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13.06.16

Río Cuarto: opciones y lecciones difíciles para Macri

(TN) El peronismo, cuando no está en el Gobierno Nacional, es ante todo territorio y sindicatos. Y sabe defender esos dos frentes con uñas y dientes, sabe prosperar aún en la adversidad ofreciendo atractivas figuras y fórmulas políticas que combinan cooperación y oposición frente a las autoridades nacionales. En suma, sigue siendo un adversario formidable.
Por Marcos Novaro

(TN) Es la típica ciudad de servicios de un área de producción agropecuaria muy rica, por lo que se entiende que en su electorado predomine la clase media, relativamente independiente y móvil, acostumbrada a cambiar de preferencias según los rendimientos que le ofrezcan los distintos niveles de gobiernos. La última gestión radical dejó bastante que desear, y la oposición peronista, con apoyo de la gobernación, presentaba un buen candidato, poniendo en aprietos a la alianza gobernante a nivel nacional.

Córdoba es la provincia que votó siempre a radicales o peronistas y fue el distrito más enojado con el kirchnerismo de todo el país desde el principio hasta el final. En la última elección hizo más por llevar a Mauricio Macri a la presidencia, logrando éste lo que en ningún otro lado: que una parte importante del voto peronista lo acompañara.

Ofrecía, por ello, tanto oportunidades como desafíos para la alianza gobernante: ¿Debía Macri desentenderse de la suerte de sus socios radicales, porque si perdían se lo tenían merecido y no le convenía poner en riesgo su buena relación con la dupla De la Sota – Schiaretti, cuyos votos en el Congreso nacional necesita más que una intendencia de medianas dimensiones del sur cordobés?, ¿O debía jugarse a consolidar una coalición política y electoral que va a necesitar fuerte en todo el territorio, si pretende convertir su episódica victoria de 2015 en el inicio de un nuevo ciclo político, y a su fuerza en un verdadero partido nacional, competitivo en todo el territorio?

Lo cierto es que hizo esto último, y muy bien no le fue, porque una parte importante de los riocuartenses que lo habían votado con las dos manos el año pasado (en esa ciudad obtuvo entonces 72% de los votos) y que todavía simpatizan con su gobierno, entre otras cosas porque sus medidas de ajuste no los han afectado demasiado y los cambios de precios relativos los beneficiaron, ignoraron su llamado a votar al candidato de Cambiemos y apoyaron al de Unión por Córdoba.

El resultado demuestra, por si hacía falta, que el peronismo, cuando no está en el Gobierno Nacional, es ante todo territorio y sindicatos. Y sabe defender esos dos frentes con uñas y dientes, sabe prosperar aún en la adversidad ofreciendo atractivas figuras y fórmulas políticas que combinan cooperación y oposición frente a las autoridades nacionales. En suma, sigue siendo un adversario formidable.

¿Debió Macri haberse abstenido de participar, rechazando la presión de sus socios radicales para que se involucrara en esta primera batalla electoral de su período en la Casa Rosada, que suponía sin duda más riesgos que ventajas, y le ha impuesto con este resultado un ahora más indisimulable costo político?

Puede que sí, pero importa destacar y valorar las razones por las que finalmente adoptó la decisión de involucrarse: tal vez pesó en alguna medida un diagnóstico exageradamente optimista sobre su capacidad de torcer la competencia, pero también seguramente lo hizo la voluntad de competir con el peronismo en su terreno y consolidar sus alianzas políticas. Y dejar en claro esa voluntad puede que compense el costo que se pagó.

En 1985 Raúl Alfonsín enfrentó un dilema similar. Los peronistas de provincia que le ofrecían cooperación en el Senado, una cooperación que él necesitaba más que el aire para sobrevivir, le reclamaban que no interviniera en la competencia legislativa en sus distritos. El presidente finalmente aceptó el juego, al menos en algunos distritos que consideró "sacrificables". Hubo un caso bastante llamativo en San Luis, donde los candidatos radicales tenían buenas chances de desbancar a los de los Rodríguez Sáa, que recién empezaban a poner las bases de lo que sería una hegemonía perdurable y cada vez menos disputada. Esos radicales fueron abandonados a su suerte desde el gobierno y la UCR nacionales, y ya no se supo nada más de ellos. Finalmente Alfonsín lograría mantener acuerdos mínimos de gobernabilidad en el Senado, pero su capacidad de disputarle el territorio al peronismo se derrumbaría dos años después, en 1987, y su partido ya nunca más lograría por sí mismo disputarle la mayoría nacional al PJ. Tal vez Macri haya estudiado el caso y decidió en consecuencia seguir otro camino.

Fuente: TN (Buenos Aires, Argentina)