarse.

¿Era “mejor” aquel peronismo leal de principios de los ochenta que el masivamente inconsecuente y olvidadizo de la actualidad? Ciertamente no: era más renuente que este a la alternancia, aun más antiliberal y antirepublicano, propenso a resolver cualquier disenso con la patota (algo que la primera renovación no resolvió del todo: el propio José Luis Manzano, ladero de Cafiero por entonces, solía describir a su propio sector como “careta intelectual de la patota”, de otra patota) y convencido de que nada de lo que sucedía en el mundo debía moverlo de sus veinte verdades y su primitivismo económico y cultural. Resultará seguramente un beneficio para todos por lo tanto que no sean muchos ya los que quieran quedarse ni en el ’45, ni en el ’83, ni tampoco en el ya lejano 2015.

¿Va a ser entonces como en la primera renovación, que el precio que nos hará pagar el peronismo por verlo progresar y dejarnos llevar de su mano será que no se le cobre la cuenta por todo el atraso y los fracasos hasta entonces por él prohijados y se le tolere ser bastante menos renovado de lo que nos vende? Tal vez las perspectivas no sean tan malas.

Hoy están eufóricos, creen ya tener medido al macrismo y haber procesado todo el cambio que necesitarán inocularse para seguir adelante. Están convencidos además de que el intervalo entre un gobierno peronista y otro esta vez no será tan corto como con la Alianza, pero tampoco tan largo como con Alfonsín. Diego Bossio lo dijo, después del acto de homenaje a Cafiero, con todas las letras: “Estoy seguro de que en 2019 va a volver a gobernar un peronista”.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)